La Jornada Semanal,   domingo 15 de agosto  de 2004        núm. 493
 Ecos de una voz

Rosa María Acero

Salvador Novo es, sin duda alguna, uno de los escritores mexicanos más importantes del siglo xx. Su obra literaria, mayormente autobiográfica, es extensa y compleja. Novo es también uno de los pioneros de la defensa de los derechos de los homosexuales. Siempre que pudo, buscó la oportunidad de defenderla y tratar de normalizarla, haciendo hincapié en el hecho de que no se escoge la propia orientación sexual. En 1948, en uno de sus artículos periodísticos recopilados por José Emilio Pacheco, menciona que el Informe Kinsey, conocido en español como "La conducta sexual en el varón":

Ha venido a impartir autoridad científica escueta [...] al hecho simplemente zoológico de que es artificial y por tanto endeble, discutible e inválido, todo encasillamiento convencional de aquél orgasmo que en resumidas cuentas es todo lo que el hombre procura y se busca, y se encuentra, en cualquiera de las formas, ocasiones o modalidades (que se) ofrezca.
Novo pone este estudio como un ejemplo de una investigación científca seria, que trata de probar que la homosexualidad es sólo una variedad en la sexualidad, y que además es innata y no adquirida.

Este autor nunca hizo un secreto de su orientación sexual y hasta reconoció públicamente su amor por un hombre, a quien llamó "A". En los ya mencionados artículos periodísticos escribe el 10 de julio de 1945: "sus veinte gloriosos años, envueltos en un traje insultantemente claro y deportivo... sin prejuicios entre aquella solemne... concurrencia de señores ancianos pulcramente enlutados en su frac y en su tuxedo... Los intermedios en que las miradas adustas de la concurrencia ortodoxa no lograban deprimirlo." Asumimos que "A" es hombre porque usa el pronombre masculino. Más adelante, el 28 de septiembre del mismo año, describe su dolor al enterarse por un amigo de que "A" partió hacia Estados Unidos para no regresar: "Yo no sé si habría preferido que no me lo dijera; seguir aguardando un milagro. Ahora deberé resignarme al despertar amargo de un bello sueño; a sentir cómo se repite la vida de una imagen que ya repetía un arquetipo de igual inesperada muerte en su ausencia. Y cómo ya me encuentra sin fuerza para sublimar en poesía su amargura."

Novo se ve a sí mismo como un personaje de novela, que tiene algo importante que decir y desea fijar su historia en sus escritos: "la imagen vivida en los periodos interesantes que me ha tocado vivir, en que me ha sido dado participar como testigo o como actor". Con frecuencia afirma que escribe su autobiografía, o una novela basada en su vida, que reelabora una y otra vez, pero nunca llega a completar.

Novo fue al mismo tiempo autor, narrador y personaje: como consecuencia, creó un personaje literario llamado Salvador Novo, basado en su propia persona. El personaje Novo se confiesa ante el lector en sus escritos, en donde nos muestra muchas facetas de su vida, entre ellas, la de un joven que asume su homosexualidad, que vive en la Ciudad de México y que recorre constantemente sus calles en busca de aventuras amorosas. Al paso del tiempo, este personaje se contempla en el espejo y ve con horror cómo va envejeciendo y, entonces, añora el pasado.

En El joven (1928), el personaje es un joven intelectual quien, después de una larga enfermedad, en "su primera salida", recorre la Ciudad de México. Menciona lugares importantes en el mundo de los homosexuales de la época: la "hierática" colonia Roma, Sanborns, los cuartuchos donde viven personajes como los choferes de taxi, o de los camiones de pasajeros con sus jóvenes cobradores, etcétera. En apariencia, no está aquí el tema homosexual, pero existe una relación intertextual con El inmoralista, de André Gide. El pasaje, en donde el joven de Novo pasa unas vacaciones en el campo, evoca la ocasión en la cual el personaje de Gide celebra el decubrimiento de sí mismo y se acepta tal como es: "una mañana, como el immoralista [sic], se chapuzó en el río. De mentes odoraient. Le dio catarro." El descubrimiento y la aceptación de la propia sexualidad son un motivo de alegría y un tema que se repite en otros escritos de Novo, como sus Memorias.

En la obra teatral El tercer fausto (1934), aparece Alberto, uno de los primeros personajes homosexuales de la literatura hispanoamericana. Por medio de un diálogo entre éste y el diablo, se discute la homosexualidad desde posiciones opuestas. El diablo la defiende y puede hacerlo sin despertar controversia, por ser un personaje no confiable. Su tono sarcástico y juguetón refleja la personalidad del autor. Se enfatiza el hecho de que la homosexualidad es natural y, por lo tanto, no puede evitarse, como se ha comprobado científicamente.

