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México D.F. Miércoles 28 de julio de 2004

En lugar de César Chávez, hoy el héroe es Antonio Banderas

El radicalismo chicano cede ante el embate de lo hispano

Especialistas deploran el abandono de los compromisos sociales que incluían la actitud chicana. En cambio, los vocablos hispano o latino, ''no comprometen, son términos neutros políticamente''

JORGE RICARDO

A comienzos del siglo XXI, en Estados Unidos, ya nadie quiere ser chicano. La importante carga política del término y el impulso que las próximas elecciones presidenciales en ese país le han dado a lo latino y a lo hispano, además de ''la disolución de su conciencia como grupo", tienen sumido al movimiento chicano en algo que bien podría ser su agonía.

Tres especialistas en cultura chicana señalan que los comicios presidenciales de noviembre próximo en Estados Unidos -en los que se espera que siete de los 40 millones de ciudadanos con raíces hispanas participen- ha hecho renacer los términos hispano y latino para conseguir una mayor cantidad de votos.

Al mismo tiempo, varias figuras del espectáculo son promovidas desde los medios de comunicación como únicos modelos de los países de lengua hispana: Salma Hayek, Ricky Martin, Antonio Banderas, Carlos Santana, Jeniffer López y Gloria Estefan, entre otros ricos y famosos.

Inmigrantes politizados

Durante los años recientes, quienes se creían chicanos ven en los términos hispano y latino una posibilidad de más rápido ascenso en la sociedad estadunidense, asegura Axel Ramírez Morales, ex director del Departamento de Estudios Chicanos de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Si bien es cierto que ser chicano no es cuestión de adjetivos, sino de cómo se vive y cómo se piensa, cada vez más integrantes de esa comunidad se alejan de su compromiso político, para vivir como hispano, puntualiza.

Cabe distinguir que el término ''chicano", desde su origen fue eminentemente político, basado en la resistencia y en un sentido de orgullo étnico-racial.

No todos los mexicanos en Estados Unidos son chicanos, sino sólo aquellos que toman conciencia de la marginación que viven e intentan cambiar las estructuras socio-políticas, es decir, un inmigrante politizado.

La diferencia entre un inmigrante y un chicano es tan grande como la que existe entre un obrero y un proletario.

En 1985 Tino Villanueva, autor de la antología Chicanos y de numerosos textos sobre el mismo tema, recogió esta opinión: ''Nuestra insistencia en llamarnos a nosotros mismos chicanos, se apoya en la realidad de que no somos únicamente un grupo minoritario más en Estados Unidos.

''Rechazamos -continuaba- los juegos semánticos de sociólogos y mexicanos 'blanqueados' que frenéticamente nos identifican como: mexico-americanos, hispano-americanos, latino-americanos, de habla hispana, de apellido hispano, americanos de ascendencia mexicana, etcétera".

Aunque el término ya aparecía en los años 20 en la novela Las aventuras de don Chipote o cuando los pericos mamen, de Daniel Venegas, para designar a los nuevos inmigrantes mexicanos que realizaban los peores trabajos, fue a partir de los años 60 cuando se empezó a utilizar como símbolo de orgullo y de lucha.

Sin embargo, ''fue utilizado tanto que quedó desgastado, ahora ya no dice nada, mucho menos con el embate de lo hispano y lo latino que crean la ilusión de un desplazamiento social mejor", explica Ramírez Morales.

Estereotipo radical

Lo chicano estaba tan estereotipado como posición radical que llegó un momento en que los jóvenes no querían llamarse chicanos. ''Era tan contestatario que ya nadie quería ser identificado con un movimiento calificado inclusive como problema de seguridad nacional, además, llegó a ser tan cerrado que se fue asfixiando".

En cambio, los términos hispano o latino, en Estados Unidos, ''no comprometen, son términos neutros políticamente". En su momento ni sus máximos líderes se nombraron chicanos. Henry Cisneros, primer alcalde de origen latino en San Antonio Texas, en 1981, cuando llegó a ese puesto comenzó a llamarse tex-mex. Este año ha brindado su apoyo a John Kerry y anunció la ''hispanización" de ese país.

Pocos jóvenes descendientes de mexicanos en Estados Unidos conocen a los líderes de los jornaleros, César Chávez (1927-1993); de la tenencia de la tierra, Reyes López Tijerina; de los derechos políticos, José Angel Gutiérrez ni a Rodolfo Corky González, en el tema cultural, explica.

