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México D.F. Domingo 17 de octubre de 2004

MAR DE HISTORIAS

Casa dos

Cristina Pacheco

Los inquilinos vienen a quejarse conmigo de que aquí ya no es posible descansar, ni siquiera en domingo. ƑQué quieren que haga? Ni modo que entre en las casas y apague los televisores o suba a la azotea para ponerles bozal a Rambo y a Killer. Ladran como locos y más desde que comenzaron los pleitos en el 202. Cuando no grita don Genaro.

ƑCómo que por qué opino? Entre otras cosas, porque soy tu padre y esta es mi casa. Antes de buscarte una mujer debiste pensar en si podías mantenerla, no que ahora voy a ser yo quien cargue con el paquete. Imagínate, a estas alturas de mi vida, enfermo como estoy, tendré que darles a ti y a la tal Erika lo que no tengo. Y eso mientras conserve el trabajo, porque cualquier día me botan. Entonces qué... ƑQué? Ah sí, claro, como eres muy hombrecito vas a responsabilizarte de la situación. Nada más dime cómo, porque no sabes hacer maldita la cosa.

Grita doña Catalina.

Miles, millones de veces te suplicamos que terminaras por lo menos la secundaria. No quisiste porque, según tú, las materias eran muy aburridas y preferías estudiar computación. Te di el dinero de mis anteojos para la colegiatura de un semestre. Fue gasto inútil porque en vez de irte a clases te largabas a vender chamarras con el Pato. Según tú, iban a ganar millones de pesos. ƑY qué sucedió? Llegaron los chinos, coreanos o lo que sean, y Ƒdónde quedaron tú y tu amiguito? En la calle y con deudas que nosotros hemos tenido que pagar.

Eduardo, a quien todos conocemos como el Maras, en vez de disculparse con sus padres, estrella vasos o lo que encuentre, y se da por ofendido.

Ustedes tienen la culpa de que me vaya mal en todo. Otra sería mi vida si hubieran tenido confianza en mí en vez de estar diciéndome: "haz esto", "haz lo otro". Ya no soy un niño. Tengo derecho a elegir, pero no lo aceptan. Les molesta cómo me visto, la música que oigo; hasta con mis amigos tienen bronca. Ya ves tú, mamá, te la pasas hablando pestes del Gorila porque lo consideras un naco y un fracasado. Lo dices como si tú y mi papá fueran lo máximo. Pues estás muy equivocada y, por si no lo sabías, de una vez te digo que me avergüenzo de ustedes. Híjole, cuando los veo que andan en la calle vendiendo plumitas y encendedores como un par de pendejos šme cae que me siento como un méndigo perro!

No entiendo cómo es posible que don Genaro y doña Cata soporten esas barbajanadas. Yo en su caso le diría a Eduardo: ƑTe avergüenzas de nosotros? Pues lárgate a otra parte, a ver quién te mantiene. Pero ellos no se atreven y todo se les va en suplicarle que no diga esas cosas porque lo estamos escuchando. Al Maras parece que le dan cuerda: abre la ventana y nos grita.

Orale, bola de ojetes; Ƒqué están oyendo? Si no tienen nada más que hacer, rásquense los huevos o váyanse a la chingada, pero déjennos en paz. Nosotros no nos metemos en su vida. ƑEntonces qué se meten en la nuestra?

Con todo y que no sea mi papel, porque en el Avispero ya nada más soy conserje, salgo a poner el orden.

Oye tú, muchacho, si no quieres que te oigamos no hagas tus escandalitos ni les hables a tus padres como si estuvieras en la cantina.

Para no seguir oyéndome, el Maras pone sus cumbias a todo volumen. Rambo y Killer se vuelven locos. El Avispero se alborota: se abren puertas y ventanas. De todas salen maldiciones y la misma advertencia de siempre.

šYa aplácate, pinche mariguano!... Si no apagas tu maldito ruidero vamos a ir por la patrulla para que te refundan en el infierno.

