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México D.F. Sábado 25 de septiembre de 2004

Alfredo C. Villeda

Darfur: el Sudán de la posguerra fría

Desde 1956, Sudán ha tenido dos guerras de independencia y 15 golpes de Estado. Integrado por 600 etnias, dividido en términos religiosos, marcado por la desigualdad territorial, el país es hoy escenario de múltiples conflictos, de los que destaca el de Darfur, el más violento. Esa nación africana es gobernada desde 1989 por una dictadura encabezada por Omar Asan Ahmed El-Bechir, personaje sumamente influido hasta hace unos años por el Movimiento Islámico de Sudán.

El conflicto actual tiene su origen en la existencia de dos comunidades con diferentes modos de subsistencia: la población sedentaria agrícola y la de ganaderos nómadas y seminómadas. Darfur padece repetidos enfrentamientos ligados a las tierras y agravados por la sequía y la proliferación de armas de fuego. Esas mismas divisiones se reproducen en los planos étnico y político. Una parte es árabe y habla esa lengua, con excepción de Zaghawa, y demanda más poder en el gobierno local apoyada por la denominada Alianza Arabe. El poder en la capital, Jartum, apoya la arabización del país, por lo que ha armado a milicias de la región, de acuerdo con reportes de Le Monde.

Entre el 9 y el 11 de septiembre pasados, Estados Unidos alzó la voz sobre la crisis humanitaria y afirmó que Darfur es el teatro de un "genocidio" cometido por milicias árabes. Londres dio su apoyo de inmediato a Washington, pero Francia decidió quedarse con la definición de la Organización de Naciones Unidas (ONU): "violaciones masivas de derechos humanos". Jartum rechazó las acusaciones "de propaganda" estadunidenses. "El gobierno de George W. Bush intenta desviar la atención de lo que pasa en Irak", declaró la cancillería sudanesa, para la cual esta guerra, que ha dejado unos 50 mil muertos y 1.4 millones de desplazados (cifras de la ONU), "es un problema tribal interno".

El conflicto comenzó el año pasado, cuando negros rebeldes atacaron propiedades gubernamentales en protesta por el abandono y la desatención a Darfur en favor de la población árabe. Las autoridades respondieron habilitando una milicia llamada janjaweed para sofocar la revuelta.

En entrevista con CNN, en agosto pasado, el presidente sudanés dejó claro que no aceptará el ingreso de tropas extranjeras en su territorio, pero divagó al ser interrogado sobre la posibilidad real de detener la violencia generada por su propia milicia. De hecho, en agosto venció el ultimátum que Naciones Unidas le puso para el cese del fuego, que fue acordado por los bandos en pugna, si bien pronto se demostró que la situación ya estaba fuera de control. Según el mandatario, para proteger a los ciudadanos se decidió incorporar a los milicianos árabes a las fuerzas del orden. En esa charla dijo también que la mayor parte del país hace su "vida normal" y apenas serían 5 mil los muertos de ambos lados, cuando en realidad se habla de 50 mil, cifra que el gobernante consideró exagerada, y apostó por una solución "fácil", siempre y cuando no haya injerencia extranjera.

El periodista Mark Huband escribe en Africa después de la guerra fría (Paidós): "La religión ha modelado directa o indirectamente la política sudanesa desde la caída del imperio otomano (...) El gobierno actual, desde que conquistó el poder en 1989, ha intentado crear un Estado islámico cuya política esté inextricablemente unida al sistema gubernamental".

Pero hay otros elementos que enrarecen la situación en Sudán: el 7 de agosto de 1998 dos bombazos devastaron las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, con resultado de 263 muertos, lo que motivó una respuesta 13 días después, cuando la fuerza aérea de Washington atacó una fábrica farmacéutica en las afueras de Jartum, la cual, según los estadunidenses, estaba vinculada a Osama Bin Laden y se utilizaba para producir precursores de armas químicas.

Debe recordarse que Bin Laden vivió en Sudán de 1992 a 1996, después de abandonar Afganistán. Arabia Saudita usó su influencia en Estados Unidos para reclamar y conseguir que Sudán expulsara al terrorista, quien fue de regreso a territorio talibán, grupo al que impulsó al poder después de combatir y echar a las tropas rusas a finales de los años 80. Según Huband, "muchas decisiones estadunidenses respecto a Sudán se han basado en la ignorancia, más que en una política responsable. El bombardeo de la fábrica farmacéutica de al-Shifa es el ejemplo más palpable (...) Cuando en 1992 Washington incluyó ese país en la lista de estados patrocinadores del terrorismo, no aportó prueba alguna que justificase la decisión, pese a las relaciones de Jartum con grupos como la organización palestina Hamas".

Así, en medio de la acusación de "genocidio" impulsada por. Bush y Tony Blair, y severos cuestionamientos de organizaciones no gubernamentales por fomento a la esclavitud, el secuestro y la tortura, Sudán afronta el enésimo conflicto en un horizonte, como el africano, en el que el final de la guerra fría dejó escenarios catastróficos en todo el continente, calamidades que son legado de la larga ocupación extranjera.

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