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23 de agosto de 2004
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GARROTES Y ZANAHORIAS

DISCRIMINACION

Todo indica que Un día sin mexicanos, la película "docu-comedia" de Sergio Arau, será un éxito de taquilla aquí. El problema, para la productora del Grupo Televisa, es que ha fracasado allá, en el mercado latino de Estados Unidos que es al que quiere conquistar.

La película fue el primer intento de Televisa por penetrar en el mercado cinematográfico estadunidense, donde los latinos representan 15 por ciento del público, y en taquilla pagan más de mil millones de dólares al año. Con la cinta Un día sin... arrancaron los planes de Televisa para distribuir de 15 a 18 filmes al año en aquel país. Pocas semanas después de su lanzamiento en California y Texas, sin embargo, Televisa se echó para atrás en sus planes para distribuir la obra en la unión americana.

Algunos grupos de defensores de los inmigrantes latinos la consideraron ofensiva. Lo es. Un día sin mexicanos representa lo peor del viejo nacionalismo priísta, si es que acaso éste ha desaparecido: el concepto de que los que cruzaron la frontera eran traidores a la patria por no querer aguantar los sueldos de miseria de aquí. Para los funcionarios ni siquiera eran mexicanos, sino "connacionales". Son muy finos al hablar esos funcionarios; si no, los hubieran llamado "pochos" de una vez.

¿Y qué les esperaba a los emigrantes en su búsqueda del sueño americano? (perdone, estimado lector, pero el tema se presta para los lugares comunes). Pues, como en Un día sin..., pura decepción: discriminación racial (como si no hubiera en México); explotación (¿a poco no es peor aquí?), y nostalgia (las albóndigas en chipotle... el calor de la familia... las telenovelas de Televisa). Condenados todos a un eterno purgatorio de trabajos humillantes, persecución y temor.

Pero no, señores ejecutivos de Televisa. La realidad es otra. Si existe un infierno para esas gentes, éste ha de ser aquí. ¿Por qué otra razón arriesgan la vida para salir del país? El muro de Berlín se queda chico como generador de tragedias humanas comparado con las 300 muertes al año en los estados fronterizos del lado estadunidense. Nada más que, como los nuestros no mueren en aras de la libertad (perdón, otro lugar común), nadie puede formar un capital político sobre sus tumbas.

Nadie, menos nuestros políticos, pero olvidan que ellos mismos ­con sus enormes fracasos­ son el origen de la desesperación que causa las muertes. Son los mismos "nacionalistas" que hablan maravillas de nuestros avances en medicina horas antes de abordar un avión para llegar a una clínica de Houston; los mismos cuyos pechos se hinchan de orgullo cuando Merrill Lynch palomea sus políticas, para después ventilar su rabia cuando algún extranjero izquierdoso critica la falta de libertades en México.

Los emigrantes son gentes que, según los sondeos, son optimistas en su abrumadora mayoría respecto a su futuro. Ven oportunidades en Estados Unidos que les fueron cerradas a cada vuelta de la esquina en México. No se avergüenzan de trabajar con sus manos, y entre ellos hay muchas historias de éxito.

A diferencia de China, mucho de cuyo dinamismo económico proviene de los chinos de ultramar, el gobierno mexicano ­y, por lo visto, Televisa­ todavía parece no saber cómo realizar el potencial que ofrecen los emigrantes. Y si Televisa quiere sacar más películas sobre gente discriminada, presa de un sistema educativo que los hace sumisos y sin las herramientas básicas que hacen falta para entrar en la economía moderna, pues no tienen que ir muy lejos. Aquí sí abundan los mexicanos§

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