La Jornada Semanal,   domingo 22 de agosto  de 2004        núm. 494

La Culebra y la Olimpiada en Atenas

Este mes de agosto de 2004 se llevan a cabo en nuestro país los vigesimoquintos Juegos Olímpicos de la era moderna. Bajo el "noble patrocinio" de las más grandes empresas multinacionales del mundo, es bien sabido que la organización de esta emisión de la justa olímpica ha sido considerada la más costosa en la historia. Para decirlo de una vez, se trata, ni más ni menos, de una descomunal empresa que, en nombre del deporte, ofrece a la red internacional de capitales y firmas trasnacionales la oportunidad de incrementar aún más sus utilidades; a los gobiernos, intensificar aún más sus regímenes policíacos, los controles preventivos y la creación de las llamadas sombrillas "antiterroristas", y a los medios masivos de comunicación, controlados por el poder económico y el Estado, aislar cualquier voz que signifique oposición y, por lo tanto, lograr la consecuente manipulación de la opinión pública. Así, pues, el poder económico y político, y los medios masivos de comunicación vinculados a ellos, buscan utilizar los Juegos Olímpicos, entendidos como la nueva "Gran Idea de la Nación", para levantar una cortina de humo ante el régimen en que vive gran parte de la población de Grecia.

Los Juegos Olímpicos de Atenas tienen un rasgo adicional. Son los primeros Juegos Olímpicos que se realizan después del 11 de septiembre, después de la guerra en Afganistán y de la declaración de guerra a Irak. Una operación de estas dimensiones, con los gigantescos intereses económicos que involucra, no podría abandonarse a cualquier "amenaza", por grande o pequeña, interna o externa que ésta fuera. En la Atenas de 2004, en la ciudad en que vivimos, se ensaya por primera vez en la historia del planeta un sistema de seguridad preventiva extremadamente sofisticado y severo que se propone controlar el más mínimo pliegue de la vida en la ciudad y en el país, así como hacer desaparecer de la vida pública de la ciudad a todas y todos aquellos que constituyen una "amenaza en potencia" para la fiesta: los inconformes, los mendigos, los pequeños comerciantes, los emigrantes, los marginados de todo tipo, etcétera. Simultáneamente, se ha llevado a cabo, a un costo elevadísimo y mediante campañas publicitarias cuidadosamente planeadas, la exaltación –como virtud nacional– del "voluntariado", con el propósito de dar legitimidad al "ideal nacional" promovido por el Estado para los Juegos. Además de la evidente manipulación implícita, uno de los beneficios inmediatos de semejante estrategia es, por si fuera poco, la afluencia de mano de obra gratuita para las "labores secundarias" durante los Juegos.

Ante esta situación, y aspirando a aquello que buscamos durante los cuatro años de la campaña "Una escuela para Chiapas", es decir, encontrar los caminos a través de los cuales las luchas en nuestro país puedan combinarse con las de otros pueblos, hemos celebrado, junto con los compañeros zapatistas, la inauguración del Centro de Capacitación de Promotores de Educación. Bajo la consigna: "Frente al voluntariado del dinero y del poder, la solidaridad de la lucha de los pueblos", nos hemos encontrado en La Culebra, Municipio Autónomo Rebelde Ricardo Flores Magón, en Montes Azules, Chiapas, para unir simbólicamente nuestras voces a la de todas y todos aquellos que se manifiestan estos días en Atenas en contra de las Olimpiadas sustentadas por el poder y los grandes intereses económicos.

Para nosotros, la fiesta en Chiapas es el símbolo opuesto a las Olimpiadas. Mientras queen Atenas los representantes de los Estados que crean y exportan la guerra hablan de paz y prometen garantizar la tregua olímpica, nosotros creemos que es en La Culebra donde realmente se puede festejar la fraternización que supuestamente invocan los Juegos.

En este sentido, al internacionalismo de las multinacionales, que quieren hacer de la llama olímpica un rasgo más añadido a sus distintivos de empresa; a la adoración fetichista de los rendimientos atléticos y de la victoria, que tanto concuerda con una cultura agresiva y centrada en el individualismo, hemos opuesto la alegría de la participación, la colaboración y la fe en la fuerza de los sin rostro.

En nuestra fiesta nadie ha pagado por ver desfiles, juegos pirotécnicos, costosas escenografías y "alegre" publicidad. Tampoco ha aparecido en las televisiones del mundo ante millones de espectadores. No queremos espectadores. Sólo personas que sienten la escuela como el escenario de una representación que no tiene protagonistas, sino actores de ese otro mundo que viene.

En nuestra fiesta no ha habido vencedores. Porque la fuerza de la creación yace en el encuentro y la colaboración entre personas con esperanzas comunes y no en el antagonismo y la supuesta creatividad que éste cultiva.

En las antípodas de una olimpiada cercada de hierro, hemos querido que nuestra fiesta sea una celebración de la libertad y la autodeterminación. La seguridad la prometen aquellos que más la amenazan. Nosotros no prometemos seguridad. Conocemos el riesgo. Sabemos que la democracia es un riesgo continuo donde la igualdad sin solidaridad es letra muerta.

Y si alguna vez los valores invocados en la Antigüedad cruzaron el umbral de los Juegos Olímpicos, no lo sabemos con seguridad. Sin embargo, si sólo por un momento algo semejante ha podido suceder, aquello que los encarna ha estado allí, en la lejana Culebra.
 
 

Traducción de Francisco Torres Córdova