Jornada Semanal, domingo 25 de julio de 2004                   núm. 490
LAS ARTES SIN MUSA

Jorge Moch 
 

 

RECURSO PERICA

El recurso de la perica es, cualquiera lo sabe, repetir y repetir y repetir algo. Se trata de una elemental máxima de la política, pérfida ingrata señora que alguna vez nos dijo que era vocación de servicio al prójimo y a la patria, pero puras habas. Se repite y repite y repite una promesa que nunca se va a cumplir, un hecho inexistente, un logro inalcanzado hasta obtener el tácito consentimiento público por agotamiento del que recibe el mensaje o hasta que se lo convenza por resignación. Recurso particularmente útil en circunstancias de ésas que llegan a poner en aprietos al régimen, la televisión logra maravillas en el negocio de la manipulación de la opinión pública, de su claudicación ante la verdad cuando la perica repite y repite y repite la mentira. No es gratuito que la ultraderecha es la gran descubridora de las bondades que regala el perverso ayuntamiento entre mentira oficial y telegenia: el cine y la televisión fueron socorridos instrumentos del Tercer Reich. Una de las primerísimas trasmisiones televisivas mundiales fue un discurso del histérico vestiglito Adolfo Hitler. Claro que esto también lo han explotado gobiernos totalitarios de izquierda, pero es en Occidente donde la televisión mentirosa alcanza una exquisitez y una calidad de producción propias de documental del Discovery Channel.

Véanse si no esos anuncios que cierran con la cortinilla del águila mocha –mocha en más de un sentido– (del gobiernocho de la republicocha, amigocho lector, diría mi monero cuatacho Patricio) de los grandes logros del gobierno del cambio que presuntamente encabeza Vicente Fox pero que, según aquella aciaga carta del ex secre particular Durazo, regentea una Martita más Toña Machetes que Madre Teresa: puro canto de sirenas. Si tenemos decenas de millones de muertos –literales, casi– de hambre en este país, se nos cacarean los fantasmales logros del programa Oportunidades que no es más que la careta foxista del Solidaridad de Carlos Salinas. Si tenemos millones de mexicanos analfabetas funcionales y millones de niños que serán futura carne de maquiladora, vemos los promocionales de la secretaría de educación (las minúsculas son adrede, porque minúscula es la estatura moral de su titular, reyes tamez) que nos hablan de mundos modernos y de inserción de este país en el concierto de las naciones agringadas. Si muchísimos mexicanos hemos padecido los estragos de un sistema de justicia preponderantemente corrupto, inepto, criminal y gandalla, vemos los anuncios de la judicatura federal donde nos pintan a jueces y magistrados como pequeños Erasmos de Rotterdam nacionalizados. Si el campo mexicano languidece en la inanición promovida por las importaciones masivas y la simultánea orfandad de los productores nacionales, si sabemos que los productores de café y piña están literalmente en la miseria, vemos anuncios de la SAGARPA pontificando acerca de estos sectores, de lo bien que están, de que aquí no pasa nada, de que basta que las clases pudientes y pudibundas compren productos mexicanos para que todos compartamos una enorme, ecuménica y nacional sonrisota.

No extrañará a esta ponzoñosa y quincenal diatriba si en breve vemos en la tele, ya que se encargó de prácticamente desmantelar la red ferroviaria del país y asfaltar así el terreno a los transportistas traileros gringos, que Víctor Flores (hoy premiado por Carlos Abascal con un huesote), sea elevado a rango de canonización por su desastrosa labor en el sindicato ferrocarrilero. Ni levantará la ceja extrañado este decidor de maledicencias cuando, parloteando un verdadero ecumenismo, un auténtico respeto nacional al derecho nacional, se instaure, como vienen pugnando los reyezuelos del episcopado, la educación confesional y únicamente católica en las escuelas públicas o cuando se imponga la capellanía católica en las fuerzas armadas.

Ni nos vamos a rasgar las vestiduras cuando, en aras de una cacareada apertura en los medios y preconizando libertad de expresión, un día nos impidan decir lo que nos da la gana. Sencillamente, sabedor el Poder de que puede hacer lo que quiera, bastará que se transmitan uno tras otro, tras otro, tras otro, los anuncios gubernamentales (y las televisoras se tallarán las palmas, salivando los colmillos ante la turgente carne del presupuesto) en los que se diga exactamente lo contrario de lo que nos está pasando. Y nosotros, el resto, como dijera Roberto Arlt, engulliremos gustosos la bazofia.