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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 26 de octubre de 2004

Pasó casi 3 años en prisión luego de que una italiana lo acusó de intentar matarla

Pesadilla de turista mexicano en Cuba; fue encarcelado sin pruebas contundentes

Ahora se encuentra libre; el Ministerio de Justicia de La Habana ordenó su expulsión de la isla El procesado presentó 15 testigos que ratificaron su versión de los hechos

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 25 de octubre. A sus 25 años, Alberto García Morales era un exitoso subgerente de ventas de una editorial mexicana. Padre soltero, sostén de su familia, vino a Cuba en un viaje de premio por sus méritos en el trabajo.

En Cuba vivió 12 horas que cambiaron su vida y lo mantuvieron privado de su libertad -detenido, procesado bajo fianza y luego encarcelado- durante dos años y ocho meses.

Este lunes fue expulsado de la isla. Aquí sigue condenado a siete años de prisión, pero en México está libre.

ƑEra realmente culpable de asalto con violencia o fue víctima de un fallo injusto?

Vacaciones en Varadero

Caía la tarde del 16 de febrero de 2002 cuando unos 200 mexicanos llegaron al balneario de Varadero, en uno de los grupos que diariamente mueve Viñales Tours, la principal operadora de viajes de recreo entre Cuba y México.

Alberto venía en el paquete, que había ganado por su desempeño en Ediciones Culturales Internacionales del Distrito Federal, igual que otros empleados de la empresa.

Lo que ocurrió a partir de ese momento fue reconstruido por Alberto para su defensa, en un relato al que tuvo acceso La Jornada y que en trazos gruesos sostiene esta versión:

El grupo se hospeda en el hotel Arenas Blancas, uno de los más famosos de Varadero. A las diez de la noche Alberto deambula cerca de la piscina y conoce a una italiana gruesa, de piel clara pero bronceada, cabello oscuro semiondulado, cuarentona. Se llama Katia Conti. Conversan y al cabo de un tiempo la mujer le echa un brazo encima y le toma las manos. Los mexicanos pasan enfrente y le hacen burla: está ligando con una "abuelita". Alberto se deshace de Katia y sale con su grupo a una discoteca. Ahí reaparece la italiana, pero él la esquiva.

Tras horas de baile y copas, llega la madrugada y cierra la disco. Fuera del lugar dos cubanos se le acercan. Le dicen que tienen hambre, que les ayude. Alberto accede y sube a un taxi con ellos. Son casi las cinco de la mañana cuando entran a una pizzería. Comen pollo y beben cerveza. Salen del lugar y toman otro taxi al Arenas Blancas. No bajan del auto en la entrada, sino en un extremo del hotel. Alberto intenta despedirse de los desconocidos, pero uno lo golpea. El cae y siente el asalto: le quitan la cartera con dinero, credencial del IFE, tarjetas de crédito... todo.

Robado y golpeado, sangrando de la ceja izquierda, camina hacia la entrada del hotel y pide ayuda al primero que encuentra: un guardia de seguridad. Este no lo socorre, lo jala de una mano y le habla de "un problema". Alberto replica manoteando. El guardia lo golpea del lado derecho de la cara.

Por fin entra Alberto al hotel. En el vestíbulo hay una mujer gritando, que lo ve y dice: "Es él". Un empleado se acerca y le dice a Alberto que esa mujer lo acusa de haber entrado en su habitación.

Alberto no entiende por qué lo acusan de algo en el hotel, si salió de ahí a las once y media de la noche, pasó varias horas en la discoteca Havana Club, luego estuvo en la pizzería Capri y terminó asaltado y golpeado casi al amanecer a las puertas del Arenas Blancas.

La mujer lo acusa de intentar matarla en su propio cuarto, mientras ella dormía, ahogándola con una almohada, y de robarle un celular y unos anteojos de sol. Es Katia Conti.

ƑTodo a favor?

La defensora de Alberto, Mercedes de la Caridad Rodríguez, del Bufete de Servicios Legales Especializados de Varadero, dijo a este diario que el mexicano tuvo todas las pruebas a su favor: sus huellas no aparecieron entre las que se tomaron en la habitación de Katia; el celular de la denuncia apareció sin huellas; no había rastros de violencia en la puerta de la habitación ni en la del balcón y, sobre todo, 15 testigos, cubanos y mexicanos, confirmaron paso a paso el recorrido de Alberto de toda esa noche.

La abogada refutó las conclusiones de la fiscalía porque "se aíslan totalmente de la verdad". Por ejemplo, la acusación dijo cómo Alberto supuestamente huyó de la habitación de Katia, pero no precisó cómo entró; dijo que el mexicano se hirió en la huida, pero no se encontraron rastros de esa eventualidad. Mercedes reclamó además que no se hubiera investigado el asalto al mexicano, que Alberto denunció.

Frente a esos alegatos, la fiscalía sólo tuvo la palabra de Katia Conti, cuya conducta ha sido descrita por la camarera y funcionarios consulares mexicanos que la entrevistaron como "rara" e "inestable".

La italiana terminó sus vacaciones en Cuba y regresó a Milán. Cinco días después de los hechos, Alberto ingresó en el Combinado del Sur, una prisión juvenil de Matanzas. Al mes y medio quedó en libertad provisional con una fianza de 3 mil dólares.

Sus vacaciones abruptamente interrumpidas lo alejaron de su hijo de siete años, de su madre y su hermana. La empresa le siguió pagando unos meses, alguno de sus jefes y compañeros vinieron a darle ánimos y a testificar. Pero después de un tiempo el dinero le empezó a escasear y no había soluciones. La embajada de México se convirtió en su respaldo.

Fue a juicio en la ciudad de Cárdenas el 15 y el 31 de octubre de 2002. El 15 de noviembre de ese año el Tribunal Provincial Popular de Matanzas lo encontró culpable de asalto agravado con violencia y lo condenó a siete años de prisión.

Pero "las pruebas aportadas no demostraron la culpabilidad" y por tanto quedó "una duda razonable" en el proceso, dijo Jesús Riaño, director del bufete. "No hay prueba material y no estamos convencidos de que se haya comprobado su culpabilidad".

Riaño, abogado veterano con 34 años de ejercicio profesional, citó en forma de reflexión a su autor favorito, el argentino Luigi Ferrapoli: "Si la historia de las prisiones es una historia de horrores, la historia de los procesos es una historia de errores".

Alberto apeló en dos ocasiones al Tribunal Supremo. Ganó el primer recurso pero el Tribunal Provincial confirmó su sentencia. Perdió la segunda apelación. El 5 de febrero de este año Alberto fue trasladado a la prisión para extranjeros La Condesa, en la población de Güira de Melena, al sureste de La Habana.

Desistió de acudir al recurso de revisión, que implicaría abrir el expediente.

El pasado 15 de octubre fue notificado de que el Ministerio de Justicia ordenó su expulsión del país, lo cual le impide regresar a Cuba, donde la causa está vigente.

La expulsión es la respuesta oficial a la petición de Alberto, tramitada por la embajada mexicana, de ser enviado a México a extinguir el resto de la sentencia, de acuerdo con un tratado bilateral.

Al rehusar ese procedimiento, la autoridad cubana permite que Alberto recupere la libertad, pero no anula el proceso ni la sentencia. Y, por supuesto, los años de cárcel nadie se los repone.

"Es una solución humana", dijo Riaño. "Creo que podría pedir la revisión del caso, a través de un abogado, para que quede completamente limpia su imagen."

El viernes pasado Alberto recibió un documento de viaje en el consulado mexicano. En un vuelo comercial regresó esta tarde al Distrito Federal.

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