Jornada Semanal, domingo 8 de agosto de 2004                   núm. 492
LAS ARTES SIN MUSA

 

Jorge Moch 
 

 

BERRINCHE CON QUEVEDO

La televisión mexicana, ¿tendrá alguna idea de para dónde va más allá del entretenimiento idiota y las campañas publicitarias o de propaganda, también concienzudamente idiotas, más allá de divertir la información de veras importante?

Dices, paciente lector, otra vez este güey con sus amarguras de televidente frustrado, pero déjame que me explique con una arbitraria, indebida deturpación de un verso de Francisco de Quevedo, viajando el gentilicio de Castilla hasta acá: "Harto de ser mexicano/ desde el día que nací/ quisiera ser otra cosa/ por remudar de país." Y la culpa la tiene la tele. No es cierto, la culpa la tengo yo, que espero algo más que la bosta melcochosa que nos administra a raudales con aroma a pino, que quita las arrugas –y hasta las hemorroides que salen de tanto estar echadotes, comiendo la pastura que proporcionan Los Grandes Intereses Nacionales de Allende las Fronteras–, surte de prestigio, popularidad y belleza y en fin, hace de este mundo el paralelismo perfecto para que don Aldous Huxley o el mismo severo maese Quevedo vomitasen como la niña de El Exorcista por ver que efectivamente el infierno en la tierra existe, y traspasamos sus umbrales con bovinas sonrisas todos los días. A don Francisco la tele le hubiese parecido cosa del diablo: mentirosa, adictiva, seductora. Y casi toda hueca.

¿Y a qué tanta verborrágica agresividad, dirá mi hipotético, solitario, con justeza paciente impacientado lector? A la pura desesperación, mi buen. Al berrinche que me provoca que quien no tenga para pagar, además de medicinas y calzones y algo de fruta y de vez en cuando pollo, porque ya bisteces ni cómo comerlos; encima de la renta que sube y sube casi en la proporción que el sueldo baja y baja; además de colegiaturas o útiles escolares o las dos cosas más los impuestos y la gasolina o el camión o el retazo con hueso que antes era para Fufi (y ora te chingas, Fufi, porque es para la sopa familiar con sabor a caldo de costilla); con todo eso encima y lo que prefiero omitir, no tiene para pagar tele de ésa, de paga. O sea que quien está condenado en este país solamente a ver televisión abierta, ya se fregó sin opciones de programas que ofrezcan algo más sustancioso que los chismes de Pati Chapoy o la impostada sonrisa de Ernesto Laguardia. Pero no hay problema, diría Big Daddy: los muchos millones de mexicanos sometidos a este régimen ni cuenta se dan, porque la tele abierta será todo lo perversa que se quiera, pero es precisamente, por perversa, eficiente, y su papel histórico en nuestra sociedad es mantener a la gran familia sonriendo bobamente frente a la pantalla mientras las ratas con corbata perpetran una y otra vez la consabida comedia del desvalijamiento. Por eso existen La escuelita vip, el culto a la pelotita y las compras por teléfono.

A ver cómo pervive ese proyecto de Pablo Boullosa, ducho hacedor de programas culturales, con una revista semanal en TV Azteca, que es, de las dos mega televisoras abiertas, la que va casi siempre a la zaga de su predecesora eterna Televisa. Personalmente no abrigo grandes esperanzas pero ya estoy buscando un conjuro brujesco en Catemaco para que la cosa cuaje.

Quienes tenemos un servicio de televisión por cable o satelital porque el trabajo periodístico obliga –maravillosa sinecura, pretextazo invaluable para justificar la haraganería de estar a zape y zape con el control remoto en lugar de, como la gente decente, cumplir un horario hábil–, o por puro clasismo (si el naco de enfrente pudo, yo también, qué chingao) o nomás porque no soportamos la televisión abierta, al menos tenemos chance de ver Canal 22, el Once, Canal 40 o el Arts Showcase... y ya. Porque si nos ponemos mamilas, la Deutsche Welle alemana, el canal japonés nhk o la coterránea de Quevedo, Antena 3, parecen el destino primermundista del Gordo De Molina o Claudita Lizaldi. Y de la BBC ni hablamos, porque la eficiencia neoliberal ya decidió que regalarle al mundo una de las mejores programaciones transculturales is no business...

O sea que en todos lados se cuecen leguminosas. Por eso volvamos a molestar al maestro en su mausoleo, porque él, miope magnífico que no hubiera soportado el visor policromo de la caja ecuménica, verdadera devoradora de hogares, bien lo dijo como bien dijo tanto: "para ver cuán poco caso hacen los dioses de las monarquías de la Tierra, basta ver a quién se las dan". Las monarquías, claro. Erizadas de antenas, eso sí.