Novo comenzó a escribir sus Memorias alrededor de 1945, como recordaba seguido a los lectores de sus artículos periodísticos, pero no se comenzaron a publicar sino hasta 1979. Sin embargo, se sabe que circularon entre un amplio grupo de amigos y conocidos. Allí describe explícitamente su vida como homosexual en la Ciudad de México. Emplea un tono irónico, con un lenguaje a la vez pulido y obsceno; menciona funciones fisiológicas (hacer caca) y eufemismos (huevos). Nos habla acerca de sus aventuras, que incluyen prostitución, voyeurismo (a través de agujeros en la pared, en los baños o detrás de la cama), travestismo, concursos de belleza, remates de jóvenes al mejor postor. Menciona los cuartos donde vive, los lugares que frecuenta (Sanborns, la zona rosa, la colonia Roma), los baños públicos... Novo ofrece una visión superficial del otro, sobre todo de la gente "decente" que frecuentaba estos sitios para sus encuentros homosexuales. Sus Memorias documentan la tradición de la vida gay en la Ciudad de México, oculta y no tan oculta, como un desafío a la hipocresía de una sociedad que no practica lo que predica.

El personaje Novo, los lugares que frecuentaba y los temas que trató, sirvieron de inspiración a muchos otros autores. Lo encontramos con su propio nombre en La única (Editorial Jalisco, 1938), de Guadalupe Marín: "Chavo recitó su soneto inspirado en Gonzalo [...] Aplaudieron el ingenio de Chavo [...] Ya Chavo inició el desquite con gran éxito, gracias a su ingenio y a la sutileza de los que lo escucharon." La misma autora vuelve a mencionarlo en Un día patrio (Editorial Jalisco, 1941): "...acuse al señor que escribió en Excelsior, a Pepe Juan, de difamación, y a Chavo [...] de Chavo no vale la pena que se ocupe. Chavo es novo... novato quería decir... Chavo es reflejo de escritores franceses e ingleses...". Novo escribe el 16 de septiembre de 1944 que él pudo reconocerse en esta obra a causa de que Lupe puso en él su "nombre con todas sus letras".

Salvador Novo también es personaje en Elías Nandino. Una vida no/velada (Grijalbo, 1986): "Xavier y Salvador nos aceptaron a Roberto y a mí, porque nos gustaban cosas similares, o porque teníamos inclinaciones semejantes en nuestras vidas, tanto en lo intelectual como en lo emocional." O "Por cierto que Novo quiso besarnos y apapacharnos en cuanto nos vio pero le aclaramos que a nosotros también nos gustaban los hombres y lo único que contestó fue: –¡Ay, pues ya somos muchos!"

En la literatura mexicana hay muchos otros trabajos de ficción, escritos en forma autobiógrafica, en donde aparecen personajes que entablan un diálogo con el lector, para relatarle su vida y confesarle su homosexualidad. También recorren la ciudad, sobre todo la colonia Roma, en busca de amor; viven en cuartuchos; frecuentan Sanborns, los baños públicos; organizan fiestas en las cuales se celebran concursos de belleza, se practica la prostitución, etcétera. Mencionaré sólo tres: El vampiro de la colonia Roma, de Luis Zapata (Grijalbo, 1979), Después de todo, de José Ceballos Maldonado (Premiá Editora,1986) y Las púberes canéforas, de José Joaquín Blanco (Cal y Arena,1987).

