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P O L I T I C A
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México D.F. Sábado 25 de septiembre de 2004

James Petras

Política del terror en Osetia del Norte

La monstruosa matanza deliberada y mutilación de más de 330 padres y niños por terroristas chechenos en el gimnasio de la escuela Beslán no es, como sostiene la BBC, una "tragedia", sino un perverso acto criminal.

Para entender la naturaleza del conflicto entre el Estado ruso y los terroristas chechenos es importante enfocarse en las fuerzas sociopolíticas y los asuntos en disputa. Para la mayoría de los medios estadunidenses y europeos el tema es la "autodeterminación" de los chechenos. Pero Ƒa quiénes se refiere ese prefijo "auto"? Con la desintegración de la Unión Soviética, tanto en Rusia como en los estados del Báltico, del Cáucaso y los Balcanes, bandas criminales aliadas con miembros corruptos del antiguo aparato soviético se apoderaron de recursos públicos al controlar las economías y los aparatos estatales. Los gángsteres se volvieron millonarios y contrataron asesinos para eliminar a sus rivales, sus competidores y a cualquier autoridad que cuestionara sus prácticas.

Según Paul Klebnikov -director de la edición rusa de la revista Forbes, recién asesinado-, una de las bandas más sanguinarias que operan en Moscú es la mafia chechena. Aliados con millonarios rusos y por medio de ellos con el sistema de seguridad ruso, sus capos acumulan grandes fortunas que lavan en bancos occidentales mediante extensas redes con sus operativos en Chechenia. Todo checheno que proteste o critique a la mafia es eliminado con rapidez. Para esos mafiosos, Chechenia es "el hogar base", el santuario donde siempre podrían encontrar refugio seguro. La mafia chechena fue esencial para financiar y dotar de líderes y cuadros de elite al "movimiento independentista" de su país. En juego estaba la creación de un feudo de la mafia, controlado por gángsteres, señores de la guerra y fundamentalistas islámicos.

A propósito de la primera guerra chechena (1994-96), Paul Klebnikov escribió: "La guerra chechena fue una disputa en gran escala por territorio entre gángsteres. Los grupos del crimen organizado checheno en Moscú y otras ciudades rusas mantenían subsidiarios en su patria ancestral. Chechenia era un punto clave de tránsito en el comercio ruso de narcóticos, y los gángsteres que operaban en Moscú enviaban gran parte de sus ganancias a esa tierra. Los mismos oficiales rusos de seguridad que patrocinaban el crimen organizado checheno en Moscú también patrocinaron al gobierno de esa república, al permitirle apropiarse de millones de toneladas de petróleo ruso a poco o ningún costo". (Godfather of the Kremlin, Padrino del Kremlin, Harcourt 2000, p. 40.)

Klebnikov añadió que los señores de la guerra y gángsteres chechenos recibieron armas de comandantes corruptos del ejército ruso y de las fuerzas de seguridad (p. 41). A la pregunta de quiénes son las fuerzas políticas de la autodeterminación en el caso de Chechenia, la respuesta es: los gángsteres, los señores de la guerra y terroristas extremistas como Shamil Basayen, Salman Raduyev y fundamentalistas como Movladi Udugov. Entre 1995 y 1997 el notorio oligarca ruso Boris Berezovsky mantuvo estrecha relación con esos señores de la guerra chechenos (Klebnikov, p. 261). Hoy comparten absoluta hostilidad hacia el presidente Putin y su intento de controlar el crimen y el saqueo.

Con el fin de obtener un remedo de "legimitidad" para su feudo, esos caudillos provocaron un conflicto con Rusia y procuraron el apoyo europeo y estadunidense. Desde finales de los ochenta, pero en particular después de 1991, la CIA concedió la mayor prioridad a fomentar la ruptura con la Unión Soviética, financiando y armando a movimientos separatistas locales. La primera ola de separaciones tuvo lugar en Kazajstán, Uzbekistán y Georgia. A Washington y Londres les daba absolutamente lo mismo que los nuevos líderes fueran fundamentalistas islámicos, autócratas ex estalinistas o jefes mafiosos: lo importante era destruir la Unión Soviética y minar la influencia rusa en el Cáucaso y el sur de Asia. Después de la "independencia" de esas ex repúblicas soviéticas, Estados Unidos se apresuró a crear regímenes clientes, firmar contratos petroleros y construir bases militares. La "autodeterminación" fue un lema transitorio de la rápida incorporación a la nueva zona hegemónica de Washington. Rusia, bajo el imperio del gobernante cliente Yeltsin, accedió a todas esas adquisiciones estadunidenses "aconsejadas" por los gángsteres, multimillonarios de la mafia y los oligarcas más corruptos de la historia reciente.

