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México D.F. Martes 14 de septiembre de 2004

José María Pérez Gay

Indonesia: Yamaa Islamiya

"Hemos decidido arreglar cuentas con Australia, uno de los peores enemigos de Dios y del Islam". En este mensaje enviado por Internet, la Yamaa Islamiya (La comunidad islámica) reivindicaba el atentado en Yakarta, la semana pasada, contra la embajada de Australia. Un conductor suicida impactó su coche bomba contra el edificio de la sede diplomática; resultado: 27 muertos y 120 heridos.

Yamaa Islamiya es el grupo terrorista más activo y eficaz del sudeste asiático; cuenta con una elite de guerreros muy bien entrenados, que se desplazan entre Sumatra y Java. Yamaa tiene 400 técnicos en explosivos de primera clase, otros tantos pilotos suicidas y unos 10 mil seguidores dispuestos a morir en cualquier atentado terrorista. Según Rohan Gunaratna, director del Instituto de Defensa y Estudios Estratégicos de Singapur, la Yamaa Islamiya no es sino el brazo armado de Al Qaeda en el sudeste asiático. El último fin político de esta organización es tan simple como extravagante: Indonesia debe ser cubierta por un manto de terror, que pueda borrar a todos los regímenes seculares electos por los infieles y, en una nueva época bienaventurada, establecer el califato islámico de Australia a Burma.

En la Navidad de 2000, Yamaa Islamiya apareció en el horizonte del terrorismo con una de las barbaridades más indignas de los últimos tiempos, un espectáculo abominable. A las nueve de la noche en punto, en 11 ciudades del archipiélago indonesio detonaron, al mismo tiempo, 38 bombas en iglesias cristianas y casas de sacerdotes católicos y protestantes; el resultado: 85 muertos y 120 heridos. Este asalto masivo contra los representantes del cristianismo en el sudeste asiático era sólo el prólogo a la siguiente ola de terror. El 12 de octubre de 2002, un comando de Yamaa Islamiya puso una bomba en el autobús del Club Sari, en la isla de Bali; el resultado: 202 muertos, seis turistas ingleses y alemanes. El asalto al autobús en Bali es, sin duda, uno de los ataques más violentos de Al Qaeda desde el de las Torres Gemelas en Nueva York. Seis meses después, en agosto de 2003, un suicida de la Yamaa detonó frente al hotel Marriott, en Yakarta, los explosivos atados a su cuerpo; el resultado: 16 muertos.

La pregunta más generalizada, sin embargo, es si existen pruebas auténticas de que la Yamaa Islamiya sea una rama del gran árbol de Osama Bin Laden. Al parecer, esas pruebas existen. Los Servicios de Seguridad y de Inteligencia de Tailandia detuvieron a Riduan Isamudin, alias Jambali, el estratega implacable de los dos últimos atentados, y a otro terrorista, un ex lugarteniente de Ayman al Zawahiri, el número dos de Al Qaeda. Seis semanas después, los mismos servicios de seguridad aprehendieron en Bangkok al predicador islámico Abu Bakar Baasyir; los cuatro terroristas que cometieron los atentados de Bali también están presos, tres de ellos condenados a muerte.

Ahora la estrategia de la Yamaa Islamiya es muy clara. Al lanzarse contra el régimen de la presidenta Megawati Sukarnoputri ha tratado de eliminar al único interlocutor político secular que parece capaz de mantener el archipiélago indonesio sin grandes conflictos sobre la base de la civilidad republicana, un régimen no islámico. Sin embargo, la fuerza extraordinaria de la Yamaa Islamiya se halla en el modo como se ha alimentado de la historia ancestral del Islam en Indonesia, nación con 188 millones de musulmanes, el mayor número de creyentes islámicos concentrados en un país. Algunas inscripciones funerarias revelan la existencia de pequeñas colonias mercantiles musulmanas en el archipiélago -el año 1032- en Java, Burnei y Solo. En el siglo XV, los puertos de la isla estaban poblados de mercaderes musulmanes, que han llegado de todos los reinos de Oriente, sobre todo de China. Cuando Magallanes llega a sus costas (1524), los mercaderes musulmanes le ofrecen prendas y mercancías. No obstante, la verdadera expansión del Islam en el archipiélago data de los siglos XV y XVIII; en Java, los sultanatos nacen a todo lo largo y todo lo ancho de la costa. A finales del siglo XVIII se convirtieron en territorios coloniales y se les llamó Indias Orientales Holandesas. Bajo el colonialismo holandés (1767-1945) el Islam siempre fue una fortaleza inexpugnable de la resistencia nacional, una incubadora del odio a los cristianos. Su primer presidente fue el doctor Ahemd Sukarno (1914-1967), que nacionalizó todas las empresas y bienes inmuebles holandeses. No obstante, los comunistas liquidaron a Sukarno cuando llevaron las cosas al filo de una guerra civil (1965); la matanza de comunistas en Yakarta fue espectral. El golpe de Estado del general Suharto, la represión del ejército y el silencio subversivo del Islam indonesio fueron los capítulos más importantes de los últimos 40 años.

