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México D.F. Sábado 25 de septiembre de 2004

José Cueli

Espejismos

Se cumplieron hace unos días tres años del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, en el que murieron miles de seres inocentes. Ese acto terrorista conmocionó al mundo y, sobre ello y su trasfondo, han corrido ríos de tinta. El hecho a destacar es que ''la justicia infinita" y demás amenazas y delirios de la Casa Blanca lo único que han traído como consecuencia es un incremento del terrorismo a escala internacional.

No fue suficiente devastar Afganistán y destrozar Irak, donde cotidianamente se registran muertes de civiles. La siguiente tragedia fue la perpetrada en Madrid, en marzo pasado. La más cercana matanza tuvo lugar en Rusia, cuyo presidente también ha anunciado guerras preventivas.

En reciente entrevista, publicada en un diario argentino, Robert Castel manifestó que ya en el siglo XVII Thomas Hobbes había anticipado una de las grandes paradojas de la seguridad: ''La existencia del Estado se justifica por la necesidad de brindar seguridad, pero un Estado que persigue la seguridad total se convierte en un Estado absoluto. Exacerbada, la demanda de seguridad puede poner en riesgo la vida y los derechos de los individuos".

Castel también señaló que ''la inseguridad social mina, fragiliza y a veces destruye el estatus del individuo impidiéndole que goce de un mínimo de independencia social".

Violencia engendra violencia y si bien los fundamentalismos son de temer, no menos amenazantes resultan las determinaciones arbitrarias y extremas que han tomado los estadunidenses para que su imperio resulte intocable y entonces no importa invadir por invadir y matar por supuestas sospechas de difícil y dudosa comprobación. No es ese el cambio para lograr el respeto y la paz.

ƑQuiénes son los dioses narcisistas y, por tanto, sádicos y crueles que juegan con nosotros desde un espacio que no es un lugar y desde el que mueven hilos y juegan con la humanidad como si fuésemos marionetas sin voluntad propia y sin el menor respeto a los derechos humanos más elementales? Hilos que se entrecruzan y que son portadores de ondas electrónicas teledirigidas (al igual que las armas bélicas más complejas) que distorsionan la realidad privilegiando determinada información y sus imágenes concomitantes o silenciando lo que a las autoridades no les conviene que se sepa.

Con ello nos abruman y envían mandatos imposibles de obedecer so pretexto de quedar fuera del sistema del mundo globalizado y dejarnos al margen, en el margen, excluidos, silenciados y sometidos.

Hilos que esconden el poderoso instinto de muerte que nos persigue en imprevisible peregrinaje misterioso, del que cada quien guarda su sabor y su amargura. Congoja desolada que se origina en el cuerpo y no encuentra salida ni posibilidad de elaboración. Evocación de algo vivo que provoca un dolor álgido que se escapa, asociada a la vivencia de un nunca jamás.

Ante el caos, la muerte, la injusticia, el terror y la desesperanza lo que queda como secuela son las neurosis traumáticas que dejan al individuo en un estado de marginalidad e indefensión pendiendo de un hilo que existe y no, que amenaza con romperse y desaparecer ante cada nuevo traumatismo que dada su intensidad y su repetitividad hacen imposible la elaboración del trauma.

El panorama mundial se muestra cada vez más desolado. Por un lado cada vez nos tecnologizamos más y esto nos da la fallida ilusión de ser una civilización cada vez más avanzada. Pero esto es tan solo un espejismo. Cada vez somos más destructivos y más intolerantes. La pulsión de muerte enunciada por Freud aparece por doquier y parece estar ganando la partida en el destino de la humanidad.

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