Jornada Semanal,  domingo 15 de agosto  de 2004                núm. 493

Luis Tovar
 
Un festival es una fiesta (II)
 
 El séptimo Festival Expresión en Corto estuvo dividido en cinco selecciones oficiales en competencia –ficción cine, ficción video, animación, experimental y documental–, a las que se sumaron una muestra nacional, una internacional, cuatro secciones especiales (Alemania como invitado de honor, largometraje y documental invitados, Los Oscares y Locura de la Media Noche, una muestra del Festival Mix de diversidad sexual en México y del Toronto Lesbian and Gay Film), además de varias actividades especiales, homenajes y exposiciones.

En las primeras siete secciones hubo trabajos provenientes de veintisiete países: Dinamarca, Australia, Canadá, Corea del Sur, Estados Unidos, Perú, Francia, España, Suecia, Rusia, Irán, Alemania, Escocia, Bélgica, Polonia, Italia, Hungría, Inglaterra, Bulgaria, India, Holanda, Portugal, Noruega, Israel, Sudáfrica, Nueva Zelanda y México. A la agradecible posibilidad de ver películas provenientes de tantos lugares, culturas e idiosincrasias, se agrega el hecho encomiable de que la selección haya mostrado un alto nivel de calidad. Salvo excepciones, mexicanas la mayoría de ellas, el contenido del Festival volvió a poner de manifiesto que la vitalidad, la frescura, la originalidad y, quizá, buena parte del futuro cinematográfico, reside en el cortometraje.

Los mexicanos

México estuvo profusamente representado, con cincuenta y tres filmes entre ficción, animación y documental. Hubo de todo, por fortuna las historias bien logradas fueron mayoría y los chistes filmados, en otras ocasiones tan frecuentes, ahora fueron la excepción. Se incluyeron los ya conocidos y premiados en otros certámenes La luna de Antonio, de Diana Cardozo; la animación La historia de todos, de Patricia Aguerre; y el documental The Sixth Section, de Alex Rivera; y con ellos destacaron la sensible historia de un ciego en El color de su sombra, de Eugenio Polgovsky; otra forma del deseo entre un débil visual y una novel prostituta en La Nao de China, de Patricia Arriaga; la soledad, el ludismo y la imaginación de un niño de la calle en Chamaco, de Tim Parsa; un buen argumento pacifista en la animación La guerra, de Rubén Silva; una mirada cruda a la realidad de una mujer gorda en Promesa básica, de Julio Fons; el ripsteiniano mundo desolado de Si un instante, de Álvaro Curiel; el cansancio vital, la culpa y la redención en Un viaje, de Gabriela Monroy; y especialmente El otro sueño americano, de Enrique Arroyo, ágil y hábil corto de una sola secuencia que deja los pelos de punta con su enfoque de las asesinadas de Juárez.

Cumplidores en términos formales y redondos anecdóticamente fueron el thriller ambientado en los cincuenta Cielo y Edén, de Manuel Cañibe; la parábola tanatológica El día perfecto, de Bernardo Loyola; el amor redivivo de Valentina, de Alfonso Corona; la emotividad filial en El abuelo, de Juan Pablo Miquirray; la adaptación chejoviana El cochero, de Miles Merritt; el súbito abandono de la monotonía en Marta, de Alejandro Ramírez; el entrañable cuento hecho por niños Un poquito de..., de Dominique Jonard; la metáfora antixenofóbica animada Squarehead, de Víctor Orozco; el documental sobre la vida urbana de la clase baja Hospedaje en La Colonial; la adaptación del conocido cuento de Guillermo Samperio, Coyote 13, de Alfonso Corona; el tiempo detenido en Fragmentos, de Paulina del Paso; la fábula anticorrupción Nadie regresa por tercera vez, de Alejandro Lubezki; el incesto como antídoto contra la soltería en Para vestir santos, de Armando Casas; el amor de un hombre maduro por una joven en Peatonal, de Alejandro Gerber; y la venganza pubescente ambientada en los setenta de Protestosterona, de Celso García.

Menos logrados, ya sea por su conceptualización o por su realización, fueron la parodia del cine mexicano rural Charros, de Jorge Riggen; el voyeurismo onírico en Frido el gato, de Emiliano Menéndez; la protesta contra la impersonalidad moderna de Sólo muerto, de Jean Dubois; el retrato del famoso retratista del Che, Korda, fotógrafo en revolución, de Alejandro Strauss; y el duelo personal ante la muerte de Largo viaje, de Rubén Montiel.

Al final queda lo supuestamente chistoso (Pata de gallo, Sin un peso, Prohibido prohibir), lo francamente pretensioso (Mating Call, Anatomía de una mariposa, Trans-migraciones, Los no invitados, Más por tu dinero), lo tristemente maniqueo (La fiesta ajena, Sombras) e incluso lo pésimamente filmado (Amarillo).