La Jornada Semanal,   domingo 24 de octubre  de 2004        núm. 503
 

Roberto Garza Iturbide

Todos contra el alcalde 
(un relato verdadero)

Un hombre de larga trayectoria política fue electo alcalde de la capital del país. En los setenta había logrado lo increíble: unificar a las fuerzas de izquierda y a sectores escindidos de los partidos tradicionales de Uruguay en un Frente Amplio. Tres décadas después, se perfilaba como el político con mayor posibilidad de ganar la Presidencia.

Los partidos Nacional y Colorado, que compartían el poder desde mediados del siglo xix, conjuraron en cónclave una estrategia para impedir que el popular alcalde llegara al poder. Así, dieciocho meses antes de las elecciones federales, presentaron en el Congreso una polémica iniciativa de reforma a la ley electoral: ¡que gane el candidato que obtenga la mayoría absoluta!, es decir, el cincuenta por ciento más uno de los votos. Si ninguno de los candidatos logra dicho porcentaje en las elecciones, se procederá a una segunda vuelta (o balotaje) entre los dos candidatos con mejor votación. 

Luego de un férreo debate, el Congreso aprobó la reforma por ajustada mayoría. Los tribunos del pueblo, siempre combativos, exigieron al Senado que la detuviera porque consideraban "ilegítimo e inmoral" el mayoriteo de los diputados nacionales y colorados. Los senadores, fieles a su costumbre, callaron ante el reclamo popular y aprobaron el nuevo sistema electoral.

El aún alcalde de la capital se sintió tan seguro de su liderazgo que aceptó sin chistar las nuevas reglas del juego político. Tenía la cualidad de saber proyectar los embates de sus adversarios hacia el fortalecimiento propio.

Un mes antes de las elecciones, las encuestas de intención de voto lo ubicaban al frente con el cuarenta por ciento. Todo indicaba que habría segunda vuelta. Y así fue: el Frente Amplio ganó la primera contienda con el treinta y nueve por ciento de los votos; el Colorado logró treinta y uno por ciento y el Nacional dieciocho. El doce por ciento restante se lo dividieron los tres partidos chicos.

El Partido Nacional anunció de inmediato su apoyo al abanderado colorado, por ser el mejor ubicado entre ellos. La suma de sus votos era la más cercana a la mayoría absoluta: cuarenta y nueve por ciento en total. El futuro político de la República, azares de la democracia, quedó en manos de los tres partidos minoritarios. El país cayó en estado de sana incertidumbre. Dos candidatos, conservadores por cierto, declinaron en favor de la alianza colorada-nacional; y uno, fiel de la balanza, respaldó al progresista Frente Amplio.

La segunda vuelta dividió al país. Las encuestas indicaban empate con obligado margen de error. El electorado, politizado al cien, salió a votar en masa ante el inédito balotaje. Esa noche, los preliminares dieron el cincuenta y uno por ciento al candidato colorado contra cuarenta y nueve por ciento del ex alcalde. La tendencia, dijeron los expertos en la televisión, era irreversible.

La autoridad electoral, respetada por su imparcialidad, avaló el resultado cuarenta y ocho horas después de finalizada la jornada; acto seguido, el presidente saliente reconoció la victoria del candidato del Partido Colorado en cadena nacional. El ex alcalde, por su parte, aceptó la derrota del Frente Amplio y se retiró una breve temporada del juego político.

Actualmente, el combativo ex alcalde es de nueva cuenta el candidato del Frente Amplio a la presidencia de la República y las encuestas de intención de voto lo ubican al frente con cuarenta y siete por ciento de las preferencias. Está cerca, pero muy cerca de la mayoría absoluta.