Jornada Semanal, domingo 24 de octubre de 2004        núm. 503

HUGO GUTIÉRREZ VEGA

MEXICANO DE CORAZÓN

El patriotismo es el último refugio de los bribones
Samuel Johnson

Creo ser un ciudadano cumplido y formal. Voto en todas las elecciones, pago mis impuestos, critico al régimen, me apeno ante las mapacherías veracruzanas, no me explico cómo el junior Hank ganó en Tijuana, considero que el presidente es o muy candoroso o muy mentiroso, su señora esposa me provoca una sensación de desasosiego y desconcierto; los miembros del gabinete me parecen, en lo general, torpones, erráticos y bastante prepotentes; me aterra la posibilidad de que regrese el pri, pero quisiera que el pan se fuera a la brevedad posible; me disgustan los conflictos que tienen descoyuntado al prd, así como la incapacidad de sus dirigentes... En fin, soy un mexicano común y corriente, a veces perplejo, a veces divertido, a veces exasperado.

Mi patriotismo se basa en esos hechos realizados durante todos los días del año. Tal vez por eso las festividades patrias me producen un estado de crispación y un disgusto profundo. No tengo nada en contra de los ritos y las liturgias cívicas, pienso que ayudan a consolidar la unión nacional y que forman parte del rostro histórico y actual del país. Tenemos que mantener viva nuestra historia y conocer los datos principales de nuestras raíces (por eso resulta paradójico que se desgañiten con los vivaméxicos aquellos que pretenden desterrar a las culturas indígenas de los libros de texto). Como diplomático he dado el grito en varias ocasiones, vitoreando a los héroes que nos dieron patria y ondeado la bandera ante los mexicanos radicados en el extranjero y, por lo tanto, más proclives al simuerolejosdetí y al melodrama cívico. No es eso lo que me crispa y desasosiega. Busco explicaciones y me aterra la posibilidad de no ser un mexicano de corazón sino un simple mexicano por nacimiento. Todos los países celebran sus fechas cívicas. Los franceses bailan en las calles, los estadunidenses tiran cohetes en el "Mall" de Washington y escuchan a los Beach Boys mientras comen chatarra y mastican palomitas. Los del mundo árabe festejan los onomásticos de sus reyes y líderes y los españoles celebran el discutible día de la Raza... en fin... se trata de una práctica muy extendida que sirve a los políticos y da un poco de circo a los pueblos. Sigo, sin embargo, carente de algo que explique mi disgusto del 16 de septiembre. Sagaz como soy, me golpeo la frente y llego a parir torpemente la idea de que la celebración en sí no me disgusta, lo que me crispa es el manoseo que de ella hacen los monopolios televisivos. Se trata de un despliegue de vulgaridades, rastacuerismos y tonterías que abarca todo el territorio de la República. Me quedé alelado ante un locutor que, desde la plaza de Hermosillo, con grandes ademanes y tono melodramático, informaba que la patria no se acababa en Sonora. Supongo que el Departamento de Estado de los señores de arriba tomó nota de la intentona anexionista. El locutor que cubrió la ceremonia queretana nos dijo que la Corregidora Doña Josefa Ortiz de Domínguez, junto con Leona Vicario, había salido a caballo para encontrarse con el Cura Hidalgo, mientras que el de Mérida calmó nuestras sospechas separatistas al asegurar que Yucatán también es México. Pasa algo muy curioso con los locutores, pues se supone que, por razones de su oficio, deben tener facilidad de palabra y poseer los estudios necesarios para que se les conceda la licencia para perorar. Ignoro si por los efectos de la bebida nacional o por un afán de síntesis, cada vez que se les agotaba su chorro de palabras sin ton ni son, empezaban a gritar embravecidos una larga cauda de histéricos vivaméxicos. Esta garrulería es tan enervante como los gritos de mis paisanos jaliscienses ante la llegada de los mariachis.

Terminó la celebración con un espectáculo televisivo lleno de gordinflones gruperos y de melifluas luceritos. Una canción de Paquita la del Barrio me provocó un estado de beatitud y de alelamiento. Recuerdo que su letra decía al pérfido traidor: "rata inmunda", "asquerosa sabandija", "insecto repugnante". Tiene razón. Eso y más se merecen los mexicanos de un solo día al año, los machos gritones y entequilados.