350 ° DOMINGO 5 DE  SEPTIEMBRE DE  2004

EL ROSTRO DEL DOMINGO
Daniela Pastrana
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Fotografía: Daniela Pastrana

 

La pionera del
parto sin temor
 

Mercedes Ballesté ha dedicado años de su vida al trabajo con las mujeres. Pionera de lo que llama "parto sin temor", da consultas, atiende alumbramientos, hace investigaciones, da conferencias y propone políticas públicas. También se da tiempo para ser mamá

MERCEDES BALLESTE es una mujer bajita de rizos rebeldes que saltan para todos lados. Tiene el don de escuchar con atención a sus interlocutores, que por lo general son mujeres embarazadas. Sus consultas, en la pequeña clínica de maternidad que dirige, pueden prolongarse mucho más de los 30 minutos establecidos en la libreta de citas y no es extraño que responda el teléfono de madrugada para atender crisis emocionales de alguna de sus pacientes.

Ella no es una médica tradicional. Hija de republicanos exiliados en México, con un hermano activista en el movimiento estudiantil de 1968, decidió no cursar ninguna especialidad al graduarse como médica general porque le fastidiaba el "elitismo y conservadurismo" del mundo galeno; en la práctica, se especializó en maternidad (o "salud reproductiva"). A eso ha dedicado casi 30 años de su vida. Y no para: atiende partos, hace investigaciones, propone políticas públicas, asiste a conferencias. También se da tiempo para ser mamá.

Mercedes es promotora desde hace dos décadas de algo que denomina "parto sin temor". Fue pionera en México de los partos en agua. Y en su discurso tiene una idea permanente: que la mujer -y su pareja, si tiene- asuma el control de su embarazo y su parto. Que se informe, que pregunte, que participe, "que no sea un sujeto pasivo a la espera de las órdenes del médico".

"Tenemos que dejar de ver a la mamá como la portadora de la obligatoriedad de traer un hijo sano al mundo (no subas, no cargues, no fumes, no te destapes) y empezar a verla como un ser humano transformándose, y en este sentido, los médicos tenemos que ser acompañantes de la madre, o de la pareja, en un proceso que también les compete a ellos en cuanto a la toma de decisiones".

* * *

Mercedes se aficionó a la medicina viendo en la televisión el programa Doctor Kildare y doctor Casey. Por casualidad llegó al sanatorio Vista Alegre, una clínica de maternidad que se ubicaba cerca de la estación Chabacano del Metro, en la colonia Vista Alegre de la ciudad de México. Hasta entonces supo que en ese sanatorio habían nacido ella y sus dos hermanos. "Fue algo muy simbólico", cuenta ahora. "El dueño había muerto, así que se dio la oportunidad de que lo rentáramos un par de años, y luego lo compré".

Eso fue en 1977.

Antes había trabajado en la Torre Médica, donde conoció a Carmen Quiñónez, una enfermera que daba cursos de sicoprofilaxis (hasta entonces desconocidos en México) y de ahí surgió la idea de abrir un curso en el Vista Alegre.

"Ya me gustaba el trabajo con mujeres".

En 1986, las obras de ampliación del Metro la obligaron a cambiar la sede del sanatorio adonde se ubica actualmente (en Calle de los Montes, a dos cuadras del Metro Ermita). Por esos días entró a trabajar con un grupo del Movimiento Amplio de Mujeres en una clínica de la colonia Guerrero. Ahí conoció a otro personaje fundamental en esta historia: Laura Vilchis. Con ella empezó a desarrollar un trabajo más formal de perspectiva feminista.

Dos años después se integró a Salud Integral para las Mujeres (Sipam) y desde entonces ha realizado actividades paralelas entre la clínica y la ONG.

-¿El Vista Alegre es una clínica de mujeres?

-Sí. Y no porque no se puedan atender hombres, sino porque en la medida en que se va viendo que somos puras mujeres, se va perfilando como una clínica de salud sexual y reproductiva. La mayoría de las médicas que estamos ahí no somos ginecólogas formales, pero rara vez damos una consulta general.

-¿Así lo imaginaste?

-No, se fue perfilando naturalmente. Creo que por la forma de dar la consulta, que es más horizontal, a las mujeres no les gustaba tratar con hombres algunos temas que no tienen que ver con la parte médica.

* * *

En 1990, introdujo en el sanatorio los partos en agua. Fue la pionera de este tipo de alumbramientos en México, que luego se desarrollaron en el Hospital Militar. Ella recuerda esos días con gusto: "Le dijimos a las mujeres del curso: 'queremos hacer un parto en agua, no tenemos experiencia, tenemos toda la teoría ¿le entran?' Y dijeron que sí, fueron experiencias muy cálidas".

-¿Hay mucha diferencia con un parto tradicional?

-Los beneficios son directamente para la mujer, porque el agua caliente minimiza el dolor y relaja. Para los bebés no tanto. En algunos lugares de Europa y Estados Unidos el bebé nace y lo dejan nadando un rato, en otros lo sacan inmediatamente para que no haya posibilidades de riesgo de contaminación, de un desprendimiento de placenta. Nosotros adoptamos la vía rápida porque hay más posibilidades de control.

Los partos en agua se suspendieron en 1998, cuando las autoridades clausuraron el quirófano y el sanatorio enfrentó denuncias por negligencia -que no prosperaron- en la Comisión Nacional de Arbitraje Médico. Es un tema que prefiere no desempolvar. "Fue la peor época de mi vida", dice con una mirada tristísima.

-Me imagino que uno debe tener muy claro que no va a tener una atención convencional para no asustarse...

-Tratamos de ser lo menos intervencionistas; de no precipitarnos, no hacer operaciones innecesarias, ni provocar partos, ni sacar a los compañeros de la habitación. Alrededor del embarazo y el parto hay una serie de factores que los pueden volver muy gustosos o con mucho miedo, lo que decimos es: hagamos partos humanizados, donde la mujer sea el centro del proceso.

***

La gran paradoja de la maternidad, dice Mercedes, es que por un lado se ensalza y por otro se desestima.

"Y en esa línea divisoria entre el cuidado y el descuido entra la mortalidad".

En Sipam se ha dedicado al estudio de políticas públicas en salud y derechos reproductivos. Tiene más de dos años trabajando con el gobierno del DF en un proyecto de unidades móviles para hacer exámenes de Papanicolau, y un modelo de atención de prevención de riesgos para el embarazo. Participa además en dos espacios que Sipam tiene en radio: Dejemos de ser pacientes, que se escucha los lunes en la mañana por Radio Educación, y El café de Cuca, en la XEQK, dirigido a jóvenes.

Tiene dos hijos: Valentina (13 años) y Sebastián (nueve). Ambos juegan futbol.

-¿Cómo ves a las mujeres de ahora?

-Todavía hay inequidad, mucha violencia, pero creo que el discurso feminista ha permeado y ha perdido la idea de que ser feminista es pelearse con los hombres. Hemos avanzado, pero falta mucho, en salud sobre todo.

-¿Nunca te cansas?

-No. Sigo pensando que hay muchas causas para luchar por las mujeres.