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Lunes 13 de diciembre de 2004

Iván Restrepo

El polémico Edmundo Flores

Dos que tres esquelas y una nota en la República de las Letras, de Humberto Musacchio, informaron de la muerte de Edmundo Flores a la edad de 84 años. Egresado de Chapingo y primer doctorado en economía agrícola que tuvo el país, fue profesor distinguido de la Escuela Nacional de Economía de la UNAM, autor de un libro sobre economía agrícola que durante décadas fue la Biblia en la materia; ensayista y conferencista polémico y prolífico, desempeñó también varios cargos en la administración pública.

A Edmundo lo conocí hace casi 40 años. Comenzaba mi aprendizaje profesional en el Centro de Investigaciones Agrarias como parte del grupo que en dicha institución evaluó el efecto de la reforma agraria en el desarrollo de México. En el centro trabajaba un selecto grupo de especialistas, como Sergio Reyes Osorio, Rodolfo Stavenhagen, Salomón Eckstein y Marco Antonio Durán. Ellos y otros contribuyeron a formar a una decena de jóvenes interesados en los problemas del agro.

Flores coincidía con la evaluación que entonces se hizo sobre la enorme contribución de los campesinos al desarrollo nacional y lo poco que a cambio recibían. Pero era partidario de cerrar el capítulo del reparto de la tierra (por ser bandera de reivindicación electorera y demagógica) y buscar la modernización del campo, sacando de éste a quienes no eran eficientes y, decía, "solamente producían problemas y demandaban subsidios". Mejor crear empleos en la industria y los servicios y apoyar a la agricultura eficiente, la de la Revolución Verde.

Años más tarde, en un seminario que me tocó organizar junto con Jesús Puente Leyva, Ifigenia Martínez y Sergio Reyes Osorio, reconoció que el "milagro verde" en México era en buena parte fruto de apoyos desmedidos del gobierno a un grupo relativamente pequeño de productores vía créditos, agua, semillas, fertilizantes y otros insumos y apoyos de los que carecían las mayorías rurales. Fue uno de los primeros en hablar de las ventajas de formar parte de lo que hoy se conoce como globalización, pero advertía que para tener éxito en esa inserción era indispensable aprender a beneficiarse de ella y hacer a un lado el falso nacionalismo. Sus tesis sobre éste y muchos otros temas aparecieron en la mejor época de Excélsior, la de Scherer, y en revistas nacionales e internacionales.

Su actitud crítica y sus conocimientos del desarrollo agrícola mundial lo llevaron, sin proponérselo, a ser nombrado embajador ante la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), a mediados del sexenio de Luis Echeverría. Fue en esa calidad que contribuyó al éxito de la Conferencia Mundial sobre la Alimentación, celebrada en Roma en noviembre de 1974. Poco después lo enviaron de embajador a Cuba, para luego regresar al país como parte del equipo de campaña de José López Portillo. Más de dos lo veían despachando a fines de 1976 como secretario de agricultura. No fue así y su premio de consolación fue el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Su desempeño en esta institución fue polémico y no faltaron quienes lo tacharan de "frívolo", pero debe reconocerse que buscó y obtuvo apoyo presupuestal para los centros de investigación y la formación de cuadros científicos y técnicos. Además, tuvo la visión de editar una excelente serie sobre ciencia y literatura. Defendió la política petrolera en boga durante el sexenio de la abundancia.

Al dejar el Conacyt, a fines de 1982, regresó a lo que era su pasión: el análisis de los problemas económicos. Mal aconsejado, colaboró brevemente en el Excélsior, de Regino Díaz Redondo. Se distrajo también en escribir sus memorias, de las que alcanzó a publicar el primer tomo, el cual desató no pocos comentarios por las confesiones subidas de color sobre su generación.

Edmundo supo cultivar la amistad lo mismo con científicos que con intelectuales y, a diferencia de la tecnocracia actual, la egresada de las universidades privadas, poseía vasta cultura. Su salud decayó en los últimos años, pero tuvo la suerte de tener a su lado a Mirta, dama que siempre supo brindarle cariño y apoyo.

Edmundo es uno de los economistas mexicanos más conocidos y respetados dentro y fuera del país. Algunas de sus audaces propuestas sobre cómo alcanzar el tantas veces prometido desarrollo no han perdido vigencia: millones de campesinos siguen sumidos en la pobreza y el sector agrícola en crisis.

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