Frida
Kahlo: una investigación estética
Paul
Westheim
Una
pintora notable, una artista creadora, entre los muchos hombres y mujeres
que se dedican a variar, hábil y diligentemente lo que se está
pintando y cómo se está pintando en su momento y en su
época. En la historia del arte, en los museos, en las paredes de
los coleccionistas privados, ellos ocupan el mayor lugar. Son los talentos
amables, son todos aquellos que "tienen mucha facilidad para pintar", y
grandes sectores del público los estiman y admiran. Los otros Frida
Kahlo es de los otros.
Sus cualidades son: su factura pictórica,
su oficio, sutil y expresivo, una paleta rica en gradaciones que brinda
al ojo un goce sensual. Cuando Frida Kahlo pinta flores, no son estas estilizaciones
decorativas que sirven para llenar una superficie encuadrada. Las flores
de Frida Kahlo se despliegan en el espacio pictórico, florecen en
las vibraciones de su colorido, y al través del colorido sugieren
su fragancia.
Un ser humano fustigado por experiencias
espirituales, anímico-mágicas, experiencias muy suyas, que
desde profundidades arcanas pugnan por surgir a la superficie de la conciencia,
por erigirse en una segunda personalidad imaginaria, o quizá más
real que la otra, a la que en cualquier momento está dispuesta a
desplazar. Frida Kahlo ve visiones.
Y
Frida Kahlo tiene el don de dar a sus visiones expresión pictórica.
Sus obras son realizaciones plásticas, no mera fantasía onírica
como muchos de los cuadros del inglés Blake. Lo subconsciente se
vuelve imagen, expresada en un lenguaje que no saben leer todos, pero sí
aquellos que tienen trato con las cosas del espíritu.
Así como existen pintores que convierten
una realidad agudamente observada, en un ensueño de belleza irreal
Vermeer fue uno de ellos Frida Kahlo logra convertir sus ensueños
fantásticos, irreales, en realidad plástica, mediante aquel
hechizo legado al artista si éste es más que un profesionista
de la pintura por el mago que tallaba los fetiches para la tribu.
Frida Kahlo no pertenece a ninguna escuela,
a ninguna tendencia, a ningún movimiento. Vive al margen del jaleo.
Es una artista que se realiza plasmando sus visiones y fantasías.
Quizá lo que la obliga a crear sea la necesidad de librarse de esas
fantasías y visiones que la acosan, angustian y atormentan. El lenguaje
mudo de la pintura es grito para ella. Es grito y sublimación y
catarsis. Y pensamos en Goya, en el Goya de los Caprichos, que cubre
las paredes de la "Quinta del Sordo" con los engendros de su fantasía
desbordante, en que anticipa, cien años antes, a Freud.
La
pintura de Frida Kahlo es siglo xx. Aquellos artistas, "dispuestos a cumplir
con las tareas de su época", que se hallan encerrados en su torre
de cemento armado tapizada de programas e ideologías en comparación
con la cual la torre de marfil del año de la nana parece abierta
al gran aire, quizá movían la cabeza al leer esto. Pero
esas creaciones sólo podían ser concebidas y realizadas por
un ser de nuestro siglo cuya imaginación esté impregnada
de las corrientes espirituales de la época. Lo que hay de Freud,
de surrealismo, de pensamiento mágico, en la pintura de Frida Kahlo,
seguramente no es cosa asimilada al través de lecturas, sino suyo,
suyo por naturaleza, es su forma propia y particular de vivir el mundo.
Pero esta forma de vivir el mundo, este modo de expresión pictórica,
ha sido alentado por la actitud animicoartística que produjo a Paul
Klee, a Juan Miró, a Max Ernst, a otros más y que nuestra
época ha aceptado como un punto de arranque para la creación
plástica. Cuando Courbet proclamó al realismo Integral, cuando
Monet entrenaba los ojos de sus contemporáneos para gozar los fenómenos
del color y la luz, en aquel mundo pretérito un arte como el de
Frida Kahlo habría sido rechazado como estrafalario y absurdo, quizá
ni siquiera habría sido posible. Los coetáneos del Goya de
los Caprichos tampoco lo comprendieron, sólo que el respeto
ante el gran maestro los hizo tolerar esas pesadillas pintadas, como inexplicables
sintomas de vejez.
Las dos Fridas se llama uno de sus
cuadros. La una es la Frida que vive en Coyoacán; que a veces aparece
al lado de Diego en alguna reunión, ataviada con su traje regional,
que como ya tantas veces se halla tendida en una cama de sanatorio, para
restablecer la salud de un cuerpo maltratado por una ciega fatalidad. La
otra es la Frida de las fantasías, de las angustias vitales y mortales,
de los ensueños y visiones.
El
arte de Frida Kahlo es femenino en un sentido específico. Diego
escribe en un artículo, publicado en el Boletín del Seminario
de Cultura Mexicana: "Frida es el único ejemplo en la Historia
del Arte, de alguien que se desgarró el seno y el corazón
para decir la verdad biológica de lo que siente en ellos... La única
mujer que ha expresado en su obra de arte los sentimientos, las funciones
y la potencia creativa de la mujer, con Kalía-Teknika insuperable."
Son dos los centros en torno a los cuales gira todo su ser, todo su sentir
femenino: el amor, su amor a Diego, y el parto, que ha sido negado a la
Frida real y que la otra Frida vive en su fantasía con apasionada
emoción.
