La Jornada Semanal,   domingo 15 de agosto  de 2004        núm. 493
 
entrevista con Carlos Monsiváis
Luis Tovar

El desafío literario
de Salvador Novo


 Al cumplirse el primer centenario del nacimiento de Salvador Novo, Editorial Era ha publicado una nueva edición, corregida y aumentada, de Lo marginal en el centro, el ensayo biográfico en el que Carlos Monsiváis aborda el corpus completo de la vida y obra de todos los Novo que simultáneamente ha sido y continúa siendo el autor de Nuevo amor, Continente vacío y Nueva grandeza mexicana, entre muchos otros. Sobre tales temas versa la siguiente conversación, que se complementa con el texto leído por Monsiváis en el homenaje a Novo, celabrado recientemente en el Palacio de Bellas Artes.

-Cien años después de ese Salvador Novo múltiple que analizas en Lo marginal en el centro (el poeta de Contemporáneos; el que fue temprana punta de lanza de lo que hoy suele llamarse tolerancia a la diversidad sexual; la figura pública construida primero desde el dandismo y después con varios tipos de oficialismo; el individualista que para serlo recurre a lo gregario), ¿cuál es el más presente en las generaciones actuales, herederas, como dices, de "una admiración y una cada vez más falsa reserva moral"?

–No puedo hablar a nombre de las nuevas generaciones para no ser acusado de populismo transgeneracional. Lo que me consta es la gran popularidad, en los términos relativos que admite la literatura, de los sonetos satíricos, y no sólo entre los gays, y la admiración de un sector de escritores por su poesía y su prosa. Con la "desmemoria" que hoy decide el Aprecio canónico, Novo ha entrado a ese limbo en donde ni está de moda ni deja de estar de moda, algo que no es sólo su problema sino el de todos los afectados por el abatimiento de los niveles de lectura. Como dirían los mercadólogos: "Si la lectura es poca, a casi nadie le toca."

Entre las opciones (minoritarias) de los admiradores de Novo, advierto un equilibrio entre los que admiran el valor civil y la inteligencia con que le consiguió un espacio a la disidencia sexual y mostró que los derechos se adquieren ejerciéndolos, y los que aprenden de su maestría verbal. A estas alturas, el personaje y el escritor ya no son escindibles, y, en la medida en que es conocida, la leyenda siempre se añade a la lectura de la obra, lo que reiteradamente lleva a recordar la leyenda. Mientras vivió, la biografía y la autobiografía de Novo fueron impublicables, y se admiró su obra con un filo morboso: "Tiene talento aunque ya sabemos de qué pie cojea." Entonces la homosexualidad no era una alternativa sino la automarginación nimbada por el ridículo. Por eso, para concluir, lo que se admira hoy de Novo es el gran talento con que integró su gran literatura y su comportamiento que se calificó de audaz y hoy es precursor del gran cambio.

–¿Cómo explicar el triunfo de Novo (el reconocimiento buscado y construido, perdido y recuperado, tanto en vida como post mortem), a contrapelo de lo que llamas "su impecable amor por la derrota"? ¿O quizá ese reconocimiento no lo fue tanto, al menos para él, a pesar de todos los honores alcanzados?

–Cuando hablo de "impecable amor a la derrota" de Novo, me refiero estrictamente a la visión literaria que Novo tiene de sí mismo. Si en su conducta privada Novo fue triunfalista, es un asunto distinto. En la estrategia de su personaje poético ("Tú, yo mismo, seco como un viento derrotado" o "Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío... sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia" o "Al poema confío la pena de perderte") y en la constancia innumerable de cómo se siente doble o triplemente marginado con la pérdida de su juventud, se localiza una certidumbre: si declaro mi vencimiento ya nadie podrá derrotarme. Los honores, la admiración, el reconocimiento, el trato cercano con los Importantes de la República significan muchísimo, pero eso se debe, en el diseño de la estrategia, a su condición póstuma. Si él en el amor, la esencia de la vitalidad según su credo, ha perdido la posibilidad de ser correspondido, todo lo que suceda será para su bien, pero tardíamente.

