Jornada Semanal,  domingo 1 de agosto  de 2004                núm. 491

Luis Tovar

TENGO UNA VACA CINERA (II)

Otro ejemplo de lo que está sucediendo cada vez más frecuentemente en el ámbito cinematográfico latinoamericano, tan fresco que se encuentra apenas en proceso de postproducción, es la cinta Rosario Tijeras, de la que ya se escribió algo en este suplemento. Se trata de una coproducción entre México y Colombia, encabezada por Río Verde Producciones, de Matthias Ehrenberg, del lado de acá, y por United Angel Productions de Gustavo Ángel, del lado de allá. Pero no van solos: con ellos están Dulce Compañía, colombiana, las españolas Maestranza Films y Tafay, S.A., y Shadows Films, de Francia. Además, en Colombia, que es donde la película fue filmada pues se trata de la adaptación al cine de la novela homónima del medellinense Jorge Franco, han aportado mucho para llevar a cabo buena parte de la interminable lista de actividades que giran alrededor de una producción, instituciones como Cemex Colombia, el Convenio Andrés Bello y la Embajada de México, a cuyos buenos oficios se debe también el apoyo de Mexicana de Aviación y de Televisa.

MÁS PURISTA QUE EL PURO

Hace aún poco tiempo, Muchagente se resfriaba si veía, digamos, a un español hablando como hablan allá en medio de puro mexicano hablando como lo hacemos acá, si no se trataba de un personaje deliberadamente "fuereño" casi hasta alcanzar los tamaños del Baisano Jalil. Las reacciones ante Un dulce olor a muerte, por citar un caso específico, alcanzaron la indignación de muchos, que a otros muchos nos pareció excesiva y hasta xenófoba.

Lo que Muchagente ignoraba es que si había en el reparto actores cuyo único defecto era no haber nacido en México-lindo-y-qué-rico y, por ello, no soltar con naturalidad un "chale" seguido de un "pérame tantito", no se debía a que el director no quisiera darle chamba a dos o tres histriones locales, sino a que se trataba de un filme hecho para llegar a un público que abarcaba, por supuesto, el de los países coproductores, y debido a eso era importante incluir al menos un actor cuyo nombre no fuera, en una localidad determinada, un absoluto misterio.

Si bien aquí cierto purismo nacionalista es, en el ámbito de la creación fílmica, entendido y ejercitado –aun inconscientemente– como la natural defensa frente al avasallamiento estadunidense, eso no significa que similar actitud deba asumirse en todos los casos, especialmente cuando se trata, como se dijo antes, de buscar vías alternas para producir el cine que nos hace a fin de no convertirnos, todos los latinoamericanos, en espectadores limitados a ser cinéfilamente educados sólo a partir de aquello que viene de los países desarrollados (como sí ocurre al consumir miles de otras cosas, desde automóviles hasta cereales).

Volviendo al ejemplo de Rosario Tijeras: el director, Emilio Maillé, mexicano, leyó un día la novela y quiso hacer la película, e hizo lo necesario para no descontextualizarla y que se filmara en Medellín, en los barrios más inhóspitos, con todo lo que eso implica en dificultades de producción. Encontró el entusiasmo y la complicidad de Ehrenberg y Ángel, así como de las entidades ya enumeradas, y entonces se armó un cast & crew compuesto por colombianos: la protagonista, un coestelar, el guionista, los extras, varios técnicos, la tramoya; mexicanos: otro coestelar, el director de arte, electricistas, etecé; españoles: otro coprotagonista, el autor de la música, el editor; y franceses, como el experimentado cinefotógrafo Pascal Martí.

MÁS CINE POR FAVOR

Le tomo prestado a la entusiasta Sara Hoch el eslogan de su Festival Internacional de Cine Expresión en Corto en Guanajuato –tal vez sepa, tal vez no, que la frase es parte de una letra del español Luis Eduardo Aute–, para reiterar lo obvio: de lo que se trata es de hacer películas, y no esperar a que otros –los de siempre– las hagan, o que en nuestro caso a Fox y compañía les dé un ataque de inteligencia y apoyen en serio al cine. En ese sentido es una buena señal que vaya quedándose atrás lo que son signos de un chovinismo inconveniente como suelen serlo todos, y en cambio adoptar una postura de cooperación basada, claro está, en una serie de puntos de coincidencia y rasgos de identidad compartidos. En otras palabras, que para algo distinto a quejarnos sirva la postración y la miseria a la que, en cine como en tantas cosas, nos tiene sometidos el modelito mundial político económico. En otras palabras, qué bueno que tengamos una vaca cinera.