Pinta aquel cuadro de doble fondo, en que
las dos componentes de su mundo ideológico y sentimental se entrelazan
en una trabazón mágicomística. Diego, descansando
en su seno, simultáneamente como hombre y como niño. En el
fondo la diosa de la tierra, el sol fecundador de la tierra en el mito
del México antiguo y la luna, que protege el crecer y madurar de
las siembras. Símbolo del Universo, que aquí, en esta tela,
brota de una matriz. Pinta con una intuición que quisiera yo calificar
de real surrealista, su propio nacimiento: Frida saliendo del seno de su
madre, como Xólotl, en el dibujo del Códice Borgia, sale
del seno de un caracol marino, símbolo del nacimiento y la fecundidad.
Hace algunos años el ingeniero José Domingo Lavín
sugirió a Frida pintar un "Moisés" a base del libro de Freud,
aquel libro problemático en que un espíritu profundo se ha
dejado seducir por un, digamos, capricho. Frida Kahlo no pintó al
Moisés bíblico, pero tampoco al de Freud. Lo que excitó
su fantasía fue la leyenda del nacimiento de Moisés, el recién
nacido en la cesta que las olas llevan a la playa, la princesa a quien
se le brinda el Nilo, dador de la vida en el antiguo Egipto. En hebreo
"Moisés" significa: "aquel que fue sacado de las aguas". Quizá
lo que le fascinó en la leyenda no fue la milagrosa salvación
del niño, sino el milagro que sucedió a la hija de los faraones
cuando encontró entre los juncos a esa criatura a la que ella podría
criar y cuidar maternalmente. Quizá le haya emocionado la explicación
que Freud da a la palabra "cesta". "Cesta explica es la matriz expuesta
y el agua significa la fuente materna al dar a luz una criatura." Frida
pinta al Moisés adolescente, al héroe llamado a dar a la
humanidad el concepto de un Dios único, encuadrado, como de un pimbo,
de los grandes héroes, del espíritu de todos los tiempos,
de todos los pueblos, de todas las ideologías. No pinta una interpretación
de Moisés: lo que pinta es su propia vivencia, es, como todo lo
que pinta, Frida Kahlo.
"Lo que quise expresar,
más intensa y claramente dijo en una charla en que trató
de explicar las intenciones que la guiaban al crear esta gran obra fue
que la razón por la que las gentes necesitan inventar o imaginarse
héroes y dioses es el puro miedo. Miedo a la vida y miedo a la Muerte."
El misterio de la vida, que
hipnotiza la mirada del hombre como el rostro petrificante de Medusa, es
el subsuelo anímico en que está arraigado el crear de Frida
Kahlo y que da a sus obras la cuarta dimensión, la de lo humano
y espiritual. La angustia primordial de la criatura humana, tan frágil,
tan mal dotada ante lo inmenso, lo inefable que es nuestra existencia entre
nacimiento y muerte, el milagro una y otra vez renovado que para ella mujer
es amar y parir.
Y no dejemos de observar
que el enigma de la existencia no lo concibe como Durero y muchos otros
desde la muerte sino femeninamente, maternalmente desde el nacimiento.
Es
evidente que un camino de retablos esa manifestación originalísima
del arte popular mexicano conduce al modo de expresión plástica
de Frida Kahlo. Roberto Montenegro, que posee una especie de sexto sentido
para detectar lo específico de la fantasía plástica
del pueblo, dice en su libro, recién publicado, Retablos de México:
"En ellos lo ingenuo y lo sentimental alternan en un plano de tragedia
anecdótica, no sin realizar, inconscientemente, un género
de pintura que por concepto enigmático, alcanza los linderos del
superrealismo." Tal vez se podría decir que en la obra de Frida
Kahlo aflora una tradición. Pues una de las particularidades de
los retablos, en que consiste precisamente su mayor encanto, es que no
sólo narran sucesos impresionantes que ocurrieron, sino que al mismo
tiempo expresan el trasfondo mágico del suceso real, el sentido
suprarreal de lo que ocurrió: el milagro que se hizo, gracias a
la omnipotencia divina, gracias a la misericordia de la Virgen.
Revelación
del sentido de lo que ocurrió también lo es la creación
plástica de Frida Kahlo. Y hasta su dicción plástica
ese colocar uno junto al otro, en una zona situada más allá
del tiempo y del espacio, elementos heterogéneos, vinculados en
una relación interna, no exterior tiene mucho de los retablos.
Claro que el intelecto diferenciado de una personalidad espiritual creadora
del siglo xx carece del imperturbable optimismo que llena al pintar de
retablos, y carece ante todo de la ingenuidad de aquellos artistas populares,
de su fe ingenua que acepta al milagro como obra de la Divina Providencia.
La actitud de Frida es la interrogación, investigación angustiosa,
y el asombro de que en un mundo racionalizado sea posible el milagro. Guiada
por asombro y angustia, adivina, descubre un estrato oculto de la vida,
escondido bajo las realidades de la existencia y lo hace consciente y visible
al través de su creación. En ello este arte suyo coincide
con el surrealismo, que es un esfuerzo contemporáneo intelectual,
por descifrar las dolorosas aventuras íntimas de las que nacen las
angustias del alma. Pero ni siquiera esta coincidencia pasa de ser una
clasificación un poco a la ligera, con el fin de situar en alguna
parte, aunque sólo fuera aproximadamente la creación de Frida
Kahlo. En esta artista actúa una clarividencia interna, para la
que han dejado de existir los límites de lo óptico y racionalmente
perceptible. Frida no se propone descifrar el enigma de la realidad; se
confiesa balbuciente, se conserva su profunda emoción ante la incomprensibilidad
de la vida.
Frida ha pintado muchos autorretratos.
Una y otra vez se ha esforzado por interpretarse a sí misma. Todos
esos retratos son distintos. Todos son interrogaciones por el sentido de
la existencia, del Universo del hombre. Interrogaciones sobre todo en torno
al sentido y destino de ese ser humano que es ella misma en medio del misterio
de este Universo.
Traducción
de Mariana Frenk
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