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P O L I T I C A
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México D.F. Sábado 7 de agosto de 2004

Alfredo C. Villeda

El infierno desde el Enola Gay

Las armas nucleares sólo han sido usadas dos veces en conflicto: el 6 de agosto de 1945, hace 59 años, una bomba nuclear destruyó Hiroshima, y Nagasaki fue destruida tres días después. Juntas, las explosiones mataron a unas 250 mil personas. "La bomba de Hiroshima no formó una seta. Ascendió. Era negra como el infierno y tenía luz y colores, y blanco y gris, y la parte superior era como un árbol de Navidad", relató Paul Tibbets, el piloto del avión Enola Gay que dejó caer la muerte desde una altura de 7 mil 900 metros.

Pese a la memoria, pese a las imágenes, pese al luto, poca gente se preocupa ahora por el holocausto nuclear global, si bien la posibilidad de una guerra regional continúa siendo real. El sueño de que las generaciones futuras estén a salvo del azote del conflicto nuclear aún no se ha hecho realidad: la visión de nubes en forma de seta elevándose encima de nuestras cabezas aún no se ha esfumado.

Frank Barnaby, físico nuclear, experto en terrorismo y miembro del Oxford Research Group, plantea que las potencias establecidas están mejorando continuamente la calidad de sus armas y desarrollando tecnologías para apoyarlas. Con este comportamiento demuestran que piensan que ese arsenal tiene un valor político y militar considerable. "Entonces, Ƒcómo pueden sorprenderse cuando otros países quieren estas mismas armas para ellos?", se pregunta el autor en el libro Cómo construir una bomba nuclear (Paidós, 2004), ensayo en el que aporta información significativa sobre los "avances" a más de medio siglo de la matanza que dio rumbo definitivo a la Segunda Guerra Mundial.

Puntualiza, por ejemplo, que las democracias son ciertamente más vulnerables al terrorismo que los regímenes autoritarios. Una investigación de William Lee Eubank y Leonard Weinberg demostró que la probabilidad de toparse con un grupo terrorista en una democracia es 3.5 veces mayor que en un régimen autoritario, porque éste se prepara para utilizar cualquier tipo de medios, por brutales que sean, para eliminar a los terroristas, aunque tales acciones ultrarrepresivas sean tan ilegales como las de los propios perpetradores de los atentados.

También acerca al lector a hechos recientes. "Si una democracia reacciona en exceso ante el terrorismo, apartándose significativamente de los procedimientos legales de la aplicación de la ley, la respuesta no será ni eficaz ni aceptable para el público. La ilegalidad del Estado se considera equivalente a la ilegalidad del acto terrorista y, por tanto, hace el juego a éste. El trato que reciben los presos en el campo de internamiento de Estados Unidos en Guantánamo, y el rechazo a llevarlos a juicio, a comunicarles de qué se les acusa, a permitirles acceder a abogados o a libertades, son amenazas evidentes a la fortaleza de la democracia estadunidense."

De acuerdo con un informe oficial de Washington, en materia de armas biológicas cerca de 30 kilos de esporas de ántrax podrían matar a más gente que la bomba nuclear que destruyó Hiroshima (equivalente a 12 mil 500 toneladas de TNT). Un cálculo del número de muertes por el arma nuclear estaría entre 23 mil y 80 mil personas, mientras que el ántrax podría matar entre 30 mil y 100 mil.

Los virus, las formas más sencillas de organismos, causan enfermedades tales como el ébola, el sida, la gripe, la polio y la viruela. No pueden vivir independientemente y, por tanto, deben invadir células vivas para reproducirse y crecer. Los ataques con ántrax, que después de los atentados terroristas del 11 de septiembre tuvieron lugar en Estados Unidos, mataron a cinco personas e infectaron sin consecuencias fatales a otras 17, pero causaron un daño económico considerable e incrementaron de forma muy importante el miedo al terrorismo biológico.

Barnaby también expone la amenaza del armamento químico. El sarín, descubierto en Alemania en 1938, es un líquido incoloro e inodoro, muy volátil, y se suele incorporar al cuerpo por inhalación. No ha sido utilizado aún en grandes cantidades en tiempo de guerra. Sin embargo, debe recordarse que lo usó el llamado Culto de la Verdad Suprema el 20 de marzo de 1995, cuando lo liberó en cinco trenes subterráneos que convergían en una estación de Tokio. El ataque mató a 12 personas y dañó a más de 5 mil 500. En otro caso, los iraquíes atacaron Halabja con armas químicas, incluidos gas mostaza, agentes nerviosos y cianuro. Los iraníes habían arrebatado la ciudad a los iraquíes el 15 de marzo de 1988. Uno de los testigos declaró: "olfateé el aire: el gas mostaza huele a aguas residuales".

La letalidad de la violencia terrorista internacional ha crecido drásticamente a lo largo de los últimos 30 años. Entre 1995 y 2000, murieron y resultaron heridas en ataques de ese tipo un total de 20 mil personas. No hay razón alguna para creer que esa violencia vaya a decrecer en un futuro próximo. Quizá a finales del siglo pasado pensábamos que las pesadillas imaginadas por Aldous Huxley y George Orwell habían sido superadas. Está en veremos. Pero la visión del infierno desde el Enola Gay está latente.

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