El imperio estadunidense, exitoso en la primera ola de adquisición de clientes, se lanzó a fomentar una segunda ola para incluir otros territorios autónomos, más cercanos a los centros estratégicos del Estado ruso. Chechenia era un blanco de elección por motivos históricos. Durante el levantamiento islámico con patrocinio estadunidense contra la república afgana secular y reformista, en 1989, Washington hizo equipo con Arabia Saudita, Pakistán y otros estados musulmanes (inclusive Irán) para reclutar, financiar y armar a decenas de miles de fundamentalistas islámicos de todo Medio Oriente, Noráfrica, el sur del Cáucaso y el sur de Asia. Numerosos "voluntarios" de Chechenia combatieron al gobierno afgano y sus partidarios. Washington obtuvo una victoria pírrica en Afganistán: debilitó gravemente al decaído imperio soviético, pero creó una red mundial de decenas de miles de fundamentalistas bien armados y entrenados. Mientras un sector de las fuerzas islámicas entró en oposición con Estados Unidos en Arabia Saudita y otras partes, otro grupo se prestó a la estrategia estadunidense de desmembramiento de Yugoslavia y Rusia.

Miles de combatientes afganos de los ejércitos fundamentalistas se dirigieron a Bosnia, donde fueron armados y financiados por Estados Unidos para luchar contra los yugoslavos y en favor de un Estado separatista tutelado por Washington. Muchos comentaristas de izquierda pasaron por alto la presencia de estos "voluntarios", que estuvieron en la vanguardia de las purgas étnicas de enclaves serbios y detonaron bombas terroristas en un gran mercado de Sarajevo para enfocar la opinión pública occidental en el "genocidio" serbio.

Después del exitoso desmembramiento de las principales regiones de Yugoslavia y la división de los nuevos "miniestados" en clientes de Estados Unidos y Europa, Washington buscó sumar nuevas regiones al imperio. En alianza con la UE respaldó al separatista Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), primero con financiamiento, adiestramiento y armas, y más tarde declarando la guerra contra lo que quedaba de Yugoslavia. Los chechenos participaron en ese supuesto ejército, considerado organización terrorista en muchos países y clasificado como "criminal" por Interpol antes de que se volviera cliente de Washington. El ELK recibió financiamiento de varias "fuentes internas". En parte derivó fondos de su control de las rutas del narcotráfico del sur de Asia y Medio Oriente y del tráfico de esclavos sexuales en gran escala. Más tarde acarreó dólares y euros de los burdeles de la "liberada" Kosovo. Por encima de todo robó tierras, empresas y propiedades personales de la expulsada población serbia y se apropió de miles de millones de dólares de la ayuda occidental. Con protección de la OTAN, llevó a cabo la limpieza étnica de 200 mil residentes que no eran albaneses de raza y se volvió un Estado cliente de facto, que vivía de las dádivas occidentales, pues tenía todas las minas y fábricas cerradas. Estados Unidos contrató a Halliburton para construir grandes bases militares en el sur de Europa, Kosovo, Bosnia y Afganistán, todas las cuales eran campos de batalla en los que Washington había patrocinado movimientos separatistas bajo el disfraz de la "autodeterminación". Ahora a todos los está convirtiendo en estados clientes.

