Jornada Semanal,  domingo 1 de agosto de 2004          núm. 491
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS
ELI BARTRA: A DEVELAR LA CARA
OCULTA DE LA LUNA

Siempre ha sido una contreras. De niña, cuando tenía en casa una gran biblioteca, con padre poeta, madre novelista y hermano lector, ella no quería leer. Luego, una ocasión que su familia le negó el permiso para ir a Cuba a un Congreso Cultural, se las ingenió para conseguir el dinero de su viaje y fue. Más tarde, ya dentro del movimiento feminista que conoció en París en los años setenta, le fascinó impugnar los comentarios de sus compañeras. Y así, con ese ánimo de oposición y réplica, Eli Bartra (df, 1947) ha transitado por los terrenos de la academia ligada al feminismo y al estudio del arte popular.

La pura rebeldía hizo que no leyera durante la infancia. Tuvo que vivir un momento de crisis cuando vivió en Estados Unidos, sus padres rentaron un departamento rascuache donde no había ni un solo volumen, para que a ella le entrara la desesperación y empezara a repasar a Shakespeare en los ejemplares que su papá le sacaba de la biblioteca de Yale. Con ese entrenamiento inicial, la oveja negra de la familia Bartra Muriá fue obediente a la hora de trabajar desde los trece años en una pastelería, hizo sus estudios de manera bastante normal y no tuvo duda en dedicarse a la filosofía que aprendió tanto en la UNAM como en la Sorbona de París.

Estando en la capital francesa con una posición cómoda entre la filosofía y estudios de maestría en estética, un nuevo panorama le movió el tapete: el feminismo. Era 1971. Ella tenía la imagen gris, amargada y marimacha de las feministas. Unas brujas, pues. Todo cambió cuando por puro morbo aceptó la invitación de una amiga portuguesa para ir a una reunión del Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM). Vio que aquellas mujeres frustradas no existían, sino que se trataba de jóvenes bonitas, inteligentes y divertidas. En especial le fascinó una chava de cabello anaranjado que se hacía llamar Contradicción. Eli asumió algo del mote y se enganchó en el mundo de las rebeldes.

A México llegó embarazada de su primera hija (tiene dos) y de inmediato se vinculó a las feministas. En 1974 animó la reorganización del MLM y disfrutó el ambiente festivo de sus pares que hacían de su vida una militancia. La conciencia que adquirió al saber decir "esto no lo quiero para mí" hizo que cambiara su relación de pareja y se divorció. Además participó en la elaboración del periódico La Revuelta y junto con sus compañeras reivindicó los derechos sexuales femeninos, el aborto y las relaciones igualitarias hombre/mujer, cuestionó la educación ortodoxa de los hijos y buscó la ampliación de los derechos de las trabajadoras domésticas.

Optimista, hoy Eli Bartra dice que el feminismo en México se ha complejizado y hasta institucionalizado. Pero observa que las jóvenes son quienes pueden inyectarle una visión sabrosa y energizante que compense la falta de tiempo e interés de algunas de las decanas del movimiento que ahora enfocan sus esfuerzos a tareas más individualizadas.

Autora del libro Frida Kahlo, mujer, ideología y arte (Icaria Editorial), ha impulsado de manera constante el estudio de las mujeres desde la academia (UAM Xochimilco). Lamenta que aún este rubro sea "pobrísimo" en México ya que sólo existen dos maestrías en el territorio nacional (Colegio de México y UAM) aunque se hayan multiplicado los programas de estudio en treinta centros en el país.

A la par de su interés por las mujeres, ha transitado de manera paralela en un camino apasionado por el arte. Ese arte que va a caballo entre lo culto y lo popular, como las artesanas que recrean a Frida Kahlo o las textileras de Teotitlán del Valle que hacen tapetes a partir de Miró. En ese arte resulta fundamental la presencia de las artesanas, convertidas en una masa amorfa y oculta. Por eso Eli se ha dado a la tarea de hacer visible esa producción de objetos no utilitarios, plenos de disfrute de formas, colores y texturas. Por eso establece una diferencia (poco reconocible) entre artesanía y arte popular en la medida que los objetos de su interés no son de maquila ni utilitarios. Como esas "friditas" que salen de las manos de las hermanas Aguilar (de Oaxaca) o los exvotos bordados por Antonia o Inés (San Miguel de Allende). Por ahora, para continuar el nexo entre mujeres y arte popular, viajará a Brasil para estudiar esa relación en el país sudamericano. Y mientras ofrece conferencias allá, en México saldrá su libro más reciente: Creatividad invisible: mujeres y arte popular en América Latina y el Caribe (PUEG,UNAM) que se suma a sus otros estudios para que las mujeres no sean más la cara oculta de la luna.