15 AÑOS OJARASCA  número 90  octubre 2004

La verdadera historia de cómo llegué a sonero

Tacho Utrera Luna

jarana


Tenía como seis o siete años cuando tuve mi primer encuentro con una jarana. No estaba hecha de madera, era de plástico. Uno de mis hermanos mayores, de los que tuvo mi papá con su primera mujer, nos compró esa cosa de plástico a mi hermano Camerino y a mí.

Utrera tocaba todas las tardes después de su jornada en el campo. Yo creo que lo hacía para descansar. Nosotros nada más oíamos, porque no podíamos agarrar su guitarra por miedo a que se la rompiéramos. Entonces mi hermano Roberto le hizo hoyos a la guitarrita de plástico con un clavo caliente para ponerle clavijas, cuerdas y afinarla. Camerino empezó y luego fui yo. Empezaba un problema en mi vida de sonero jarocho: yo soy ambidiestro y tocaba por el lado zurdo. Los tres jodones hermanos mayores se divertían de lo lindo cuando nos ponían a tocar. Un buen día Camerino se encabronó porque se burlaban de él: "Mira, Tacho es más chico y te gana". Camerino quiso quitarme la jarana, la jaló del brazo y yo del cuerpo, jalones para allá, jalones para acá y la fabulosa jarana se volvió dos pedazos.

Después de ese relajo Utrera le hizo una jaranita a Camerino. Yo se la robaba cuando podía para seguir tocando. Al fin, Camerino aprendió más rápido que yo. Claro, él tocaba mucho tiempo comparado con lo que yo podía cuando le robaba la jarana. Cuando al fin pude declarar el son, Utrera me dijo: "Tacho, ven hijo, vamos a tocar".

Yo tenía siete años, muy contento que agarro la jarana, pero ya Utrera medio borracho no podía tocar limpio, se turbaba. Él comenzaba un son y yo entraba atravesado, de modo que no podíamos declarar el son. Se molestó y me regañó: "Muchachito rechingao, siempre he dicho que un músico zurdo no sirve o siempre entra mal, por eso te digo que aprendas por el lado derecho, ¿no ves que cuando estamos en un fandango las jaranas se ven mal? Unas para allá y la del zurdo para acá".

Recuerdo que ahí estaba Leonardo Cuatzozón que llamaban "El viejo", y le decía: "¿Cómo puede ser, Utrera, que tú tan buen músico y tu hijo no puede?" Así que Utrera más me regañaba --y entre más se enojaba, el méndigo viejo más jodía. Me paré de la silla de madera, dejé la jarana tirada y salí llorando. Después cuando me calmé, mi papá me llamó por segunda vez. "Ven vamos a tocar", me dijo, y le dije: "No, no vuelvo a tocar y lo siento porque vas a tener un hijo que no tocará son jarocho contigo". Y a lo lejos se oía que el viejo aunque ya casi dormido de borracho seguía jode y jode, que Dios lo tenga en buen apersogadero, como se dice en el rancho.

Entonces pensé en estudiar, pero a duras penas pude terminar la primaria y ya ni pensar en la secundaria. No había dinero y a chingarle a trabajar al campo.
Años mas tarde me volvió el gusto por el son y empecé a bailar a solas. Utrera tocaba en las tardes y yo mientras me bañaba en el arroyito que pasaba a diez metros de la casa. Me ponía a zapatear con el agua hasta el tobillo y nadie sabía que yo estaba aprendiendo solo. Un día andábamos dando parranda en El Hato y José, uno de mis hermanos mayores, andaba bailando. Yo feliz jugaba a la correteada con los demás niños. Como buen chamaco de diez años, pasé por la tarima y José que me agarra y me dice: "Baila que yo ya no puedo". Y que empiezo a bailar. Toda la gente se quedó sorprendida --igual que Utrera y mi mamá. Era un zapateado, era el mero son que me gusta tanto para bailar y de ahí fui el mejor bailador de El Hato.

Pero para tocar fue hasta que tenía 14 años en una comunidad llamada Mata de Caña, de donde es mi mamá, muy cerquita de El Hato. Se casaba una sobrina de Utrera y los invitaron a tocar. Con Utrera fue el grupo Mono Blanco y empezaron a tocar y yo parado en un rincón. Juan Pascoe se acercó y me dijo: "Oye amiguito, ¿por qué no tocas con tu papá y con tus hermanos?" Y yo que apenas conocía a ese gringo como de cariño le decimos, le dije: "Es que no puedo".

Me prestó un mosquito. Yo no estaba seguro por qué lado tocar, si por el izquierdo o por el derecho, pero buscaba por el izquierdo, entonces me acordé de lo que años atrás había pasado y empecé por el derecho pero no coordinaba el rasgueo. Juan me acomodaba los dedos en los trastes del mosquito y empecé a tocar atrás de todos. Eso fue como en mayo, y en junio en las fiestas de Tres Zapotes yo ya podía tocar algunos sones.

Gilberto Gutiérrez y Juan Pascoe siguieron visitando El Hato, por los fandangos que en ese tiempo se hacían en casa de Filiberto Pérez, el 12 de diciembre, con motivo de los velorios de la virgen de Guadalupe.

Un día invitaron a Camerino a unas tocadas por Zacatecas y Aguascalientes. Ése fue el principal motivo para aprender más, porque yo también quería salir a tocar. Años más tarde lo conseguí: en un fandango en Saltabarranca en las fiestas de San Isidro fue mi debut como bailador. De ahí Gilberto me invitó a una serie de presentaciones en un proyecto con Ofelia Medina.

Pasé a formar parte de Mono Blanco, bueno eso creo yo, y meses más tarde Gilberto me invitó a que le ayudara en la fabricación de instrumentos en su taller del Instituto Veracruzano de Cultura y comencé a hacer clavijas por varios meses, al grado que Octavio Vega y Ramón Gutiérrez, en ese entonces pertenecientes al Mono Blanco, me decían que el teatro Francisco J. Clavijero era mío, porque era yo "el clavijero de Gilberto". Me fijaba cómo hacía los instrumentos Gilberto y ponía oreja a las clases que Ramón daba de guitarra de son. Así que en la combi en la que viajamos a una de las giras por Córdoba, comencé a tocar figuras del "Pájaro Cú" que recordaba de Utrera. Todo el camino fue hacer la misma figura al grado de aburrirlos.

Cuál sería mi insistencia por aprender, que como a los tres meses, Darmacio y yo nos subimos al Encuentro de Jaraneros de Tlacotalpan tocando el son del "Pájaro Cú" que, por cierto, quedó grabado en uno de los discos del evento. Entonces ya era yo bailador, jaranero y guitarrero. Con el Mono Blanco viajé a Houston, San Francisco, París, Bélgica, Holanda e Inglaterra, y a varios estados del país.

A partir de 1992 formamos el grupo Los Utrera, y fuimos a Tlacotalpan: Camerino, Utrera, Martha, Darmacio, Wendy y yo como un grupo familiar fandanguero, ya que ese siempre fue el gusto de mi papá: que sus hijos lo acompañaran en las tocadas.

Hoy hago instrumentos, toco lo mismo la jarana que la guitarra de son, la leona, y bailo y canto. Todo lo que hoy soy lo debo a que nací en una familia que nunca ha perdido ni perderá la tradición del fandango.


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