Jornada Semanal, domingo 26 de septiembre  de 2004            núm. 499

ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

VOCES SUBTERRÁNEAS (II)

No bien uno ha creído dejar establecido su posicionamiento frente a la cultura chatarra, cuando descubre que, a veces, existen ciertos fenómenos de calidad que se encuentran en la nata cultural y no siempre ocultan al resto sino que atraen, manifiestan o canalizan a otros colocados "debajo" de ellos (Uno nota con incomodidad que, contra sus pretensiones de higiene crítica, acaba de incurrir en una valoración donde se implica lo de "arriba" y lo de "abajo"): ¿dónde, si no, estuvieron Los Beatles durante los años sesenta? ¿O Verdi y Wagner en la segunda mitad del siglo xix? Claro, se puede volver a aducir que, en su momento, hubo quienes consideraron superior la música de Louis Spohr respecto a la de Beethoven, pero… No toda la cultura más aparente es basura cultural en un momento dado, concluye Uno, pero buena o mala esa manifestación de superficie, no evita que otra siempre conviva con ella, menos conocida y más secreta, tal vez una de sus raíces o una vertiente diametralmente opuesta que explica o corrige a la otra. En ese sentido, siempre han existido voces subterráneas que conviven con las voces de la pasarela, sin importar el arte o la disciplina en cuestión, y a veces no se trata sólo de voces sino de géneros completos puestos en el margen por la percepción popular, como ocurre con el cuento respecto a la novela, la música de cámara frente a la sinfónica, el blues y el jazz frente a la música pop…

Después de revisar el caso de los Bee Gees y otras formas de nostalgia prematura en el ánimo de auditores que antes tendían a detestar "Never married a railroad man" o "When we get married", Uno queda convencido de que no hay duda respecto a la condición subterránea de Zitarrosa, Cohen y Llach, pero no fueron las únicas presencias desde el sótano pues, en el mismísimo rock, Joplin, Morrison y Hendrix ocupaban un lugar relativamente subte en relación con adiposidades del tipo Bee Gees y Abba, definitivamente más populares y escuchados en la radio epocal. Con todo, Uno debe admitir humildemente que seleccionar a Zitarrosa, Cohen y Llach entre muchos otros ha sido un ejercicio personal del gusto y algo habrá que los vincule, aparte de la sensación de tratarse de indudables voces subterráneas, e independientemente de la persona que los sentó juntos en una imaginaria mesa para celebrar sus cercanías.

Uno puede recordar la crítica donde se señala a Leonard Cohen como "el cantante más triste del mundo", pero basta escuchar a Alfredo Zitarrosa y a Lluís Llach para darse cuenta de que ellos también podrían ingresar a una no recopilada antología de la canción triste, y ése ya es un vínculo entre los tres, además de compartir una voz subterránea, casi rigurosamente hablando, pues ellos parecen cantar desde las raíces de la tierra por encontrarse en una tesitura vocal grave. Con todo, en eso hay sus diferencias: mientras que Cohen tiende a "recitar" sus canciones desde lo que algunos críticos perciben como una voz "monótona", Llach y Zitarrosa están dotados con mejores densidades melódicas y modulatorias, aunque Cohen haya convertido en divisa y recurso expresivo personal lo que podría parecer una desventaja, como lo demuestra en "Take this waltz", basada en un poema de García Lorca.

Fechas y nacionalidades engloban vagamente a los tres autores, pues Leonard Cohen (1934) nació en Montreal; Alfredo Zitarrosa (1936-1989), en Montevideo; y Lluís Llach (1948), en Verges, pero los tres se encuentran a la izquierda de dogmas estéticos y políticos oficialistas, lo cual llevó a Zitarrosa y Llach a conocer el exilio. Aparte de las peculiaridades estilísticas de los cantantes, también son hombres de letras con creación diversa, desde la ensayística hasta la poética: la obra literaria completa de Zitarrosa se encuentra compilada en cuatro tomos, y la poética de Cohen y Llach cuenta con varios títulos, particularmente la del primero, antologado y traducido al español en varias ediciones. La doble condición de los tres, cuyos afanes oscilan entre la exploración verbal del universo y la interpretación vocal y composicional del mismo, son coincidencias de autores cuyas famas locales no les han garantizado públicos masivos: las raíces buscadas por Zitarrosa lo alejaron de la fama de la Nueva Trova; el empecinado catalanismo de Llach lo separa del público hispánico, y el intelectualismo atristado de Cohen no le acarrea a los fans inclinados por liviandades como las de Britney Spears.