Los separatistas chechenos desarrollaron relaciones estrechas de trabajo y destrezas para el terrorismo en colaboración con Washington y Europa occidental en todos estos conflictos, y se volvieron plataforma de lanzamiento para el posterior desmembramiento de Rusia en todo el Cáucaso. Combinaron las tácticas terroristas que aprendieron en la lucha por el control de territorios mafiosos en Rusia con las prácticas terroristas de la guerra en Afganistán, donde elegían maestras rurales y enfermeras para decapitarlas y despellejaban vivos a "comunistas" cautivos. Su práctica actual de colocar bombas en teatros, aviones y complejos de departamentos, y la espantosa matanza de cientos de niños escolares y de sus padres y maestros, tiene un precedente sangriento, patrocinado por EU. Los chechenos combinan lo peor de la mafia y de los fundamentalistas islámicos: el asesinato a sangre fría de víctimas inocentes para establecer el dominio de caudillos teocráticos.

Política occidental

Frente a los asaltos terroristas chechenos, todos los medios masivos de Occidente siguieron refiriéndose a ellos como "nacionalistas", "militantes", "rebeldes" y como representantes legítimos de su pueblo, aun después de que habían masacrado a niños de escuela. En los primeros momentos, todos los medios electrónicos e impresos, desde la BBC hasta The Guardian, Le Monde, The New York Times, etcétera, criticaron a los rusos por no negociar con los terroristas, incluso en momentos en que éstos asesinaban niños y aun después de que habían detonado explosivos que mutilaron a menores inocentes. Nada captura mejor el profundo compromiso de los medios con el imperio y su respaldo al desmembramiento de Rusia que su apoyo a los terroristas en plena matanza masiva. Tan primitivo y cobarde apoyo a las exigencias terroristas en medio del luto nacional y la rabia internacional provocó finalmente que el Estado ruso reaccionara con indignación, y que algunos medios redujeran en forma temporal su respaldo a los terroristas y a la destrucción de Rusia.

Los medios rusos no fueron excepción. La mayoría de los medios privados y sus comentaristas anhelan el retorno del servilismo y el enriquecimiento del periodo de Yeltsin, y buscan desacreditar y destruir al régimen de Putin. Muchos de los oligarcas multimillonarios tienen cercanas relaciones de trabajo con líderes chechenos, en especial Boris Berezovsky. Los oligarcas y sus corifeos en los medios rusos se hacen eco de la línea política y mediática de Occidente, de culpar a las fuerzas de seguridad rusas en vez de a los terroristas chechenos. Sobrevivientes del asalto ofrecen vívidos relatos de la detonación de bombas y los asesinatos previos a las operaciones de rescate rusas, y desmienten así el solapamiento occidental de la acción terrorista.

Los gobiernos angloestadunidenses y sus "frentes políticos" proporcionan refugio a los líderes chechenos como parte de su estrategia para sostener una guerra de desgaste contra Rusia y en especial contra Putin, usando a los pobladores chechenos como conejillos de Indias. Con toda probabilidad el resultado de la independencia chechena sería algo semejante a Kosovo: un Estado cliente, con una gran base militar estadunidense, regido por gángsteres y caudillos, dedicado al tráfico de drogas, de esclavos sexuales y al contrabando militar, y profundamente envuelto en fomentar el terror separatista en toda la frontera sur de Rusia, es decir, la república de Daguestán (que es multiétnica y cercana al mar Caspio, rico en petróleo y gas). El enemigo de Rusia no es una república chechena autónoma, sino un Estado terrorista, regido por gángsteres, controlado por las fuerzas de seguridad estadunidenses y británicas, decidido a seguir desmembrando a Rusia y a destruir los esfuerzos de Putin por reformar el Estado ruso.

Una de las consecuencias imprevistas, sin embargo, podría ser que el asesinato y mutilación de cientos de niños y padres en la escuela pública de Beslán diera a Putin la oportunidad de deshacerse de todos los oficiales de seguridad heredados del régimen de Yeltsin. Podría obligar al líder ruso a crear un nuevo y eficiente régimen de seguridad, capaz de desmantelar las mafias (chechenas y otras) que han financiado a los terroristas. Lo que es más importante: Putin tendrá que darse cuenta de que el imperialismo angloestadunidense no es su aliado contra el terror, sino cómplice de los terroristas en su misión de fragmentar a Rusia y destruir su autoridad pública.

Traducción: Jorge Anaya

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