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México D.F. Lunes 26 de julio de 2004

Adiós Antonio Gades

Flamenco, música de baile para los banderilleros de ley

LUMBRERA CHICO

Ahora, que es la hora de la muerte de Antonio Gades, los taurinos debemos descubrirnos con respeto y recordar con gratitud la extraordinaria actuación de ese gran artista en la película Carmen, basada en la obra de Próspero Merimée inmortalizada musicalmente por Georges Bizet. En la cinta de Carlos y Antonio Saura, el inmenso bailarín ibérico nos deleitó con sus coreografías formando un dueto inolvidable con la guapísima Laura del Sol y alternando y departiendo con otro gran maestro español, como lo es el guitarrista Paco de Lucía.

Gades, muerto la semana pasada a los 68 años de edad, nació en noviembre de 1936, bajo la metralla de la guerra civil, en un pueblo de Alicante llamado Elda y fue bautizado como Antonio Esteve Ródena. Hijo de albañil, cuenta su biografía oficial en Internet, a los 11 años, con España en ruinas, aplastada por la furia del franquismo, empezó a trabajar como mensajero en el diario ABC. Poco más tarde lo descubrió la bailaora Pilar López cuando Gades intervino de manera inespecífica en un espectáculo de variedades del Circo Price de Madrid.

Tutelado por Pilar López, tomó sus primeras lecciones de danza flamenca con Manolo Vargas, primer estelar de la compañía de la maestra, y en la década de los 50 participó en el montaje de obras como El sombrero de tres picos, El amor brujo y El concierto de Aranjuez y lanzó su primera creación personal, titulada Ensueño, al tiempo que cambiaba su nombre original por el de Antonio Gades, que lo acompañará siempre, hasta el último día de la inmortalidad.

Después partió a Italia, donde se ganó la vida, con amplio reconocimiento, en Roma y en Milán, donde sostuvo una temporada de nueve meses en el teatro de la Scala. De nuevo en España, se desempeñó como actor en varias películas y triunfó en la Exposición de Nueva York de 1964. En 1968 retornó a la Scala de Milán y siguió anotándose grandes éxitos internacionales: 1970, con El amor brujo, triunfó en París, Buenos Aires y Medio Oriente; con Bodas de sangre (1974) en Roma; con su coreografía Ad libitum en Cuba y Estados Unidos (1977-78), Berlín y Spoletto, Italia (1979), etcétera.

Pero Gades, indudablemente, conquistó un sitio imperecedero entre nuestros recuerdos con su actuación en la Carmen de los hermanos Saura. Con todo el esplendor de su fuerza expresiva, en esa interpretación nos dijo a los taurinos que el baile flamenco está íntimamente ligado con la suerte de las banderillas, donde todo se sucede cuando el diestro se asoma al balcón ante los pitones de la muerte y se queda en la cara, refocilándose en su propio dolor, girando y zapateando, palmeando y revolviéndose como si de pronto cambiara los palitroques por el capote y plasmara una intensa chicuelina.

Si el toreo es la ejecución poética de una tragedia, el baile flamenco es la más alta sublimación del toreo, pero nadie lo manifestó de manera tan honda y palpable como Gades, figura señorísima de los tablaos. Por eso, quienes lo vimos lidiar en el vértigo del viento, jamás lo olvidaremos.

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