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México D.F. Viernes 1 de octubre de 2004

José Cueli

Marginados, al margen

Para el sujeto que vive en situaciones de marginación, las carencias son múltiples, siendo internas y externas; las pérdidas se suceden y así los duelos se tornan inelaborables. Vayamos a algunas puntualizaciones sobre los marginados y su situación traumática. El medio externo es fuente constante de frustración para el marginado. Los campesinos indígenas que emigran a la ciudad lo hacen deslumbrandos por el ''espejismo" de las supuestas oportunidades en las grandes urbes, aunque poco o nada conocen de ello.

Huyendo del hambre y de las condiciones infrahumanas en que viven, a pesar del arduo, agotador y mal remunerado trabajo en el campo, arriban a la ciudad, donde se convierten en trasterrados, ignorantes del lenguaje, costumbres, inmersos en una simbología que les es totalmente ajena y que, por tanto, se torna enajenante. El sistema no se queda atrás y contribuye afanosamente a excluirlos y marginados cada vez más.

Se asientan en la periferia de la ciudad y en los cinturones de miseria, que ''abrazan" a la ciudad asfixiándola y a un ritmo por demás alarmante. Su hacienda es el tugurio, su residencia, en muchos de los casos, los basureros, son presas del hacinamiento y de la promiscuidad; herederos y usufructuarios, por generaciones, de violencia, agresión y muerte.

Por algo dice el corrido ''šla vida no vale nada! Exiliado y extranjero en su propia tierra, se instala en tugurios carentes de servicios públicos y sanitarios. Extranjero que, sin trabajo ''ni credenciales" y analfabeto, vive en la tierra de nadie y como nadie se siente. El medio lo margina, lo excluye y lo ultraja.

En las precarias e infrahumanas condiciones que describe, los actos traumáticos se eslabonan unos con otros en incesante cadena de abigarrado tejido. Desnutrición, partos distócicos, altas tasas de morbiletalidad, escasas oportunidades de escolarización, son los prolegómenos de estos historiales. Y sobre el potencial biológico, ya menguado por la concurrencia de las condiciones ya mencionadas, de suyo traumáticas, va emergiendo un aparato síquico con serías ''fisuras" desde su cimentación.

La indefensión y el desamparo originarios se acentúan aún más en individuos cuyas madres son portadoras de depresiones crónicas y neurosis traumáticas (por generaciones), de pérdidas y duelos no elaborados. Lo procreado en estas circunstancias son hijos no deseados, abortos síquicos, productos de madres-muertas, padres ausentes, narcisismo herido, cuerpo y palabra sin investidura, cuna mecida por dolor y llanto, pecho que se ha perdido mucho antes de haberlo tenido. Imagen de la madre que se constituye en la psique del hijo (a consecuencia de la depresión materna) como una figura lejana, átona, difuminada, casi inanimada, desvitalizada, que la impregna de manera muy honda las investiduras síquicas.

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