Amapola Basquiat Haber
sido asistente personal de andy warhol le ha servido siempre a betty parker
para mantener su propio nombre alejado del olvido. Aún ahora, cuando
han pasado muchos años desde que vive retirada en un pequeño
poblado del estado de nueva york cerca de las montañas castkill,
recuerda y hace públicos ciertos episodios explosivos de la vida
del artista. Pese a la polvareda que de vez en cuando levanta, casi nadie
le cree. Se piensa que su imaginación produce sucesos que si bien
aparecen como imposibles, al menos son poseedores de una lógica
que los hace verosímiles. La señora betty parker sabe bien
que en el circuito de arte neoyorquino el legado de warhol no ha sido todavía
superado. Que todo lo que vino después fue una suerte de imitación.
Una farsa sin solución de continuidad, como queda demostrado con
el desastroso estado del arte contemporáneo. Es por eso que, de
cuando en cuando, toma el teléfono y marca el número de las
redacciones de arts news o art in américa. Confía en que
los editores y periodistas conocidos de toda la vida la escucharán,
sin embargo parece no notar que la oyen con una cada vez más mermada
atención. Pero de un tiempo a esta parte este estado de cosas ha
sufrido ligeros cambios. La información de la señora parker
ha empezado a ocupar nuevamente lugares destacados, no sólo en las
revistas habituales sino también en otros medios como el village
voice y el new yorker. Es que betty parker parece haber comenzado a recordar
de pronto importantes aspectos de la relación que mantuvo jean michel
basquiat con andy warhol.
Y sus nuevos recuerdos llegaron con una claridad y lógica asombrosas.
Es como si la etapa de su labor como asistente hubiera estado definitivamente
sepultada y, en forma intempestiva, mientras se dedicaba a las tareas de
horticultura o mientras contemplaba el vasto panorama visible desde su
terraza, hubiera retornado a ella la vívida imagen de ese muchacho
negro considerado por algunos como una especie de santo de la modernidad
entrando con desparpajo a su pequeña oficina. Él en cierto
momento llegó incluso, amparado quizá en la seguridad que
warhol le otorgaba, a darle una serie de órdenes. Cada una más
disparatada que la anterior. Para la señora parker es aquel el momento,
cuando basquiat se siente capaz incluso de mandar en un espacio que siempre
le fue ajeno, el que marca la caída del artista. Hasta entonces
jean michel basquiat era considerado una especie de príncipe del
asfalto, capaz de reorganizar artísticamente una realidad con elementos
que nunca antes se habían vinculado entre sí. Habría
que preguntarle a betty parker por qué repite tanto eso del fin
de la carrera de basquiat. ¿Qué entiende ella por la "caída
del artista"? Habría que interrogarla no sólo con relación
a basquiat sino también con respecto a los músicos del velvet
underground, la activista patty smith o sobre el trabajo de mapplethorpe.
Al escucharla da la impresión de que la señora parker únicamente
considera artistas no caídos a creadores como rauschenberg o schnabel.
Aunque, deteniéndose un poco, se comprueba que en realidad no está
interesada del todo en estos temas. Da la impresión de querer al
mismo tiempo mantener su retiro en el campo y que su voz sea escuchada.
Una voz ajada y distorsionada en extremo. Nadie sabe por qué warhol
tomó a una mujer tan simple como su asistente personal. Al principio
pensaron que se trataba de una excentricidad más, pero ahora frente
a los recuerdos que empiezan a fluir de esa mujer convertida ya en una
anciana, se intuyen algunas de las posibles razones de aquella tan insólita
contratación. Lo más lógico es suponer que la señora
parker tampoco está interesada en saber hasta qué punto la
propuesta artística de jean michel basquiat pudo ser manipulada
por su entorno. Hasta qué punto puede ser extraño que un
artista que se presentaba como un neo-salvaje de la cultura tuviera tan
demarcado, y de manera tan consciente además, su propio territorio.
¿Serán acaso tan naturales y fáciles de conocer las
leyes que rigen el arte norteamericano, las que vinculan necesariamente
a la obra con quien la produce? ¿Habrá intuido basquiat que
para hacer lo que quería hacer tenía él mismo como
personaje que tener las características de la mezcla racial, de
una sórdida experiencia urbana y el acceso casual de niño
a imágenes artísticas que no habían supuestamente
sido creadas para él? La señora parker, más preocupada
porque su nombre no quede en el olvido y por el efecto que el cambio de
estación causará a sus amapolas, parece consciente de que
lo que tenga que decir acerca de basquiat y warhol es su verdadera razón
de ser. Los demás secretos ya se agotaron. No precisamente porque
hubiesen sido dichos a lo largo del tiempo, sino quizá porque paradójicamente
el mismo warhol, en su afán por mantener la apariencia de que todo
lo que hacía quedaba siempre sin terminar, dejó sobrediseñada
su propia memoria. Quizá sólo para hacer evidente ese juego,
puede ser útil la presencia de una mujer como la señora parker.
Posiblemente las palabras que ella parece todavía dispuesta a emitir
acerca de warhol y basquiat permitan hallar los hilos de lo fragmentario,
la reconstrucción de las verdades dichas a medias, de la adecuación
del mito en un punto por debajo de las personas involucradas. Por eso es
de cuidado la información que pueda emitirse bajo estas circunstancias.
