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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Lunes 26 de julio de 2004

Jorge Santibáñez Romellón*

Marines y un nacionalismo trasnochado: réplica

Hace unas semanas escribí un artículo que llevaba por título: Marines y un nacionalismo trasnochado1, que abordaba el tema de la reacción de soldados del Ejército mexicano que irrumpieron en el funeral de un mexicano, soldado del ejército estadunidense, a quien marines rendían honores en suelo mexicano. Esa presencia y los comentarios de varios actores relevantes de lo que podríamos llamar la clase política, incluidos algunos funcionarios de alto nivel del gobierno mexicano, fue lo que califiqué de "nacionalismo trasnochado", y aludí a la ignorancia que tenemos en México de las transformaciones que sufren los mexicanos en su identidad y expresiones de nacionalismo, a consecuencia de la experiencia migratoria.

En síntesis, no veía (y no veo) la razón por la cual el deseo de una familia mexicana, con una justificada doble identidad (que no doble lealtad), hacia México y hacia Estados Unidos (como la de millones de mexicanos que viven en el país vecino), debería ser interpretado como un peligro para nuestra soberanía. La presencia de marines en el sepelio mencionado era para rendir honores a uno de los suyos; interpretarla como una violación a la soberanía, en mi opinión, es no sólo exagerado y fuera de contexto, sino muestra lo poco que conocemos a los mexicanos que viven en Estados Unidos.

En los ya varios años de escribir artículos para medios de comunicación, nunca había recibido tantos comentarios escritos y verbales en torno a una de mis colaboraciones. El hecho no sólo me halaga (lo cual sería irrelevante), sino me sorprende por la cantidad de comentarios y por lo encontrado de los mismos. Parece que, sin saberlo ni proponérmelo, no sólo toqué una fibra sensible de los mexicanos que viven en Estados Unidos, sino de los que viven en México. Las reacciones fueron viscerales, los comentarios que recibí se dividen en dos categorías: aquellos que estaban decidida, apasionadamente en favor de la tesis de mi artículo y aquellos que estaban decidida, apasionadamente en contra del mismo. No recuerdo haber recibido tantos halagos y tantos insultos en mi vida profesional, derivados de un mismo trabajo. Mi sorpresa se incrementó al constatar que las opiniones en favor venían en abrumadora mayoría de mexicanos que viven en Estados Unidos, y que las opiniones en contra eran emitidas, también en abrumadora mayoría, por mexicanos residentes en México.

La dicotomía de las opiniones y su distribución territorial fortalece la tesis central de aquel artículo: los mexicanos de aquí no entendemos a los mexicanos de allá y en consecuencia no sabemos establecer una relación con ellos. Claro, muchos dirán que primero habría que preguntarse si tal relación es necesaria. La respuesta es muy sencilla, esa relación es necesaria, por lo menos por dos razones básicas: en México esos mexicanos son vitales para nuestro desarrollo, envían una cantidad importante de remesas que sostienen por lo menos dos millones de hogares, y en Estados Unidos esa comunidad, aun aceptando que hoy no es el caso, puede jugar un papel clave en la relación con nuestro vecino y principal socio.

Si no construimos una relación más estructural con los mexicanos que viven en Estados Unidos, con una visión más clara, entonces lo que estamos haciendo al recibir sus remesas, al generar los mecanismos para que participen en elecciones mexicanas, regresándolos cuando así lo desean, después de ser detenidos por la Patrulla Fronteriza, etcétera, es profundamente mezquino, ya que equivale a decir: mándanos tu dinero, vota y regresa a tus mismas condiciones de vida en Estados Unidos, "hazte bolas" en ese país, a nosotros no nos importa o no compartimos tus nuevos valores, no aceptamos esas consecuencias de la migración y ni justificamos tu redefinición de identidad y, en el peor de los casos, las consideramos un acto de deslealtad, que pone en riesgo nuestra soberanía. Pero eso sí, no te olvides de mandar puntualmente las remesas y de votar por nosotros.

El escenario no permite ser optimistas. Los que estamos dispuestos a discutir estos temas, a no caer en la trampa fácil de criticar a Estados Unidos como recurso sistemático para ser "bien vistos", a no desgarrarnos las vestiduras por los migrantes (siempre y cuando se mantengan como "mexicanos puros" y no se contaminen con valores estadunidenses, a pesar de que ahí vivan), ni remotamente tenemos la capacidad de convocatoria para lanzar ese gran debate que tanta falta nos hace, y los que lo podrían hacer -quienes en privado sostienen unos puntos de vista y en público otros, que "en corto" me manifestaron estar de acuerdo con mi artículo, pero que no lo dirían en público- nunca van a arriesgar capital político alguno en un escenario tan dividido y tan polarizado.

*Presidente de El Colegio de la Frontera Norte.

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1 Semanario Zeta, 9 de julio de 2004; La Jornada, 12 de julio de 2004

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