En El vampiro... Adonis García relata su vida a un interlocutor desconocido, quien lo entrevista con una grabadora. Su discurso es coloquial, con un tono irónico. Busca definir sus experiencias con un lenguaje realista: describe explícitamente sus encuentros amorosos, crea nuevos vocablos (ambiente gayo, es del ambiente, superman-esperman), habla de funciones fisiológicas (hacer caca), usa eufemismos (huevos). No sabemos su edad actual, pero evoca su infancia, adolescencia y parte de su juventud. Recuerda que su niñez no fue feliz: "casi no tenía amigos ni jugaba o sí jugaba pero solo". Desde niño se sentía diferente, "no culpable", porque "ni siquiera sabía lo que era la homosexualidad [...] si hubiera sabido que [...] es una cosa de lo más normal [...] que cada uno tiene derecho a hacer con su vida sexual lo que se le pegue la gana ps no me hubiera sentido tan mal". El descubrimiento de su homosexualidad es motivo de alegría: "supe por primera vez lo que eran los placeres de la carne... y entonces pensé que mi vida ya estaba completa". Adonis la asume plenamente, aunque a veces se desespera por sentir que no tiene control sobre su vida: se lamenta de que a él "no le tocó destino". Su vida es errante, va de cuartucho en cuartucho. Pasa frío y hambre y, para sobrevivir, practica la prostitución: recorre la ciudad constantemente en busca del clientes. Uno de sus lugares favoritos para sus encuentros es Sanborns: "me di cuenta de que en el Sanborns del ángel había muchísimo ambiente y entons ya no iba a Insurgentes a trabajar". Adonis nos ofrece una visión del mundo homosexual de la Ciudad de México con sus personajes y lenguaje propios.

En Después de todo, el profesor universitario Javier Lavalle vive en un cuartucho en la colonia Roma. Es un hombre intelectual, maduro, que decide escribir su autobiografía, que nunca puede completar porque es interrumpido frecuentemente por jóvenes que vienen a pedirle dinero. Al recrear su niñez, el profesor Lavalle recuerda que fue "una especie de niño prodigio, un geniecillo". Relata que de joven trabajó como cobrador en un camión de pasajeros. Al escribir, el profesor Lavalle analiza y trata de justificar ante el lector hechos que cambiaron su vida para siempre. Los recuerdos del pasado surgen, como una novela, en la cual "los actores están aquí, rodeándome, tan reales y animados como entonces". Entre sus recuerdos está el descubrimiento de su homosexualidad como un motivo de alegría: "Después, en medio del silencio, la felicidad me inundó. La sentía en torno mío, cálida y densa. Y empecé a repetirme para mí mismo: ‘Soy Javier Lavalle; soy yo, Javi, y soy muy feliz’". En su madurez, el profesor Lavalle recorre la Ciudad de México en busca de "cualquier chamaco". Este personaje asume su homosexualidad a pesar de que con ello arruina su carrera. Le invaden sentimientos de culpa, pero reconoce que en general ha vivido de acuerdo a lo que quiere y lo que es y que "‘eso’ no se adquiere por antojo; ni es posible desecharlo a voluntad [...] simplemente [...] uno es así [...] me gusta mi estado; pero al mismo tiempo puntualizo: yo no lo elegí".

En Las púberes... Guillermo Álvarez es un hombre intelectual de cuarenta años, que vive de "un desahogado puesto burocrático". Para él, la homosexualidad es "un modo de vida perfectamente natural y libre". Está enamorado de Felipe, un joven apuesto que vive en un cuarto de azotea y que recorre las calles en busca de clientes. Felipe representa su juventud perdida y decide escribir una novela con él como personaje central: "¿Por qué no contarse una novela a sí mismo? ¿Por qué, a partir de lo que el propio Felipe le había contado, que desde luego no simpre sería la verdad, no contar una historia? ¿Por qúe no atreverse a escribirla?" Pero, como Novo, Guillermo tampoco ha podido completar su gran novela en la que siempre va "avanzando" pero que, "por supuesto" nunca escribirá. En su madurez, Guillermo se ve a sí mismo como "un burócrata agachado... que ha agotado su juventud sin cumplir ninguna de sus verdaderas ambiciones". Igual que el personaje Novo, se siente frustrado porque no se cree un gran escritor, sino uno de "los poetas fallidos pero con buenos salarios en la administración pública". Habla con desprecio de otro intelectual que "es un escritor superficial, un petulante, de los que se ufanan de tomar cualquier tema y en ocho horas, o hasta en cuatro, tienen listo un ensayo, un artículo [...] profesionalitos como él [...] corrompen la literatura: la vuelven un oficio, una rutina, hasta una industria...". Estas palabras recuerdan lo que Novo decía de sí mismo. Guillermo nunca llega a escribir su novela acerca de Felipe, pero termina escribiendo una crónica acerca de la vida urbana homosexual.

Estos son solamente unos pocos ejemplos tomados de la narrativa mexicana que parecen inspirados en los escritos de Novo, sobre todo en las crónicas de su vida homosexual. Salvador Novo crea un personaje y un estilo muy propios de la Ciudad de México que quedan fijados en la literatura mexicana. Novo se inmortalizó a través de las obras literarias que nos legó, pero también por medio de otros personajes, que son ecos de su voz, una voz que no se calla.