Nuestra señora ya ha comenzado a brindar episodios que deben ser
tomados con pinzas. Por ejemplo, semanas atrás habló del
accidente de tránsito que sufrió jean michel basquiat siendo
niño. No hace falta escuchar con detalle sus palabras para imaginar
la escena. El barrio marginal, la carencia de espacio público, las
madres yendo de un lado a otro agobiadas por inagotables tareas domésticas,
los malandrines apostados en las puertas de los edificios destartalados.
No podía faltar, por supuesto, el grupo de muchachos corriendo tras
una pelota. El accidente sufrido por jean michel basquiat está de
este modo precisado, intuido, antelado. Si el causante de la tragedia es
el chofer de una camioneta de reparto tanto mejor. Como primera escena
de una película de realismo social es perfecta. Luego veremos al
niño hospitalizado presa de una larga recuperación. La madre
entonces le obsequia el libro mágico, el clásico tratado
del cuerpo humano que utilizan los estudiantes tanto de arte como de anatomía.
No nos hace falta saber, ni por un instante, qué pensaba jean michel
basquiat acerca de la situación en la que se encontraba sumergido,
qué estrategias estaba urdiendo para lograr la supervivencia. La
retórica de la situación es de tal magnitud que su sola forma
presupone el contenido. ¿Comenzaría el mito basquiat en este
momento? Según como la señora parker cuenta las cosas, tiene
su posible inicio más bien cuando el humilde chofer de la camioneta
de reparto se dispone a comenzar su rutina diaria. Aunque algunos lo situarían
en la llegada de los primeros esclavos. Otros cuando se les dio la libertad.
O también pueden considerarse instantes perfectos el asesinato de
malcolm x o el concierto final de un charlie parker viejo y enfermo. Cualquiera
puede ser el momento ideal pues no queremos pensar que el mito se urde
verdaderamente en el huerto de un pueblo perdido en el valle del río
hudson. La recomposición de las piezas claves de la historia pueden
perfectamente aparecer por sí mismas mientras la señora parker
duda si cambiar el abono que usa habitualmente por uno artificial del que
ha oído. En ese instante de ausencia es posible que se presente
el detalle que faltaba para conocer las verdaderas causas por las que jean
michel basquiat lucía al mismo tiempo novias y novios. Las razones
por las que mientras intentaba convertirse en lo más parecido a
un santo contemporáneo terminaba en cualquier esquina derrotado
por la heroína. Las motivaciones por las que después de haber
pretendido tomar por asalto las paredes de la ciudad con agresivos y misteriosos
graffiti haya consentido en pasear de tarde tomando la mano de un
estragado andy warhol. ¿Estarían yendo a una función
del cine angélica o a mantener sexo fuerte en alguna habitación
de bleeker street? Lo más seguro es que fueran al té de las
cinco como dos antiguas damas. En ese entonces warhol ya tenía claro
que el efecto de los dos dachsund a su lado no podía compararse
con el producido por sus caminatas vespertinas junto al artista. Ojalá
las palabras de la señora parker lleguen a aclarar lo real de esas
situaciones. Porque parece imposible de creer que las conductas públicas
de warhol y basquiat hayan sido lo fundamental. Da la impresión
sin embargo que la señora parker se encuentra demasiado ensimismada
con sus asuntos como para estar dispuesta a aclararnos alguna duda. Sólo
parece bastarle con decir que va a revelar ciertas verdades. A
nadie parece importarle realmente el contenido. El basquiat atormentado
y genial que todos conocemos se expone en las galerías y en los
museos. ¿Hay algo que agregar aparte de decir que le gustaba colocarle
coronas a sus reyes negros y poner en palabras sobre el lienzo una serie
de ideas, de frases, de una obviedad desconcertante? ¿Se necesitará
tener un tipo particular de inteligencia para ser alguien como basquiat?,
pueden ser preguntas dirigidas a la señora parker, quien en su mesa
del teléfono tiene una libreta con los números de los responsables
de las más importantes revistas. Acostumbra cuando la abandona el
estado de ensoñación que la naturaleza suele producirle.
El distante sonido del tren al que a veces pone atención le da la
confianza de constatar que no se encuentra alejada del todo. Sabe que en
pocas horas ese tren estará entrando en la ciudad, que pasará
por túneles y bloques de cemento que merecen inacabables graffiti.
"Basquiat me daba órdenes. Se las voy a describir", ensaya informar
en una próxima entrevista. "Lo que basquiat tenía que decir
no tenía absolutamente nada que ver con lo que supuestamente dijo,
los dioses coronados y el falso
naive de sus obras está allí
para demostrarlo", puede ser el comienzo de otra. "Siempre supe que las
alusiones al nazismo no eran más que una broma." Pero de pronto
la señora betty parker decide hacer la llamada definitiva. Ha guardado
sus instrumentos de horticultura. Está atardeciendo. El invierno
se aproxima. La señora parker se encuentra de pie frente a la ventana
principal de su casa. Cerrando con una mano la bata que lleva puesta y
sosteniendo con la otra el auricular del teléfono está dispuesta
a comunicar una idea que por mucho tiempo no la dejó tranquila.
Esa tarde llamará a las redacciones de las principales revistas
para sostener que el pintor neoyorquino jean michel basquiat, muerto a
la temprana edad de 28 años, nunca existió.
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