Explicada así, la decisión parece muy elaborada, pero vivida desde el acoso social y las murmuraciones como un halo infaltable, tiene sentido.

–Si "la persecución lo estimula y la tolerancia lo desarma", ¿será explicable como simple morigeración la parte postrera de esa amalgama que siempre fueron su actitud y su obra, manifiesta en la connivencia con sus antiguos deturpadores y/o despreciadores, así como el aparente apoltronamiento en la figura del maestro? ¿O fue Novo una suerte de caballero que no supo qué hacer cuando vio al dragón si no muerto, sí al menos decidido a no atacarlo a él?

–Según lo percibo a través de su abundantísima producción literaria y periodística, Novo fue siempre un conservador, y entre sus deturpadores y despreciadores se contaron los derechistas y los izquierdistas. En su actitud muy personal fue radical y extremista, consideró primordial no negar su condición gay y afirmarla en los gestos y los escritos, esto último un testimonio aún más desafiante en la medida en que afirmar la condición de heterodoxia sexual entonces era una confesión y, socialmente, más bien un testamento. Pero en lo político, Novo desde muy joven detestó a la izquierda en cualquiera de sus expresiones. Véase lo que escribe a los veinte años a propósito de los murales en San Ildefonso:

Los pobres adolescentes de la Preparatoria no van allá para haraganear sino para estudiar, y ¿cómo lo lograrán, perdidos entre cantidades enormes de arte macabro? Para darle gusto a nuestra fragilidad humana, la ciencia no necesita sino un laboratorio con paredes blancas. Que caiga entonces el desdén de nuestros numerosos genios muralistas sobre nuestros futuros abogados y burgueses. El Secretario de Educación Pública y Bellas Artes tomará en cuenta la juventud, la falta de experiencia y la necesidad de paz óptica que son propias de los estudiantes de la Preparatoria, quienes también son su responsabilidad.
Me corrijo: detestó a la izquierda y odió profundamente a los revolucionarios, por lo que amistó con rapidez con los políticos del mundo posterior al cardenismo. Y, luego, fue cediendo gradualmente a los elogios y los condicionamientos del modo de vida. Pero el mayor interés de todo esto es la medida en que afecta su literatura. Y la pérdida mayor para sus lectores es el abandono de la poesía, porque en la crónica y el ensayo hasta el final tuvo momentos extraordinarios, y aún en sus textos débiles hay la constancia de un gran escritor.

–Desde el evidente alineamiento a la versión oficial de la realidad, que tú comentas, ¿en Nueva grandeza mexicana estamos frente a un Novo realmente utopista, o más bien frente al outsider que quiere seguir siéndolo a pesar de y sobrellevando –mal– las inevitables contradicciones de serlo a partir de una asimilación encontrada en lugar de la verdadera aceptación?

–Nueva grandeza mexicana es un texto prosísticamente admirable, y un recorrido vivísimo por la Ciudad de México que es hoy arqueolog ía gozosa. Su ideología, o si se quiere, su depósito de certezas y presunciones, sí corresponde plenamente al desarrollismo que impulsa el gobierno de Miguel Alemán, a esta necesidad de creer que el porvenir venturoso de una clase, la burguesía, beneficiará sensiblemente a todas las demás. Novo oscila entre su maravilloso descreimiento y su abolición irónica de todas las esperanzas, y su fe en la utopía nacional hecha posible por el genio de los gobernantes. A lo mejor creía en lo segundo, o creyó a fuerza de tanto repetirlo, pero si se le sigue leyendo es por lo primero, por los poemas satíricos, por Nuevo amor, ese gran poemario, por las crónicas políticas de La vida en México en el sexenio presidencial de Lázaro Cárdenas, por la renovación de la prosa en sus libros de viajes (Return Ticket y Continente vacío, los mejores), por sus epigramas devastadores, por las evocaciones de Nueva grandeza... Su canto al desarrollismo, por su carácter programático, ya francamente no importa.

–¿Es posible hoy una figura como la de Novo? O de otro modo: ¿qué tanto hay de él actualmente en quienes, lo sepan o no, son sus discípulos literarios, intelectuales o vitales?

