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México D.F. Lunes 22 de noviembre de 2004

Carlos Fazio

Fracasó Rumsfeld en Quito

La relección de George W. Bush coloca la seguridad internacional y hemisférica ante una situación de riesgo. Legitimado por el voto conservador y de los fundamentalistas cristianos, con mayoría republicana en el Congreso, es previsible que el presidente de Estados Unidos profundice sus políticas militaristas bajo el comodín de la "guerra al terrorismo". La sustitución del secretario de Estado, Colin Powell, por Condoleezza Rice, y el nombramiento de Alberto Gonzales como procurador general, parecen confirmar la hipótesis de que en su segundo mandato Bush seguirá acentuando la línea belicista. Se ha dicho que con Rice se consolida el control del vicepresidente Dick Cheney sobre todo el aparato de política exterior. Gonzales es el ex asesor legal de la Casa Blanca que declaró "obsoleta" la Convención de Ginebra y abrió el camino hacia la validez de la tortura en el interrogatorio a prisioneros de guerra. Asimismo, las primeras medidas adoptadas por Porter Goss en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) sugieren una reorganización del aparato de seguridad nacional, lo que apunta a un mayor control de la Casa Blanca sobre la diplomacia de guerra.

Con respecto a América Latina, estudios recientes en Washington señalan que desde hace un par de años la agenda hemisférica dejó de ser asunto del Departamento de Estado y pasó a ser un tema del Pentágono y del Comando Sur. Es decir, que dejó de ser un asunto político para convertirse en un tema netamente militar. Un dato elocuente: mientras el responsable de la política exterior Powell visitó Latinoamérica tres veces en cuatro años, el ex jefe del Comando Sur, general James Hill, lo hizo 84 veces en dos años. La mayoría de sus viajes estuvieron vinculados con el control social de los países latinoamericanos, incluyendo "sugerencias" para que ejércitos y policías nacionales cumplieran su papel fronteras adentro.

El viernes culminó en Quito, Ecuador, la sexta Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas. Allí, en el contexto de la discusión sobre las "Nuevas concepciones de la seguridad y la defensa y sus implicaciones para la estructura de la seguridad hemisférica", el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, volvió a insistir en la necesidad de la "cooperación" (regional) en materia de seguridad para vencer al "terrorismo" y a lo que llamó "guerrillas internacionales", en alusión al dato no comprobado de que los grupos islámicos Hezbolá y Hamas estarían "recaudando fondos en América Latina". En clara alusión al planteo de Rumsfeld, Brasil puntualizó que en Sudamérica no existen "fundamentalismos" religiosos o étnicos. La propaganda de guerra del Pentágono insiste que en la llamada Triple Frontera, como se ha dado en llamar al punto de encuentro territorial de las ciudades de Puerto Iguazú (Argentina), Foz de Iguazú (Brasil) y Ciudad del Este (Paraguay), área de importancia geopolítica por ser la llave de acceso a la región amazónica desde el sur del hemisferio, existen "células dormidas" del "terrorismo islámico".

En la reunión, Washington utilizó a Colombia como vocero de su iniciativa acerca de la creación de una "fuerza multinacional" (militar) para combatir la narcoguerrilla. La propuesta fue rechazada por un bloque integrado por Brasil, Argentina, Venezuela y Bolivia, que sostiene que las principales "amenazas" a la seguridad hemisférica son la pobreza y el hambre. El grupo se opuso también a un planteo del presidente de Colombia, Alvaro Uribe, para que la Organización de Estados Americanos (OEA) elabore una lista de terroristas y grupos insurgentes de la región, a fin de evitar que obtengan visas y circulen por las diferentes naciones, para que de esa manera se puedan perseguir y controlar.

La propuesta de Rumsfeld insistía en el viejo anhelo de Washington de modificar la "misión" de la Junta Interamericana de Defensa (JID) para dotarla de capacidad operativa como fuerza multinacional de despliegue rápido bajo el mando del Pentágono, para intervenir en cualquier parte del hemisferio, con la excusa, ahora, del combate al terrorismo. Lo que convertiría a la JID en el brazo armado de la OEA. Pero el vicepresidente y titular de Defensa brasileño, José Alençar, señaló que el objetivo de las fuerzas armadas es defender la integridad territorial. En sentido contrario a la intención estadunidense de crear un bloque antiterrorista, la declaración final de la conferencia estableció que "cada Estado tiene el derecho soberano de identificar sus propias prioridades nacionales de seguridad y defensa". Asimismo, defiende la definición de sus "estrategias, planes y acciones para hacer frente a las amenazas, conforme a su ordenamiento jurídico y con el pleno respeto del derecho internacional".

En relación con la JID, Alençar recordó que ya existe una instancia apropiada para examinar las necesidades y formas de cooperación ante las nuevas amenazas, incluido el terrorismo. Dijo que en la Comisión de Seguridad Hemisférica de la OEA "hemos debatido el papel de las instituciones interamericanas". Y agregó: "Nuestros gobiernos han acordado que la Junta Interamericana de Defensa siga siendo un organismo de asesoría técnico-militar de la OEA, sin funciones operativas". La delegación de Estados Unidos regresó a Washington sin haber obtenido un nuevo consenso doctrinario y una óptica militar regional común, subordinada a la Estrategia de Seguridad Nacional, presentada por Bush en la Casa Blanca el 20 de septiembre de 2002. Esa estrategia define como "enemigos" a los estados canallas y grupos calificados genéricamente de terroristas, contra quienes, al margen del derecho internacional, el Pentágono y la CIA vienen aplicando la doctrina Bush de guerra preventiva y asesinato selectivo.

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