Disolución de una conciencia

Responsable del proyecto de investigación La flama y la piedra: migración e identidad de los latinos en EU, Ramírez Morales señala:

''El movimiento chicano ya fue absorbido por otros movimientos que intentan adueñarse de sus logros, inclusive se han comenzado a cambiar los nombres de los departamentos de investigación en las universidades."

De manera paradójica, fue un descendiente de mexicanos, Alex Armendáriz, asesor de Richard Nixon, quien propuso integrar a todos los inmigrantes en el término ''hispano" para conseguir más votos, comenta.

El experto universitario sostiene que si en un tiempo los chicanos reafirmaban su identidad en la defensa de sus raíces prehispánicas, "ahora vienen a México y encuentran un paisaje muy parecido al de Estados Unidos. El México moderno no les ofrece ya ningún refuerzo cultural".

La especialista en teatro chicano Leticia Urbina Orduña, por su parte, sostiene de forma tajante que el movimiento chicano ya no existe, ''hubo una conciencia en algunos mexico-americanos de sus derechos como estadunidenses por defender y ostentar sus raíces durante los años 60 y 70, pero a partir de los años 80, lo que existe es una disolución de esa conciencia como grupo".

Las primeras generaciones de directores de teatro y cineastas realizaban obras improvisadas, se tenía necesidad de usar el cine como arma de lucha política, pero después se alejaron de los temas originales: ''ya no más la crítica al sojuzgamiento o la discriminación, los temas hoy son la apariencia o las relaciones de pareja, como cualquier serie estadunidense".

Maestra en relaciones México-Estados Unidos con la tesis Teatro chicano: historia de un arte político (1965-1995), sostiene: ''Todavía Carlos Morton, en la obra de teatro Las muchas muertes de Danny Rosales, trata sobre un juicio contra un mexicano; después las escritoras introducen otros temas, por ejemplo Cherrie Moraga empieza a escribir sobre lesbianismo dentro del movimiento chicano".

A diferencia de Zoot Suit (Luis Valdez, 1978), obra cumbre de la cinematografía chicana, la última película con algo de éxito en México sobre chica-nos Las chicas reales tienen curvas (Patricia Cardoso, 2002) trata de la presión que una madre ejerce sobre su hija para que se ponga a dieta y se case con un estadunidense.

Urbina Orduña considera que el movimiento se ha transformado, lo primero que hizo fue buscar su identidad y lo que encontró fue una manera de sobrevivir, después, "los miembros del grupo superaron la etapa del con

flicto con el otro y han entrado en conflicto consigo mismos".

Asegura que el término hispano encierra todo y nada, ''sólo es una misma lengua, pero qué relación cabe entre un mariel en Miami con un Antonio Banderas".

Arte estático

Sylvia Gorodezky Mirsky, autora del libro El arte chicano como cultura de protesta, cree que la creatividad artística ''de ahora es un arte estático", aunque esto podría demostrar que ha madurado, el cambio en los temas así lo demuestra:

''Un arte que empezó siendo de protesta ahora se dedica más a la educación, a prevenir la violencia, las drogas o el sida."

Tema central de su obra, cree que los chicanos siempre confrontaron el racismo y gracias a ello produjeron su arte. Ahora advierte el surgimiento de lo hispano, pero es cuestión de modas, pues ''como este año son las elecciones en Estados Unidos, otra vez les interesa el voto chicano y el de todos los inmigrantes".

Agrega que los nuevos jóvenes que alcanzan un mayor nivel económico y ''logran atravesar sus barrios" con una preparación universitaria se alejan de lo chicano. ''Antes era un tipo de lucha, de clase, de protesta, ahora hay un poco más de integración, esto le resta vitalidad a la protesta".

Considera que aceptar el término hispano ''te quita identidad, te va englobando, te vuelve a etiquetar, te deja fuera, si no eres angloamericano blanco estás fuera".

Gorodezky, quien actualmente realiza una recopilación del trabajo de los nuevos artistas chicanos, acepta que los jóvenes prefieren considerarse hispanos o latinos, pues ''suena más 'elegante', les da una movilidad más alta, mientras que chicano está más asociado al bato o al cholo".

Lo anterior a pesar de que existan artistas sobresalientes como César Martínez, Rupert García, Antonio Burciaga o Frank Romero, o las escritoras Theresa Delgadillo, Ana Castillo, Carmen Tafolla, Carla Trujilo y Helena María, entre otros.

Los murales de Los Angeles y San Diego (California) desaparecen, sobre ellos se imponen los grafitis.

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