–En la vida cultural de México hay muchísimo de la generación de Contemporáneos, por la modernidad literaria que aportan, y que es necesariamente una puesta al día del pensamiento, el idioma, las actitudes. Y ya más específicamente, lo que más repercute ahora del personaje y la literatura de Novo es la metamorfosis interpretativa: lo que se juzgó cinismo es hoy valentía, humor y franqueza; lo que consideró autocompasión hoy se lee como estrategia para decir la verdad. Y esta herencia ya no afecta solamente a los gays sino a los convencidos de los poderes de toda índole de la literatura, para empezar los que otorga la perfección formal. Novo es el gay reconocido del siglo xx mexicano, pero lo es no sólo por sus provocaciones sino porque a fin de cuentas todo lo actuó desde la literatura, y volvió literatura su desafío. En ese sentido, en un nivel, la sociedad entera se enriquece con las lecciones de los Contemporáneos y con la maestría artística, el reto marginal y, también, con los errores políticos de Salvador Novo.
 

UNAS PALABRAS PARA
CELEBRARUN CENTENARIO

CARLOS MONSIVÁIS

A cien años del nacimiento de Salvador Novo, es inevitable un proyecto de síntesis de las batallas del personaje y del autor que hicieron una obra y ejercieron ampliamente desafíos morales, literarios y políticos. El resumen arroja resultados notables: –se intensifica la legibilidad–. Novo no sólo escribe cada día mejor, también, varias de sus frases irónicas han devenido apotegmas: ("Qué barbaridat/ exclamó la comunidat/ dejar de ser analfabet/ para leer a Torres Bodet francamente qué atrocidat"). –La poesía mantiene su perdurabilidad y los textos satíricos develan su condición de literatura excepcional, la herencia teatral es historia de primer orden y es también pieza, en ocasiones quevediana; –las crónicas son el gran testimonio del optimismo de una época, actitud triunfalista que alcanza su clímax no tanto en Nueva grandeza mexicana, el recuento de la Ciudad de México vuelta escaparate y paseo de logros y pintoresquismos, como en La estatua de sal, sus memorias sexuales, hoy el primer testimonio brillante y lúcido de la comunidad gay de México, en donde cada coito se ostenta como una victoria sobre las prohibiciones, y, en el contexto del amor que ni decía su nombre ni era visible más allá del estereotipo biodegradable, cada ligue es una fiesta dionisíaca. Dicho sea de paso, en situaciones de acoso las minorías suelen ser libres cuando ejercitan sus gustos, prácticas y predilecciones, por otra parte legítimas. Y en el acto sexual, cada pareja es mayoría absoluta.

A Novo se le identifica con sus costumbres, y se le concede la gracia de ser visible y audible al precio de las murmuraciones interminables. Una buena parte de la trayectoria más estrepitosa de la homofobia –esa gana parafreudiana de dar motivos de sospecha sobre las intenciones profundas de los enemigos de los diferentes– se localiza en los ataques al grupo de la revista Contemporáneos, descalificado en conjunto por la convivencia de homosexuales y heterosexuales. De ellos a Novo, singularizado durante varias décadas a grados hoy inconcebibles, se le adjudica un halo de choteo y admiración pese a todo, que produce periódicamente linchamientos masivos de personalidad, acompañados de las resurrecciones al día siguiente. El encono ya ha concluido y el personaje ha ganado el reconocimiento que si mucho me apuran, se fija en el timbre postal conmemorativo. (Hablé hace un momento de la minoría a que pertenece Novo un tanto a mansalva, porque él siempre le tuvo alergia a las causas, tan parecidas en su imaginación a las prisiones. Pudo haber dicho: "Quien abraza una causa desperdicia diez mil agudezas".)

