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México D.F. Sábado 2 de octubre de 2004

Gonzalo Martínez Corbalá

ƑNueva York o Washington?

"Aquellos que aspiran a conceder la legitimidad deben ellos mismos encarnarla, y aquellos que invocan la ley internacional deben ellos mismos someterse a ella", expresó Kofi Annan, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a la audiencia de delegados en el salón de la Asamblea General, más acostumbrada a los discursos protocolarios que casi siempre no es mucho lo que dicen, aunque es más de lo que comprometen. Más frecuentemente plantean cuestiones que tienen obligación de decir desde la alta tribuna internacional, porque se obligaron a ello en otras asambleas, o allá en los remotos pueblos de donde provengan, donde lo más probable es que ni siquiera se enteren de ellas. Los diplomáticos a veces dicen no estar de acuerdo con los demás, pero que votarán con la mayoría, como ejemplo de lo que el voto final de una reunión o asamblea puede representar para los verdaderos intereses de los países u organizaciones nacionales, que se supone representan. Para no hablar de los arreglos en los pasillos, que generalmente quedan en la penumbra y no se sabe públicamente nada de ellos.

Muchos de estos arreglos ha hecho Annan en asambleas pasadas; no se había caracterizado por asumir posiciones que no fueran del agrado de los mayores contribuyentes de la ONU, medido por supuesto en términos de poder económico, lo que se convierte desde luego en valor del voto en el Consejo de Seguridad. Pero en esta ocasión, habida cuenta de que entre su auditorio estaba presente el presidente George W. Bush y en el otro extremo, Ayad Allawi, el primer ministro interino de Irak, el contenido del discurso del secretario general tiene valor especial.

A mayor abundamiento, Annan había declarado una semana anterior a la BBC que considera ilegal la guerra en Irak, porque se inició sin aprobación del Consejo de Seguridad precisamente. "En Irak, nosotros vemos civiles asesinados a sangre fría, mientras que trabajadores libres, periodistas y otros no combatientes son tomados como rehenes y asesinados de la manera más bárbara", agregó. Todo lo cual es ciertamente muy plausible, diciendo además, que: "al mismo tiempo, nosotros hemos visto a prisioneros iraquíes abusados vergonzosamente" (disgracefully) con lo cual, traducido libremente al español, en realidad quiso decir, torturados, lo que es de suponerse que no fue precisamente del agrado del presidente Bush ni del primer ministro iraquí, quien es muy cuidadoso de la imagen estadunidense en Irak.

Dirigiéndose a su entorno más cercano, Annan, afirmó, que: "aun la guerra necesaria contra el terrorismo se permite usurpar las libertades civiles".

La interpretación de algunos altos funcionarios de la ONU fue muy sorprendente, al hacer la descripción, y su propia interpretación al discurso del secretario general, el cual, si algo no tuvo en esta ocasión fue ambigüedad, sino que fue quizás contra el perfil de los que le conocimos en las asambleas anteriores, muy claro y preciso; además, tuvo el mérito de que se produjo unos minutos antes de que Bush se dirigiera a los delegados que en esta ocasión estaban constituidos por 64 presidentes, 25 primeros ministros y 86 ministros de Relaciones Exteriores. Hubo allí 191 estados miembros, más misiones de observadores del Vaticano y de Palestina. (The New York Times, 22 de septiembre.)

Fueron muchas las críticas a la política unilateral de Bush. Por ejemplo, Luis Inacio Lula Da Silva, presidente de Brasil, dijo, contrario sensu de lo que habría de defender un poco más tarde el presidente estadunidense, que "sólo un orden internacional basado en el multilateralismo puede promover la paz y un desarrollo sostenible de las naciones". Sería oportuno ahora recordar las tajantes declaraciones del vicepresidente Dick Cheney, en la Convención del Partido Republicano, de que "el presidente Bush no va a pedir permiso nunca a otros países para defender la seguridad de Estados Unidos", así como las de Bush en esta 59 Asamblea General, quien defendió apasionadamente la guerra en Irak, llevada a cabo sin la autorización del Consejo de Seguridad, como dijo el secretario general, con la justificación espuria de que Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva que nunca fueron encontradas por los inspectores de la ONU, y sin siquiera disculparse por ello. A continuación llamó a todos los países a cooperar en la lucha contra el terrorismo y en defensa de los derechos. El presidente de Chile, Ricardo Lagos, afirmó que "el mundo de hoy requiere más Naciones Unidas, y no menos" y reiteró el compromiso de su país con la paz y con las instituciones internacionales. (Reforma, 22 de septiembre.)

El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, fue más lejos y claro: "España combatirá el terrorismo, pero sólo desde la legalidad nacional e internacional (...) es no sólo más adecuado (...), sino que también es más eficaz", para luego proponer a la Asamblea crear una alianza de civilizaciones entre Occidente y el mundo árabe y musulmán para combatir las raíces del terrorismo.

Mientras, la violencia se sigue dando en muchas regiones del planeta con todas las consecuencias que esta trágica atmósfera trae consigo: la contracción económica como consecuencia de los precios del petróleo que han alcanzado ya niveles récord históricos, muy principalmente por el temor al terrorismo, con la incertidumbre en Rusia y en Nigeria, por ejemplo; la constante amenaza que representa el que las elecciones en Estados Unidos se lleven a cabo, ya no para elegir al mejor presidente, sino al mejor comandante en jefe (Commander in Chief) que sea capaz de sostener la doctrina implantada por George W. Bush, del derecho a dar el primer golpe y de desatar la guerra preventiva.

Por último, ya que en las asambleas generales de Naciones Unidas el centro de los debates es inevitablemente si el mejor destino del mundo es la violencia de la guerra para evitar la violencia del terrorismo, o sobre cómo, cuándo y dónde se deba desatar una guerra unilateral, como la de Irak, o decidido multilateralmente y de acuerdo con todos los países del mundo que integran la ONU, y de acuerdo también al derecho internacional y al interno de todas las naciones, esto es algo verdaderamente inquietante y atemorizador, tanto como el propio terrorismo. En otras palabras, lo que queda en el ambiente después de la 59 Asamblea General de Naciones Unidas, es la interrogante: Ƒel destino del planeta se decidirá en Nueva York o en Washington? ƑEn la ONU o en la Casa Blanca?

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