La mujer de los
Quiso ser médica, pero su madre se opuso porque era trabajo de hombres. Estudió enfermería y durante 40 años ayudó a miles de niños a nacer. Ahora Carmen aplica inyecciones y da baños de hierbas. De eso vive. A sus 64 años, mantiene a un hijo que estudia música en Alemania y los fines de semana huye de la ciudad y acampa en el monte
"Me gusta mucho estar, ¿cómo decirlo?... sobándote", dice esta mujer alta y delgada, que se mueve con una agilidad envidiable. Carmen tiene la mirada fuerte y una voz suave que nunca eleva. No es una mujer cariñosa, pero tiene la virtud de transmitir serenidad. Hace años tomó un curso de herbolaria y luego ha seguido estudiando con Erick Estrada Lugo, profesor de medicina natural de la Universidad de Chapingo. "Las hierbas son tan nobles y curan casi todo. ¿Cómo no te va a servir un masaje que te toca de la punta de los pies hasta el cuero cabelludo?" Ella pertenece a un club campista y cada fin de semana huye al monte. "Es una comunión para mí. Te alejas de la ciudad, del ruido. Hay lugares donde no escuchas más que el sonido del aire, la voz de los pájaros. No sé. Me faltan palabras para explicar, y a lo mejor para entender, lo que es la naturaleza." uuu Carmen nació el Día de los Inocentes, hace 64 años. En su casa se acostumbraba asignar a los niños el nombre según el santoral, pero su abuela paterna se empecinó en llamarla Carmen. "Me hubiera cambiado el nombre", dice llana. Tampoco le gusta que le llamen Carmelita: "Se me hace inútil, es como decir: ¡pobrecita!" Ella quería estudiar medicina, pero su madre, una mujer que nació en 1899, pensaba que era una carrera de hombres. "Me dijo que tenía que ser secretaria, y yo dije: a ver si es cierto." Al final estudió enfermería y se concentró en la maternidad. En un hospital de Salubridad asistió su primer parto. La niña debe tener ahora 41 años. "No podría explicar la emoción de verla nacer", cuenta. Luego trabajó 15 años en la Torre Médica, donde atendía entre ocho y 12 partos cada noche (trabajaba cuatro noches por semana). "Me cansaba físicamente, pero no me hartaba de tener hijos. Tuve muchos y cada uno fue una experiencia muy querida, que me guardo para mí." Ahí entró en contacto por primera vez con el entonces desconocido curso sicoprofiláctico y conoció a Mercedes Ballesté, una joven médica que hacía sus prácticas. "Era una niñita dice, y le interesaban mucho los cursos. Un día me dijo: cuando tenga mi hospital te vas a ir conmigo... chin-chin si no." Y se fue con ella. La alianza duró 26 años, hasta agosto de 2003, cuando Carmen dejó, por fin, las clínicas. "Uno debe saber retirarse con dignidad." Parece que se ha perdido la emoción de los médicos por el nacimiento... Sí, y no lo entiendo. Cuando daba el curso les decía en broma a las mujeres: no se vale parir en fin de semana, días festivos o en la comida. ¿Y sabes cuándo parían? ¡En fin de semana! Me tenía que regresar del monte, porque así es la naturaleza" El embarazo y el parto, dice, "son procesos muy difíciles para la mujer" y hay una "enorme falta de respeto" hacia ella. "Tener un hijo duele, pero es un dolor que cuando pasa no se recuerda con amargura, sino con gusto". En su experiencia, el boom de las cesáreas no se debe a que los médicos busquen cierta comodidad, como se cree. "Puede ser en algunos casos, pero no en la mayoría. Algo está haciendo más necesarias esas operaciones. ¿Por qué? No lo sé, pero es alarmante. Hay quien dice que es porque las mujeres usan pantalones apretados y no dejan desarrollar su pelvis, pero también hay más casos de circulares (cordón umbilical enrollado al cuello del bebé) y cordones cortos, y no se sabe por qué." ¿Has visto morir bebés? Claro. Es algo que duele siempre. uuu Carmen nació en Culiacán, Sinaloa, y llegó al DF en 1962 "siguiendo un hombre". Su esposo, Alejandro, era chofer de un autobús de pasajeros en las rutas México-Tijuana y México-Nogales. Ella tuvo que decidir entre Tijuana o la capital. Todavía se le ilumina la mirada cuando habla de su marido, fallecido en un accidente carretero cuando tenían seis años de casados. "La vida te hace bromas. Yo creo que por eso me hice así (arisca), porque si alguien que quieres se va y no regresa te queda un vacío tan grande... ahora las parejas se separan con facilidad. Nosotros no tuvimos ese tiempo. Cuando él se fue, caí en un precipicio." Carmen, su hija, tenía cinco años, y Marco, el menor, uno y medio. La primera es contadora y tiene una hija de cinco años, Luz Alejandra, que es la adoración de su abuela. Ellas viven en Veracruz. ¿Las extrañas? La verdad, no. Cuando nos vemos las disfruto, pero como que no tengo dependencia o apego de nadie. Nunca me gustó estar encima de la familia ni tener a la familia encima de mí. Soy autosuficiente y no necesito estar cerca de alguien para estar bien. Marco cursa una maestría en música en Alemania (le compuso una pieza, con el acertado título: Cerro de una mujer triunfadora). Carmen lo mantiene y no le importa decirlo. "Sembré en tierra fértil y sigo manteniendo la tierra". Después de su marido, dos hombres le han propuesto matrimonio: un catalán le ofreció casa en Barcelona a cambio de dejar a sus hijos con su abuela, y un mazatleco la criticó por "darles demasiado". Ambos se fueron al carajo. "Vale la pena dedicarse a los hijos", dice. ¿Cómo surge tu amor por la naturaleza? Es innato. Nunca me comporté como hija de mis papás. Y no es que sea peleonera, pero si tú me dices que me pare allá, yo te digo: ¿por qué, si estoy sentada? Desde que dejó el hospital, hace un año, se siente tranquila. Disfruta de sus masajes y sus "baños", mezcla de romero, toronjil y otras hierbas. "Dicen los viejos que cuando estás embarazada juntas calor, pero en el parto se lo lleva el niño (por eso dan escalofríos). Y el baño de hierbas es para regresar el calor al cuerpo de la mujer. Tiene lógica, ¿no?" Quién sabe, pero Carmen se siente satisfecha: "Me sigue gustando ser curandera". |