Muchos de los miembros de la Yamaa Islamiya fueron militantes del antiguo movimiento Darul Islam. Al comenzar la década de 1960, 40 mil musulmanes creyentes iniciaron una rebelión armada contra el régimen secular de Yakarta con la intención de convertir el archipiélago en un Estado islámico. El ejército indonesio barrió literalmente con el movimiento guerrillero y los miembros de Darul Islam pasaron al mundo de la clandestinidad, donde hasta ahora siguen activos y cuentan con miles de militantes. El mismo Rohan Gunaratna se ha declarado incapaz de distinguir la frontera entre la Yamaa Islamiya y Darul Islam; se confunden en sus propósitos y sus luchas.

Abdulá Sungkar y Abu Bakar Baasyir son los fundadores de la Yamaa Islamiya; ambos fueron también militantes de Darul Islam. Desde principios de la década de 1970, los dos combatientes enseñaron en el internado musulmán de Pondok Gruki, muy cerca de la gran ciudad javanesa de Solo. Al comenzar la guerra contra la Unión Soviética en Afganistán (1979), en los pasillos de ese internado Sungkar y Baasyir reclutaron a numerosos guerreros, jóvenes dispuestos a dar sus vidas en la guerra santa (yijad) contra los "infieles" soviéticos. En el sudeste asiático se reclutaron más de mil 200 combatientes islámicos: indonesios, filipinos, malasios, javanenses, tailandeses. Al apoyar abiertamente al movimiento muyahidin y oponerse a la "pancasila" -la ideología multirreligiosa del dictador Suharto-, el gobierno se lanza a la persecución de Sungkar y Baasyir. En mayo de 1985, ambos logran huir a Malasia, donde fundaron otra vez un círculo islámico radical de estudios del Corán. Mientras, sus jóvenes discípulos estaban de regreso de Afganistán, donde se habían entrenado con otros muyahidines del sudeste asiático bajo el mando de Abdul Rasul Sayaf.

Los caminos inescrutables de la historia más cercana: la experiencia de combate contra el ejército soviético en Afganistán definió el rumbo de la Yamaa Islamiya y de muchos otros grupos islámicos que han elegido el terror en el sudeste asiático. Rasul Sayaf, el gran señor de la guerra de Afganistán, fue desde un principio un amigo muy cercano de Osama Bin Laden. Después de la guerra contra los soviéticos en Afganistán y bajo la protección del régimen talibán, Sayaf le señaló a Bin Laden la dirección del viento de la guerra: el inmenso sudeste asiático, donde más de 200 millones de musulmanes convivían con chinos y cristianos: el campo de batalla del futuro.

Los cuadros más importantes de la Yamaa Islamiya se trasladan sin grandes dificultades con unas lanchas de motor velocísimas rumbo a Mindanao; esa nueva ruta ha cobrado gran valor estratégico para los representantes del Islam radical, así como para los grupos de terroristas de la Yamaa Islamiya. Desde hace unos 30 años, al sur de las islas Filipinas se libran tenaces combates entre los muyahidines internacionales y los soldados del ejército de Manila. Ese territorio es un panal de grupos terroristas de varios países, dispuestos a luchar hasta la muerte por la instalación de un Estado islámico en el sur de las Filipinas. En el Camp Abubakar del Moro Islamic Liberation Front se congregan los cientos de piratas posmodernos, los que asaltan barcos y secuestran turistas, los que roban bancos y le disputan el botín a sus camaradas. Ese enorme territorio es la retaguardia terrorista de nuestros días y nadie, ni los marines estadunidenses, se atreve a entrar sin apoyo aéreo. En los últimos tres años la Yamaa Islamiya se ha extendido en Asia. El especialista Rohan Gunaratna menciona reuniones secretas entre 1999 y 2000 muy cerca de Kuala Lumpur, donde se define y discute el mapa de los atentados terroristas, y el de los circuitos bancarios por los cuales llega el dinero que les permite armarse y moverse.

Desde la Escuela de Estudios del Corán en la ciudad de Solo, en el sur de la isla de Java, Abu Bakar Baasyir reúne a sus muyahidines dedicados a planear nuevos atentados; los grupos terroristas pululan en esa ciudad: chechenos, uzbecos, burmanos, malasios, filipinos, tailandeses, kenianos y sudaneses. Los terroristas de Bali se dieron cita varias veces en esa escuela; los malayos Azahari Husin y Nurdin Top, sospechosos de haber organizado el atentado a la embajada de Australia, frecuentaron la escuela de Bassyir. Al morir Abdulá Sungkar, la Fiscalía General de Indonesia acusó a Abu Bakar Baasyir de traición a la patria, lo llevó ante un tribunal y fue condenado a cuatro años de prisión. Si, como quiere Gunaratna, la Yamaa Islamiya no necesita ya de dirigentes para perpetrar atentados como el de la embajada de Australia, la suerte está echada en el sudeste asiático, el terror se convertirá en una máquina de matar autónoma. Las fronteras de la actual Indonesia se remontan a la era colonial, el idioma malayo de los puertos es, según el Islam, la lengua religiosa y literaria, escrito en caracteres árabes sobre papel -luego latinizado- se convertirá en el indonesio de nuestros días, la lengua nacional. Los ecos de ese idioma son, según dicen, la fuerza del Islam en ese mundo; sus consecuencias, imprevisibles.

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