Ojarasca 88 agosto 2004


 

Región Centro Pacífico

El Congreso Nacional Indígena

se reúne en Ocumicho


Ramón Vera Herrera, Ocumicho, Michoacán, 2 de agosto. La música cobra volumen y cuerpo al acercarse por la calle. Son sones calentanos y pirecuas veloces y sincopadas filtradas al aire por muchos clarinetes, saxofones, trompetas y trombones. El tropel de los pasos delinea un fondo rítmico. La enorme banda recorre Ocumicho en la noche del 31 de julio y sus giros se cuelan al sueño de la gente. Alguien se incorpora bostezando y comenta, "quieren que soñemos fuerte estos músicos. Qué detalle, raro pero bonito, saben que todo el pueblo y los que venimos de fuera ya estábamos acostados, pues". La música se aleja proponiendo vuelos a otros soñadores.

Una noche antes, llegaron los wixaritari, los nahuas de Jalisco, Colima, Michoacán, Milpa Alta y Xochimilco, para celebrar la XIV reunión de la región Centro-Pacífico del Congreso Nacional Indígena (CNI) en esta comunidad purhépecha que hace 85 años defiende sus tierras de los invasores mestizos de Tangancícuaro.

Los recibieron el comisariado de bienes comunales, Constantino Felipe Candelario, y Juan Chávez, autoridad moral del pueblo purhépecha. Luego luego se hizo confianza y tata Juan pulsó en su guitarra sones y pirecuas instrumentales para los recién llegados. Entre pieza y pieza, entre cigarro y cigarro, habló de la historia de lucha en toda la Meseta. "Teníamos muchos años peleando entre nosotros. La tierra es vital para nuestra existencia como pueblo, y nunca tuvimos problemas por límites mientras los gobiernos no se metieron con nosotros, pero en cuanto comenzaron a formalizar la tenencia de la tierra nos echaron a pelear porque le adjudicaban a una comunidad y a otra franjas de tierra encimadas, superponiendo planos. Duraron muchos años los conflictos, a veces armados, entre las comunidades. Después de muchos heridos y hasta muertos, por ahí de los ochenta hicimos una reunión entre muchas comunidades de la región purhépecha y platicamos. Y nos dimos cuenta de que era el gobierno el causante de toda la violencia que había segado la vida de muchos de nuestros hermanos. Así que hicimos un pacto para dejar de agredirnos. y así estamos desde entonces".

A la reunión llegan también muchos delegados purhépechas de toda la Meseta y un representante del Consejo Indígena Popular Oaxaqueño Ricardo Flores Magón.
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Tras ocho años como CNI y después de trece reuniones en tres años como región Centro-Pacífico, es claro para muchos de los participantes que "en un mundo más y más separado y egoísta, y cuando se cierran los espacios por todas partes, el CNI ha demostrado ser uno de los pocos espacios libres, de diálogo abierto, por lo menos en México". Y es que, aunque muchos --como los delegados de la Asamblea Nacional Indígena por la Autonomía (ANIPA)-- quisieran que "se dejen de palabras y más bien pasemos a las acciones, sistematicen lo que hay que hacer para que sepamos qué sigue, ya fue mucha plática", el CNI, con mucho tino, ha insistido en ser un espacio de reflexión abierto, donde desde los niveles locales y regionales se va tejiendo historia y palabra, posturas y fuerzas mostradas nacionalmente cuando ha sido necesario. Y van pensando en un largo plazo de reencuentro mutuo entre las comunidades indígenas con sus saberes y demandas como puente.

No es casual que las últimas reuniones del CNI Centro-Pacífico se efectúen en comunidades difíciles, a veces cruzadas por conflictos, empeñadas en resistir desde los varios aislamientos que se le imponen, y no en ciudades grandes. Tampoco es casual que mientras más pasa el tiempo, las discusiones se vayan más al fondo, y se desmenuce el actuar del gobierno en todos sus pormenores nocivos para las comunidades.

Como en las reuniones anteriores, los participantes son, mayoritariamente, autoridades tradicionales y agrarias, y desde abajo se intenta cumplir con la consigna de reconstituir a los pueblos integralmente.

En el cotejo de las diversas comunidades asistentes, hallan que los mismos problemas las cruzan e insisten en reivindicar la autonomía en los hechos, reafirmar su compromiso de tomar los Acuerdos de San Andrés como ley suprema, fortalecer los auto gobiernos comunitarios y defender los esfuerzos autonómicos que siguen bajo fuerte asedio desde muchas instancias de gobierno, como los caracoles zapatistas en Chiapas, el municipio autónomo de Suljaa, el consejo unihidalguense de Rancho Gubiña en Oaxaca, la comunidad agraria autónoma de Bancos de San Hipólito, la asombrosa reconstitución como pueblo de los wixaritari o el recién nacido caracol zapatista de Zirahuén, Michoacán.

Por eso rechazan por completo "las tramposas reformas indígenas estatales" y detallan las políticas institucionales que los quieren dividir y enfrentar, como la estrategia de las brigadas de los Focos Rojos, "que somete a negociación monetaria sus problemas agrarios", el famoso y coptador Consejo Consultivo de la Comisión de Desarrollo de los Pueblos Indios, el programa del Procede-Procecom, "que abre la tierra a la especulación privada", los megaproyectos decididos a la distancia sin tomarlos en cuenta, la introducción de transgénicos, los proyectos productivos ajenos, la bioprospección y las patentes, la certificación de médicos tradicionales y el sistema educativo que "empareja y rompe con la educación familiar y comunitaria que siempre existió en las comunidades y a la que el gobierno no le da valor alguno".

En el recuento más y más sistemático que hacen los pueblos, hay un empeño muy profundo por entender entre todos cómo defender sus territorios, sus recursos naturales y sus propios gobiernos, sabiendo que como siempre están solos y el gobierno los ve como enemigos. No sólo tejen alianzas: van abriendo horizonte común de "una lucha que será por siempre. El empeño de reivindicar el camino propio, sin pedirle permiso a nadie para existir. Sabiendo que quieren acabar con nosotros, pero que entendemos cada vez más que de nuestra misma historia nacen los conocimientos, las visiones de nuestros mayores, que nos dan vida y dignidad como pueblos hermanos."

Sí: el CNI no es una organización y no lo quiere ser.

Hay gente que cree que ya no existe. Hay otros que le piden tener una presencia permanente ante cualquier situación que el gobierno plantea como urgente, en las elecciones y el sistema de partidos, que los pueblos ven cada vez más con desconfianza, en cuadros políticos que destaquen para darle lucimiento a lo indígena, en cargos públicos que hagan posible contar con dependencias gubernamentales "controladas" por indígenas, o en los foros internacionales.

Sin embargo, en el callado y lento trabajo de revivir sus avatares y contarlos desde muchos caminos, quienes saben que existe el CNI, encuentran en este espacio de reflexión libre, argumentos y estrategias cotidianas que profundizan su resistencia. "Si apenas empieza", dicen sonrientes.



Sierra Mixe, 1970. Foto: Nacho López
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