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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 10 de agosto de 2004

José Blanco

Tambores de guerra

El "sistema de reparto" en que consiste el régimen de pensiones y jubilaciones está en crisis en todo el mundo. Es indispensable repetir este hecho ad infinitum. Es insostenible y debe ser sustituido. La causa la saben cuantos han querido enterarse aun superficialmente del problema: la transición demográfica y epidemiológica. Por la primera la pirámide poblacional se invirtió ya en muchos países, se está invirtiendo rápidamente en México y se invertirá, a ritmos diversos, en el planeta entero: sin remedio la raza humana envejece. La amplia base de población joven, con pocos viejos en la cúspide de la pirámide, invierte su perfil y la base juvenil se estrecha mientras la población de viejos y ancianos se ensancha. Por la segunda, viejos y ancianos alcanzan hoy más años de vida. En 2000 la expectativa de vida al nacer en nuestro país para los hombres era de 73 años y de 78 para las mujeres. En 1930 para los varones y mujeres era de 33 y 35 años, respectivamente: el indicador para los varoness aumentó 40 años y para las mujeres 43. En 2004 esos índice aumentaron respecto a 2000.

Es imposible que los jóvenes trabajadores sostengan a un número cada vez mayor de jubilados que viven durante muchos más años. Es absolutamente inescapable que en el futuro cada nuevo trabajador cree la base de su propio fondo de pensión o jubilación.

Esa es la realidad fundamental que es ineludible cambiar, aunque haya mil otros problemas y abusos financieros, defraudación de empresarios en el IMSS, y dificultades propias en el ISSSTE y en cuanto sistemita de pensiones y jubilaciones existe. Amén de problemas de coyuntura macroeconómica, que es preciso ubicar adecuadamente a largo plazo.

Los espantosos sindicatos creados como parte del Estado corporativo no aceptan, a ningún precio, la nueva realidad demográfica y epidemiológica, porque el sistema de pensiones y jubilaciones es una "conquista histórica" que no están dispuestos a reformar. Ese régimen, sin embargo, cambiará sin remedio. Lo que veremos es el tamaño de la crisis social y política en que los actores meterán al país en la reforma inescapable.

El primer paso lo dio Zedillo y lo hizo muy mal. Un parche y una salida oscura a las aportaciones de los asalariados con las Afore, que han atracado a los trabajadores. El segundo paso lo acaba de dar el Congreso con una propuesta del PRI, aceptada por el gobierno de Fox, de reforma a dos artículos de la ley del IMSS que -si la reforma supervive- evitará que en el futuro el instituto disponga de las cuotas de trabajadores y patrones para pagar las pensiones y jubilaciones de sus trabajadores. Esta es la vía diseñada para obligar al sindicato del IMSS, en su próxima revisión contractual, a reformar obligadamente el sistema de pensiones y jubilaciones en esa institución.

El paso fue muy malo, en primer lugar porque fue ilegal; en segundo, porque no resuelve los problemas financieros del IMSS; en tercer lugar porque el gobierno (Ejecutivo y Legislativo) puso ya en pie de guerra a gran parte del sindicalismo corporativo y acompañantes; todo ello sin contar con un nuevo proyecto de régimen integral y único para el país. Quemaron la pólvora en infiernitos.

La seguridad social para la vejez es un asunto del conjunto de la sociedad, no sólo de los sindicatos. El régimen de seguridad social, por tanto, no tiene por qué ser un asunto contractual entre sindicatos y patrones, aunque éstos deban ser actores en el diseño, la creación y la administración de un nuevo régimen de seguridad social. Es un asunto de Estado y, por lo tanto, debe ubicarse en una ley federal.

Por otra parte, el régimen de seguridad social para la vejez no tiene por qué estar atado al sistema de atención médica a la población, que también debe ser resuelto por el Estado.

El número de años de trabajo y cotizaciones, el monto de las mismas y la edad de jubilación tendrían que ser un asunto de cálculos actuariales, no de negociación contractual. La fijación de estos parámetros, por supuesto, no puede darse de una vez y para siempre. Tiene que ser objeto de revisiones periódicas, para ser ajustadas a la cambiante realidad demográfica y epidemiológica.

La decisión del Senado probablemente preparó el terreno para posponer por tiempo indefinido la creación de un sistema nuevo de pensiones y jubilaciones, lo cual ocurrirá en medio de tambores de guerra.

Para crear ese nuevo sistema es preciso un acuerdo nacional, principalmente entre los partidos, los empresarios, los sindicatos, otras organizaciones sociales, dispuestas a enterarse seriamente y con profundidad del problema; a oír por qué determinados cálculos actuariales deben ser la base de ese régimen y cómo es necesario reformar la Constitución y muchos ordenamientos legales más para poder crearlo. No se podrá crear sin crisis política, porque sobran quienes quieran defender lo indefendible. Pero esta crisis podría atenuarla sensiblemente el conjunto de los actores políticos.

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