Jornada Semanal,  domingo 8 de agosto  de 2004                núm. 492

Luis Tovar

Un festival es una fiesta 
(I de II)

Al Festival Internacional de Cine Expresión en Corto parece ya no faltarle prácticamente nada para ser lo que muchos deseamos que siempre sea uno de estos eventos: una fiesta de y para cinéfilos, cuya realización anual sea esperada e imprescindible.

Hay varias diferencias entre esta reunión –convocada, organizada y llevada a cabo por Sara Hoch y su numeroso y entusiasta equipo de trabajo, al que ella siempre insiste en darle el correspondiente crédito–, y otros encuentros cinematográficos tanto nacionales como extranjeros. La primera tiene que ver con dimensiones: da la impresión de que este es el tamaño adecuado para que un festival de cine no acabe convertido en lo que ahora son muchos de ellos: este no es un campo fértil para la frustración cinera –por aquello de que es imposible ver casi nada, de tanto que hay y tan distante y a la misma hora–; ni un concurso de vanidades; ni tampoco una reunión de anonimatos... Expresión en Corto tiene básicamente dos sedes, el Teatro Santa Ana en San Miguel de Allende, y el Auditorio del Estado en la ciudad de Guanajuato, y eso permite que Todomundo se encuentre, conozca y hable consigo mismo, y que tenga la posibilidad de ver una muy buena cantidad de películas sin tener que llevar a cabo literalmente ningún desplazamiento.

Otra diferencia, apuntada arriba, es consecuencia directa de la dimensión del festival: la convivencia directa y, en muchos casos, estrecha entre cineastas y espectadores, periodistas y organizadores, actores y público, productores, patrocinadores, etecé. Aquí no hay alfombra roja ni orangutanes de seguridad que impidan el acercamiento de unos con otros. Los tumultos pueden ser fenomenales pero tienen la ventaja de ser democráticos, porque en ellos estamos todos y no solamente, como es habitual, la gente de a pie que estira el cuello para ver durante un par de segundos a tal o cual celebridad, o a quien haga en México las veces de ello.

Una diferencia más se desprende directamente de lo anterior: aquí nadie parece sentir que ha sido hecho en el molde de los dioses. Esa disposición a la actitud humilde le viene bien a nuestro medio cinematográfico, pues corresponde a su naturaleza. Como en México no tenemos una industria tampoco hay un star system, y por ende queda bastante ridículo, cuando sucede, el numerito de la segregación por la fama. No hay tal cosa en Expresión en Corto y es bastante agradecible, y más allá de ser una situación dictada por el espacio en el que se desarrolla el festival, cuando uno se topa de frente con el actor Fulano o la directora Zutana, tiene la impresión de que por esta vía será más fácil llegar a la consecución de una de las metas pendientes de nuestro cine: resultarle familiar y asequible al público.

"Invítame a pecar..."

Como el año pasado, Malayerba, la compañía productora de Carlos Carrera, Ignacio Ortiz y Javier Patrón "Fox", volvió a coronar el aire de fiesta de Expresión en Corto con su segundo rally. Puesto que el leitmotiv del séptimo Festival fueron los pecados capitales, esta vez fueron siete los equipos convocados por concurso para realizar un cortometraje en 24 horas o menos, y a cada uno le correspondió un pecado. Igual que hace un año, Malayerba y los patrocinadores del rally proveyeron a cada equipo de cámara, kit de luces y sonido, estación computarizada para editar, e incluso de actores –que no cobraron–, para que filmaran en formato digital y fuera posible ver al día siguiente los cortometrajes producidos.

Si en la sexta edición del festival –la primera del rally– hubo quienes dudaron de que algo así fuera posible, esta vez todos estábamos convencidos de que los equipos culminarían a tiempo la tarea y no sólo eso, sino que los resultados serían más que dignos. De hecho, por la calidad tanto de sus guiones como la de su realización, al menos tres de los cortos del Rally Malayerba bien podrían haber concursado en la sección oficial, o podrían hacerlo en cualquier otro evento.

En pantalla

Por lo que hace al contenido del Festival en sí, y (mal) acostumbrado que está uno a que casi siempre toca deplorar lo deplorable, hasta se siente raro hablar positivamente. Pero así fue: la gran mayoría de los cortometrajes exhibidos dejó fuera de cuestionamiento el buen criterio del comité de selección y se la puso difícil al jurado. 

(Continuará.)