Jornada Semanal, domingo 21 de noviembre de 2004        núm. 507

HUGO GUTIÉRREZ VEGA

TEORÍA GRIEGA

El olor de los pinos embalsamaba el aire de la isla. El barco atracó en el puerto de casas blancas y azules. Brillaban las cúpulas de una pequeña iglesia bizantina. Las luces de la atardecida le daban un tono dorado y la leve neblina veraniega hacía indecisos los contornos de los callejones y de la plaza principal rodeada de cafeterías y de tabernas. Me senté a tomar un café con el poeta Tasos Denegris. Tasos tiene una apariencia melancólica, pero, en el fondo de su alma, se mueve casi imperceptiblemente una clara alegría de vivir y de gozar los alimentos terrenales. Dedicamos la última hora de la tarde a recordar a su tocayo, el poeta Tasos Livaditis. Tuvimos muy presente uno de sus poemas en el que habla de sus ritos nocturnos, el somnífero prescrito por su médico y la sábana bien doblada a la mañana siguiente "como después de una ejecución".

Se necesita mucho tiempo y muchas atardecidas para comentar la poesía moderna de Grecia. Piense el lector cuánto nos llevaría hablar de las obras de Kavafis, Elytis, Seferis, Embirikos, Ritsos, Engonópoulos, Kavadías, Karouzos, Bretakos, Valaoritis, Maia María Rousso, Kikí Dimoulá, Katerina Angelaki y muchos, pero muchos más.

Otra tarde (recuerden mis amables lectores que en las mañanas este bazarista se parece al Conde Drácula) en Salónica, hablé largo y tendido con Takis Varvitsiotis sobre el poeta, ensayista y psicoanalista Embirikos. Terminaba nuestra cena en una psarotaberna y, ante nosotros, estaban los restos de un inmenso pescado que había recibido el homenaje de una perfecta cocción.

Comíamos un delicado "jalbá", el gran dulce del norte de Grecia y estaba a punto de llegar el café, cuando nos referimos a la gigantesca novela (nueve tomos) de Embirikos. Discutimos la calificación de pornográfica hecha por algunos críticos, pero con el objeto de evitar polémicas con los etiquetadores, aceptamos gozosamente el término "pornográfico", concebido como una serie de estímulos a una de las actividades esenciales de nuestro cuerpo que pocos buenos momentos tiene en la vida, y lo asedian la desdicha, la enfermedad y la muerte. ¡Benditos sean esos pocos momentos dorados! Ellos y sus recuerdos nos mejoran los últimos años. Poeta surrealista, Embirikos tuvo una intensa relación con sus colegas franceses (Elytis, en algún momento de su vida se afilió también al surrealismo) y llevó a las letras griegas algunos de los métodos de Breton y sus seguidores. El crítico Vicente Fernández, catedrático de la Universidad de Málaga, hace patentes estos aspectos en sus excelentes traducciones de la poesía de Embirikos.

Conocí a Elytis en Madrid poco después de que le entregaran el Premio Nobel. Le hicimos un homenaje en el Centro Cultural de la Villa de Madrid y cenamos en una fonda popular con un grupo de poetas peninsulares. Elytis habló de su idea de la poesía y nos expuso, con sencillez notable, algunas ideas estéticas. Aficionado a la pintura, una buena parte de su admiración se dedicaba al pintor popular Teóphilos. A últimas fechas han aparecido en México los ensayos de Elytis traducidos por Francisco Torres Córdova. Hago una pausa para festejar al maestro de la traducción literaria neogriega, el chileno Miguel Castillo Didier. Su trabajo es colosal y va de la poesía de los Kleftes (guerrilleros que luchaban contra la dominación otomana), el Erotócritos de Kornaros, obra fundamental del renacimiento cretense, los poetas del heptaneso y la Odisea, de Kazantzakis, hasta llegar a los escritores modernos y contemporáneos.

En fin... se necesitan muchas tardes en el café isleño para recordar nombres y obras de los poetas griegos modernos.