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México D.F. Sábado 27 de noviembre de 2004

Peter Rosset *

El bueno, el malo y el feo: las políticas agrarias del Banco Mundial

En diciembre próximo representantes de movimientos campesinos de todo el mundo se congregarán, junto con especialistas en políticas de reforma agraria, en el Foro Mundial de la Reforma Agraria, que se realizará en Valencia, España. Un punto a destacar en la agenda es desmitificar el discurso promocional que emana del Banco Mundial en el asunto de la reforma agraria, y la organización de una campaña global para luchar contra los impactos perniciosos de las políticas agrarias del banco.

De hecho, las cambios recientes en las políticas del Banco Mundial respecto de la tierra nos recuerdan el título de la vieja película de Clint Eastwood El bueno, el malo y el feo. En este caso lo "bueno" es que el banco ha "descubierto" que cuando un país tiene una distribución de la tierra muy inequitativa, y que por consiguiente gente pobre en áreas rurales carece del acceso a los recursos productivos, se resiente el desarrollo económico en general. Esto es por supuesto lógico, puesto que cuando la mayoría de la población de un país queda prácticamente excluida de la economía nacional, resulta imposible un desarrollo económico con base amplia.

Ello no es ninguna noticia para quienes han estudiado el tema desde hace décadas, salvo el hecho que, como resultado, el Banco Mundial ahora dice estar en favor de la reforma agraria como solución a esta situación común a muchos países. Desafortunadamente, lo que el banco entiende por "reforma agraria" está muy lejos de lo que reivindican las organizaciones de los sin tierra.

Lo "malo" entonces, es que el Banco Mundial no se ha asociado al grito global por la expropiación de las propiedades excesivamente extensas de los super-ricos, y por su redistribución a los pobres sin tierra. No ha reconocido realmente lo que está claro para la mayoría de la gente: que las propiedades agrarias descomunales en manos de unos pocos, en medio de la pobreza de muchos, son moralmente perversas y hacen imposible el desarrollo.

El banco más bien está utilizando la retórica de la reforma agraria para presionar por "la facilitación de los mercados agrarios", donde la tierra puede ser comprada y vendida como mercancía, sin tener en cuenta que el sustento de la gente está en juego. Con este fin, el banco ha impulsado políticas para privatizar las tierras públicas y para dividir las propiedades comunales en pequeñas parcelas, con títulos individuales de propiedad que pueden ser vendidas. La consecuencia de poner a merced de las fuerzas del mercado el acceso a la tierra de la gente pobre e indígena generalmente ha sido desastroso; ha provocado ventas masivas desesperadas por parte de los pobres, nuevas oleadas de concentración de la tierra para la gente rica, y una más profunda miseria para la mayoría rural.

El Banco Mundial también ha impulsado una estrategia de "banco de tierras" en varios países, en donde se induce a los muy pobres a contratar préstamos con altas tasas de interés para comprar la tierra de mala calidad que los propietarios ricos desean vender, a precios supuestamente "del mercado", que son a menudo mucho mayores al valor verdadero. Ello equivale a regalar fondos fiscales a los propietarios ricos a cambio de tierras sin valor y de baja fertilidad. El peso de las deudas que las familias supuestamente beneficiarias tienen que asumir es imposible de superar en la mayoría de los casos, dada la escasa productividad de la tierra adquirida y el costo de este tipo de "reforma agraria" es tan prohibitivo -puesto que la existencia misma del programa causa la inflación de los precios de la tierra- que en cualquier caso no es práctico.

El término "feo" lo reservamos al hecho de que el Banco Mundial apunta con sus programas del banco de tierras hacia los países donde los movimientos populares están más activos y exitosos en la ocupación de la tierra ociosa, como en Brasil, donde el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) ha colocado a la reforma agraria en la agenda de debate nacional. El Banco Mundial intenta despolitizar el tema de la tierra, en tales casos, desplazando la reforma agraria del ámbito de la política hacia el ámbito del mercado, a la vez que intenta socavar el apoyo para los movimientos más exitosos.

Lo trágico es que la dimensión de la privación de tierras es tan grande que únicamente una solución desde el ámbito de las políticas y de la acción política puede responder a su magnitud, mientras que los enfoques basados en el mercado, en el mejor de los casos, apenas topan los márgenes del problema. Al socavar la lucha política por la reforma agraria verdadera, el banco la empuja cada vez más lejos de alcanzar.

* Peter Rosset es co-coordinador de la Red de Investigación-Acción sobre la Tierra (http://www.acciontierra.org ) y miembro del Comité Internacional de Planificación del Foro Mundial sobre la Reforma Agraria a realizarse del 5 al 8 de diciembre de 2004 en Valencia, España (http://www.fmra.org ).

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