La Jornada Semanal,   domingo 3 de octubre  de 2004        núm. 500
 

Agustín Sánchez González

Nuestras vidas son los Rius


 Así como Calzonzin o Nopalzin ya forman parte irremediable de nuestra iconografía nacional, el güerito de rancho y ojo azul que en su infancia respondía al nombre de Eduardo, y hoy al de Rius, es parte de nuestras vidas, es un personaje mexicano que se ha convertido en universal.

Con medio siglo dedicado a los monos, y con setenta años de edad, ha dejado un reto enorme a los artistas mexicanos: más de cien libros, miles de cartones, decenas de personajes. Su obra sólo puede equipararse con el trabajo de José Guadalupe Posada, Gabriel Vargas o Abel Quezada, tanto en calidad como en cantidad.

Además, como este trío, su presencia abarca un universo genial: autor de historietas como Los Supermachos y Los Agachados, donde plasmó con una gran eficacia, así como un amplio sentido didáctico, una generación crítica capaz de criticar... hasta al mismo Rius.

Porque más allá del aspecto subversivo que siempre se le ha reconocido, literariamente hablando hay que mencionar su gran capacidad para generar diálogos inteligentes y con sentido del humor.

Si bien se ha criticado la superficialidad en muchas de sus historietas y libros, Rius ha sido un precursor de todo: el marxismo (de Karl, no de Groucho), el feminismo, el vegetarianismo y muchos otros ismos, y a veces, pero sólo a veces, ha rectificado y asumido sus errores de concepción, como en el caso de la dictadura castrista, hecho que los ultras le reprochan, como si no hubiésemos un buen número de arrepentidos de haber aplaudido alguna vez (o muchas) al viejo patriarca.

Rius, como Posada, ha participado en innumerables revistas, desde Ja-Já (una excepcional revista que merece un estudio serio), hasta El Chahuistle y El Chamuco, pasando por La Garrapata; muchas de ellas han sido creación suya, como La Gallina, Marca Diablo y El Mitote Ilustrado, entre una larga lista.

Y qué decir de sus libros. Eduardo del Río es unos de los pocos autores mexicanos que, a pesar de los editores, puede vivir de las regalías que recibe por más de cien libros publicados en México y en el mundo, en un hecho totalmente insólito dentro de la creación artística. Vaya, ni la literatura chatarra ha logrado igualar ese fenómeno. Así es que Rius es el papá de los monitos, sin duda.

La estela que ha dejado tras de sí ha generado un mito que habrá que romper para que crezca aún más su presencia. No lo haremos hoy, que estamos de fiesta por su setenta años, por las miles de páginas que hemos disfrutado y (hasta) padecido durante cinco décadas.

Eduardo del Río, seguramente sin proponérselo, ha cruzado el umbral de la historia, colocándose al lado de genios de la caricatura como el trío mencionado antes, o como otros grandes moneros como el Chango Cabral, Andrés Audiffred, Carlos Neve o Marius de Zayas, por mencionar otro cuarteto del santoral monero.

Como genial caricaturista, Rius no ha estado exento de errores, retracciones o falsas visiones. Bien escribió un día que "la historieta lo absolverá".

Y si no, cuando menos lo absorberá.