La Jornada Semanal,  1 de agosto  de 2004        491


E N S A Y O

ESTUDIAR EL LENGUAJE
 

LEO MENDOZA

José G. Moreno de Alba,La lengua española en México,
Fondo de Cultura Económica,
México, 2003.

José G. Moreno de Alba,
Suma de minucias del lenguaje,
Fondo de Cultura Económica,
México, 2003.

Minucias del lenguaje y Nuevas minucias del lenguaje, de José G. Moreno de Alba, que aparecieron, respectivamente, en 1992 y 1996 bajo el sello editorial del Fondo de Cultura Económica son dos de esos libros que, aun cuando las más de las veces hacemos caso de sus consejos, resultaban de lo más interesante porque nos ilustraban sobre aspectos que habitualmente son dejados en el abandono no sólo en las redacciones de los periódicos sino aun en las mismas editoriales y ya no se diga dentro de la actividad cotidiana: nos referimos a los aspectos lingüísticos, a las dudas e interrogantes que surgen por el simple hecho de ser usuarios de la lengua. Resulta raro, pero en realidad los hablantes de una lengua –que finalmente son quienes la hacen– pocas veces se acercan a libros de carácter normativo o reflexionan sobre el uso de la lengua. Incluso los mismos escritores –como bien lo ha señalado el propio Moreno de Alba– las más de las veces se encuentran distanciados –y qué bueno– de lo que sería la norma aun cuando muchas veces son ejemplos a seguir. Las minucias de Moreno de Alba, a pesar de que son definidas en el DRAE como cosas de poco valor y equidad, son en realidad pequeños tratados de esos temas lingüísticos en los que pocas veces reparamos y que, sin embargo, los encaramos continuamente: ¿debemos escribir ciudad o Ciudad de México? ¿Debo usar desapercibido o inadvertido? ¿Es correcto el gentilicio estadunidense?

Por ello, el hecho de que el autor haya recogido todos las auténticas minucias –es decir los tratados mínimos aun cuando profundamente ilustrativos sobre un tema en particular– en su Suma de minucias, editada también por el fce, es una muy buena noticia: primero que nada porque se trata de un libro cuya utilidad está más que comprobada y en segundo lugar porque nos es posible tenerlo como libro de consulta o al pie de la computadora, si se quiere, ya que gracias a sus tres índices –especialmente el último, de voces y sintagmario– tenemos la posibilidad de aclarar rápidamente cualquier duda, de ésas que nos asaltan en el momento más inesperado: ¿debo usar influir o influenciar?, ¿adolecer significa carecer o padecer?, ¿un billón representa un millón de millones o mil millones?

Pero no crea el lector que la Suma de minucias es sólo grato para quienes tienen como oficio pergeñar textos, sino que, por el contrario, es un volumen profundamente ameno e ilustrativo que se puede leer a saltos, en cualquier momento, tan sólo por el simple hecho de acercarnos a nuestra lengua como quizá nunca antes lo habíamos hecho. Es, para decirlo con las palabras de Horacio, un libro dulce y útil, que podemos disfrutar –gracias a su brevedad– en cualquier momento.

Para nosotros, el placer de reencontrarnos con las minucias de Moreno de Alba ha sido doble porque aquellos artículos más desarrollados, textos que lindan mucho más con el ensayo, se nos presentan ahora en otro volumen de la misma casa editora con el título de La lengua española en México donde algunos de los temas ya tratados someramente en el primer volumen –que tienen que ver fundamentalmente con la corrección en el uso del lenguaje– se extienden para abarcar problemas en torno a los fundamentos del lenguaje y muy especialmente en torno al español que se habla y se escribe en México y que por su propio asunto merecían un tratamiento más extenso.

La lengua española en México es un grueso volumen de poco menos de seiscientas páginas donde Moreno de Alba ha reunido fundamentalmente los textos que hablan sobre los usos de la lengua española en México aun cuando también nos entrega noticia de algunos de esos temas que, aun hoy, siguen siendo causa de polémica: ¿son más las diferencias que las semejanzas entre las diversas variaciones dialectales del español? ¿Hablamos español o castellano? ¿Dónde se habla mejor español? ¿Son realmente arcaísmos aquellos vocablos que, desusados en España, poseen plena vigencia en América donde, paradójicamente, habita la mayor parte de hablantes de esta lengua?

Temas como el devenir del español en Estados Unidos –que ya ocupa el séptimo lugar como país hispanohablante– o en el África negra donde en la Guinea Ecuatorial el español es lengua oficial son estudiados por Moreno de Alba, quien en muchas ocasiones comenta, glosa y reseña trabajos de otros lingüistas que quizá de otra forma hubieran pasado inadvertidos.

Dividido en seis apartados, el libro nos lleva tanto por los caminos de la lengua española en el mundo como por la vida de algunos filólogos notables, la corrección lingüística –capítulo dividido en tres apartados– y problemas de léxico como los galicismos o los anglicismos que se usan indiscriminadamente.

Mención aparte merecen las dudas en torno a lo que es la corrección en el uso del español, a los instructivos de uso traducidos por las computadoras que dan origen a versiones que llevarían a la risa de no mediar el hecho de que, en un futuro cercano, éstas podrían convertirse en costumbre y luego en ley.

Y llaman también la atención los artículos dedicados a los problemas de género –aunque creo que hace falta ahondar y discutir más sobre este pantanoso terreno– y a la influencia de las lenguas indígenas que en ocasiones glosan otras publicaciones especializadas. Y por supuesto que es especialmente interesante el texto dedicado a los mexicanismos en la obra de Juan Rulfo.

Es posible encontrar en estos dos libros una continuidad que hace aún más placentera su lectura. Algunos de los temas que se tratan en las minucias logran extenderse a La lengua española en México donde los puntos de vista transforman por completo el asunto: así, si nos interesamos, por ejemplo, en si se debe escribir ciudad o Ciudad de México –Moreno de Alba apuesta por la primera– en el segundo título se va mucho más allá cuando el autor se pregunta si existe realmente México como ciudad toda vez que al parecer no hay una instancia legal que aclare el punto. Y aun cuando poco a poco las cosas han ido cambiando, la verdad es que bien harían algunos políticos en fijarse en este problema y acudir al libro como un primer paso para saber si habitamos en el df o en la Ciudad de México. (Y harían mucho mejor si regalasen ambos libros como una muestra de buena voluntad, por lo menos hacia la lengua que hablamos.)

Si el lenguaje es pensamiento, como algunos lingüistas afirman, estudiar el lenguaje, acercarnos a éste a partir de libros como los de Moreno de Alba, significa también ampliar nuestra capacidad de pensamiento y tener mayor dominio sobre nuestras más indispensables herramientas mentales. Y este ejercicio, para nuestra fortuna, como bien lo demuestra el presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, no está reñido para nada con la amenidad. Ojalá y que en el futuro más libros así vengan a enriquecer nuestro acervo lingüístico •