Como a muchos otros grandes escritores, a Novo le hace falta una reconciliación, la definitiva, la que incluye al personaje y sus predilecciones, la concerniente a la lectura de la obra. En demasiados casos no frecuentar autores fundamentales empobrece a una comunidad. El de Novo es uno de ellos. Los no lectores se pierden su prosa divertida, barroca hasta la exasperación y la sencillez inesperada, una prosa que renovó el periodismo mexicano, lo que, con la modestia previsible, fue Novo el primero en reconocer, el tipo de prosa que permite ver hasta qué punto en el lenguaje están las claves de la modernidad de cada época (está bien, lo admito rindiéndome al presente, en el lenguaje y en las imágenes). Las recopilaciones por el Fondo de Cultura Económica y Conaculta, esas crónicas gozosas donde la ironía es la visión del mundo (hacer una gira por los finales mejora siempre los principios, y la ironía ve en los epitafios el verdadero curriculum vitae), las crónicas donde un temperamento y una sensibilidad, obligadamente marginales, trazan un paisaje de época que, ante la ausencia de mejores alternativas, aún hoy se acepta sin mayor discusión.

Es enriquecedor leer esas crónicas, leer esa poesía amorosa de resonancias tan profundas ("Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío/ junto a tus hombros tersos de que nace la ruta de tu abrazo/ de que nacen tu voz y tus miradas/ claras y remotas/ sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia"), esas décimas o sonetos donde la autoflagelación revela ahora lo que siempre fue, un autohomenaje, y en donde la "grosería" se disuelve en el habla cotidiana:

¡Qué le vamos a hacer! Ganar dinero
y que la gente nunca se entrometa
en ver si se lo cedes a tu cuero.
Un escritor genial, un gran poeta...
Desde los tiempos del señor Madero
es tanto como hacerse la puñeta.
Esta disolución constante de cualquier tentación de entrega a lo Respetable se mantuvo a lo largo de la obra, y allí radica lo indeclinable, lo esencial de la actitud. Ni todas las cenas en mansiones, ni todos los elogios que recibía de los poderosos, ni todos sus errores políticos (como el del ‘68), ni todas las alabanzas que le dedicó las ya desde entonces sombras del olvido, ni todas las agudezas que virtió al conversar con sordos del ingenio, nada del personaje público de la última etapa, afecta sus logros. Y algo se demuestra: en lo substancial, Novo no creyó escindibles la literatura y la vida como expresión de la literatura, y lo que hoy se lee de él y lo que se cita de memoria no son las concesiones al México de las columnatas y los conjuntos escultóricos, sino el esplendor de la escritura y el inaudito valor civil.

Novo, y sus textos no me dejarán mentir, vive en la literatura lo que las prohibiciones de una época no le admiten, y a su conducta –que ha pasado de licenciosa a lícita con sólo un golpe tolerante del tiempo– le añade siempre una idea: lo que se vive sólo se organiza en la mente si se transmuta en autobiografía. Él hubiese escrito: "Fuérame dado/ remontar el río de los años,/ y en una reconquista feliz de la malicia...". A fin de cuentas, su único gran texto vertido en miles de páginas es la autobiografía de un joven de asombrosa capacidad, de una persona de edad madura con don de la ubicuidad que reserva para sus epigramas la capacidad de sorprenderse a sí mismo. Ese texto se funda en la unidad de los contrarios, en la visión de los vencidos de antemano que el gran talento vuelve vencedores, en el reposo de los vencedores que sólo se regocijan al evocar sus años de marginalidad. A fin de cuentas la obra de Novo es el equilibrio entre Nuevo amor ("Los que tenemos una mirada culpable y amarga") y La estatua de sal y los sonetos de esa franqueza que ya nunca más será descaro. Y es la mirada del desplegado cuya curiosidad y cuyo talento lo conducen a los espacios protagónicos a donde lleva lo que se interpretó como cinismo y es éxito de la paradoja:

¡Un Proust que vive en México! Y haría
por sus hojas pasar los deliciosos
prohibidos idilios silenciosos
de un chofer, de un ladrón, de un policía...
El escritor ahora centenario no fue, en efecto, un Proust que vive en México. Eligió ser, y dispuso de la enorme capacidad para ello, un Salvador Novo que sigue viviendo, alborozado y estimulante, en sus páginas extraordinarias y en su mitología personal. A él ya nadie le quita ni lo bailado ni lo escrito.

¡Salud Maese!