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México D.F. Domingo 14 de noviembre de 2004

Rolando Cordera Campos

Carnaval de renuncias

Sin orden ni perspectiva, los partidos se ganan la regañada de fin de año de los industriales organizados, pero esta vez no se salvó ni la Secretaría de Hacienda. Para la empresa, lo fiscal se ha vuelto un caos, y para los encargados de sortearlo, un mero divertimento. Así las cosas, lo que tendremos al final de la jornada será el reiterado galimatías financiero que afectará a los más débiles: la educación, la ciencia y la tecnología, los pobres más pobres y los estados con menos capacidad de muñequeo a la hora de repartir las migajas. Un Estado más débil, horadado por la penuria y la corrosión política, que ya ni palos de ciego da.

El espectáculo es ya rutinario, pero no deja de ser grave. A última hora, esta vez de noviembre pero para el caso es lo mismo, diputados y senadores se disputan el ábaco y buscan enmendarle la plana a la Secretaría de Hacienda en sus estimaciones sobre el precio esperado del petróleo, o peor aún, en sus metas de déficit fiscal, sin que nadie de dentro del casino en que se ha convertido el Congreso a la hora de los impuestos o el presupuesto se tome la molestia de explicar el o los significados de lo corregido o propuesto. Todo es una danza de millones que ofrecerán bonos de la virtualidad o de la esperanza, pero no proyecciones consistentes sobre lo que realmente se puede hacer de nuevo o de renovador en materia de infraestructura, asistencia social y protección, educación o investigación básica o aplicada.

El "gobierno del cambio" consiguió despojar al presupuesto de su tradición y dignidad clásica. Ya no están los proyectos y visiones del Estado acotados por el calendario, sino un juego de abalorios que se acomoda a un solo criterio: reducir a su mínima expresión el déficit fiscal. Esta meta es la que organiza los trabajos y días de Hacienda, pero es también la que reclama la energía gastada de partidos, legisladores, empresarios y cabilderos. Un país al borde del caos, cuyos dirigentes no ven más allá de sus narices. No sólo eso: al reducir el presupuesto a una suma mal hecha en las oficinas herederas de Limantour, el resto del gobierno se vuelve una suma deshilachada de cabilderos que cortejan diputados y les piden aumentos en sus asignaciones, haciendo evidente el fin del presupuesto como ejercicio público, de Estado. Es, se dice en los pasillos de San Lázaro, la decisión de Gil Díaz y, bueno, también la firma del Presidente.

No parece haber salida que ofrezca un real despeje de esta ecuación siniestra. Sin plan impositivo alguno, el gobierno ordeña a Pemex y los diputados nos prometen un "nuevo" régimen fiscal para la empresa petrolera, sin poner remedio alguno a la falta de recursos frescos para el resto de la acción pública, en tanto que aceptan en lo fundamental el criterio maestro, casi dictatorial, del déficit "cero". Conclusión: si Pemex no aporta lo necesario para completar el raquítico presupuesto, gracias a la bondadosa reforma legislativa en su favor, o se rompe la regla de uranio (radioactivo) en materia de déficit o se vuelve a la ronda de recortes y disputas de medio año que no resulta sino en más irracionalidad presupuestaria y descontento regional. Y, claro, en la grotesca manifestación de mayo de los profesores de parte del país que revelan en vivo la enorme pobreza educativa de México.

En harapos, el país se aproxima a su cita de las citas bombardeado por el frenesí videoasta que reclama el máximo de su energía, de por sí mermada por la mediocridad del crecimiento económico y el deterioro galopante del lenguaje político. Sin agarraderas en un Estado desmantelado y con legitimidad en entredicho, la sociedad decide arreglárselas por su cuenta y deja la política a unos políticos que perdieron la clave más elemental de comunicación con sus bases.

Todo es una tómbola, salvo la vida pública que se despliega con la reiterada certeza del peligro. Renunciar al Estado so pretexto de la libertad y la democracia; renunciar al desarrollo en aras de una estabilidad de oropel. ƑQué nos falta?

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