El Maras le sube a la música y enciende la televisión, como retándonos, pero nadie hace nada porque todos le tenemos miedo. Dicen que anduvo metido en el crimen del Pilates. Ojalá no sea cierto y ese muchacho siente cabeza antes de que nazca su hijo, porque si no špobre niño! Será uno más de los que andan en las calles, sin oficio ni beneficio, pidiendo limosna y drogándose.

Doña Catalina también piensa mucho en la criatura y sufre de imaginar lo que le espera a su nieto. El otro día me la encontré llorando en la azotea. Sentí feo y le pregunté por qué estaba así.

Fui a ver a los papás de Erika. Con el dolor de mi corazón y toda la vergüenza del mundo, les aclaré que mi hijo es un cabeza loca y no deben permitir que su muchacha se case con él porque va al desastre.

ƑSabe qué me contestaron? Que si mi hijo había embarazado a Erika la responsabilidad era nuestra por no haberlo sabido educar bien. ƑSe imagina lo que sentí al oír eso? Después de que hemos hecho por Eduardo más que si hubiera sido hijo nuestro.

A mí ya me habían dicho que Eduardo era adoptado, pero nunca lo comenté con nadie. Una mañana, cuando acababan de mudarse al Avispero, le dije a doña Cata: "ƑA cuál de sus abuelos salió Eduardito? No se parece ni a usted ni a don Genaro." Ella se puso nerviosa y cambió la conversación a un problema del tinaco. No volví a mencionar el tema ni me imaginé que 15 años después lo haría doña Cata.

Nosotros adoramos a Eduardo más que si yo lo hubiera parido. A usted le consta que por él lo hemos hecho todo y siempre estamos procurándolo. Genaro no lo dice porque es de pocas palabras, pero para él lo máximo en el mundo es Eduardo. A veces pasamos frente a una tienda de ropa y dice Mira: esa camisa floreadita le quedaría muy bien a Lalo. Vamos a comprársela. Cuando la vea se va a poner muy contento. ƑY sabe lo que hace mi hijo al recibir el obsequio? Nos lo devuelve: Con esto voy a parecer puto. ƑQué no había una sin flores? Yo hago como si lo tomara a broma y me río, pero la verdad es que siento ganas de llorar cuando noto la desilusión de mi marido.

Qué darían otros jóvenes por tener padres tan generosos. Le han dado todo a El Maras, hasta un coche. El día en que don Genaro lo compró vino a preguntarme si lo autorizaba a guardarlo en el patio de atrás. Le dije que imposible, pero que muy cerquita, a tres cuadras, está la pensión del Burro. Me respondió:

Mi hijo regresa muy noche de la escuela y me da miedo que vayan a asaltarlo mientras viene de la pensión a la casa.

El domingo que El Maras recibió el coche lo estacionó en la puerta del Avispero y puso el radio a todo volumen para que los vecinos vinieran a verlo. Por todas partes se oían felicitaciones y que "ándale, Maras, llévanos a dar una vuelta, móchate con el remojo". Estábamos de lo más divertidos y felices hasta que doña Catalina tuvo una ocurrencia:

Claro que mi hijo nos llevará a pasear, aunque vayamos apretaditos, pero antes quiero ir a Santa Brígida para que el padre Suárez venga a bendecir el coche.

Agarró las llaves y se las botó a don Genaro. Todos nos quedamos de a seis. La señora Bona -Dios la tenga en su reino-, con todo y que jamás se metía en nada, no se aguantó:

Maras: no ofendas así a tus padres.

En cuanto la oyó, Eduardo se encendió de furia.

ƑA usted quién la mete en esto, pinche puta muerta de hambre? Mejor lárguese a bañar porque šapesta a meados!

En ese momento, el inquilino del 505 subió a la azotea, bajó con los perros y amenazó al Maras.

Si vuelves a hablarle así a la señora Bona o a quien sea, te los echo encima.

Desde entonces, Eduardo les agarró inquina a esos pobres animales. Ayer le pidió a doña Cata que me convenza para que los echemos a la calle. Dice que cuando nazca su hijo no quiere que lo despierten los ladridos de los perros.

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