La Jornada Semanal,   domingo 17 de octubre  de 2004        núm. 502
 

El ser y el arte de 
Frida Kahlo

Raúl Flores Guerrero

L’art de Frida Kahlo de Rivera 
est un ruban autour d’une bombe

André Breton

Frida Kahlo ha sido fuerte y valerosa, Frida Kahlo ha sido atrevida y revolucionaria. Frida Kahlo ha sido honrada consigo misma y con su tiempo, Frida Kahlo ha sabido ser artista. Y es con su fuerza, su valor, su atrevimiento, su insurgencia, su honradez, su conciencia de la actualidad y con su arte, que Frida Kahlo ha logrado una obra positiva, y significativa, dentro del movimiento pictórico de México.

Podrían establecerse tres modalidades en el espíritu femenino, condicionadas por factores históricos, ambientales y religiosos. El espíritu de la mujer que se conforma con su mundo común y cotidiano, un mundo mecánico y sin trascendencia que la costumbre secular le brinda de una manera natural. Vive y le basta con vivir, no le interesa si hay algo más que la experiencia vegetativa, crecer y reproducirse, sostiene su vida de la mejor manera por medio de hilos de atractivos colores y eso es todo. Esta modalidad de espíritu es aplastante por su mayoría y tiene una clara génesis. Ya que el presente no es más que una continuidad del pasado, modificada en mayor o menor grado, la mujer de México del siglo xx, por la rara obcecación tradicional, el conservatorio peculiar a todo espíritu femenino, guarda el germen de la inactividad cultural desde la Colonia. Entonces, en un mundo en donde los hombres eran o ricos comerciantes o presuntuosos militares y la intelectualidad se encerraba tras los pesados muros de los conventos, la mujer tenía que vivir así: nacía, vivía y moría, dejando únicamente su legado humano, sus hijos.

Otra modalidad del espíritu femenino en nuestro siglo es aquel de tantas estudiantes que pasean su existencia por las aulas universitarias. Sólo un núcleo ínfimo siente en realidad la angustia, el ansia, por crear una obra con el sentimiento o con la inteligencia, las demás estudian u oyen las clases sólo para recibir una barnizada de cultura que más tarde les permita sobresalir sobre el primer estrado vegetativo de mujeres.

A pesar de todo, la mujer siempre es un ente en potencia creadora. Y cuando su espíritu deja de estar en potencia para pasar a la creación misma, cuando descubre que hay un algo más que puede alcanzar, viene entonces el rompimiento de cadenas, viene la liberación, pero para ello necesita ser uno de esos espíritus excepcionales, valeroso y atrevido, revolucionario y honrado, consciente y sensible. Y un espíritu así se sobrepone a todo, a prejuicios sociales y a desgracias biológicas, y Frida Kahlo tiene un espíritu como éstos.

Que cada paso sea una meta sin dejar de ser un paso, decía Miraban. El surrealismo fue una meta y a la vez un paso en la historia del arte moderno y el nombre de México, con el nombre de Frida, tiene su significación en ese momento de la plástica. No en vano André Breton la coloca en sus escritos codo a codo con Paalen, Miró, Masson, Tanguy y Matta: no sin fundamento Diego Rivera, el genio pictórico de México, se unió a ella por su afinidad espiritual.

El pintor surrealista necesita tener un algo profundo en su ser, un "alma", si se quiere, además de dominar la paleta y el pincel. Sólo de esa manera puede trasladar su sensación del mundo al lienzo. Y ese mundo no lo constituyen sólo las cosas tangibles, materiales, sino que el mundo –cada quien tiene su mundo– es además una agridulce mezcla de pasiones, dolores, alegrías y sueños que alguna vez debían de trascender de la celda individual y ser expresados en la plástica, lo que se logró por medio del surrealismo.

El producto de un artista no puede, no debe ser la simple exposición, el informe escueto de lo que observa, de lo que está dado en su alrededor, sino que la obra de arte debe ser la expresión de lo que el artista siente, la respuesta emotiva a lo que lo rodea. No es sólo arte el representar un objeto tal cual es, sino el impregnar la obra de sensibilidad individual. Claro es que no todas las cosas excitan la emoción, sino sólo algunas. A decir de Tagore hay juegos exteriores que hallan correspondencia en los juegos internos de nuestras emociones.

El arte moderno es por eso subjetivo. Un paisaje de un clasicista podría muy bien ser idéntico a otro paisaje de otro clasicista, pero un cuadro de Rivera es totalmente distinto de uno de Tamayo. Ambos expresan emociones distintas producidas por distintos objetos.

Es natural pues que Frida Kahlo como surrealista se exprese subjetivamente. En su Autorretrato se encontrará un reflejo de la vida interna de la artista, de la conciencia de su ser anatómico, cubierto por las telas coloridas de su vestido, entre los demás seres anatómicos humanos. El porqué de los corazones y de las arterias obturadas no será inteligible más que para aquellos que la conocen o que quieren conocerla. Algo tiene que guardar de su "yo" al expresarlo al mundo artísticamente.

Sin embargo, su gran obra surrealista es sin duda Lo que el agua me ha dado. Se sabe, ya sólo por el título, que algo le ha dado el agua. Con una poca de atención se verá que el agua es la de una bañera, Frida se está bañando. Se adivina la sombra de sus piernas cubiertas por el líquido y al final, asomando sobre la superficie y reflejándose en su transparencia, las puntas de los pies, extraordinarios por su finura, ofrecen un contraste entre la belleza natural de uno y el toque doloroso de lo deformado en el otro. Es junto a este último que una arteria, surgiendo de un orificio de la coladera, sangra... "el árbol de la vida, sangra" poetizó Pellicer. Y el pensamiento se queda fijo en el agua de la tina, como tantas veces, pensando en todo... o en nada. Súbitamente se agolpan los recuerdos y se siente la existencia en toda su fuerza vital; de un punto de partida se llega a un final totalmente distinto, se sueña en lo real y sólo el surrealismo hace real lo que se sueña. El eterno vestido largo y los insectos, el volcán vomitando un rascacielos, la mujer ahogada por una cuerda fatal, los vegetales y las gentes fueron llevados a Frida por el agua. Fueron dados a su memoria por un simple charco. Y con eso hizo una obra de arte que tiene un sello de grandeza a la vez que un sentimiento y una conciencia puros de la vida.

Su espíritu sano y fuerte mantiene a su cuerpo enfermo y débil en constante actividad. Los colores de su paleta alegrarán siempre lo que pueda haber de gris en su interior, ese interior que se ha expresado por la única manera que hay de hacerlo plásticamente: el surrealismo.

Tomado de: México en la Cultura, 10 de junio de 1951