La Jornada Semanal,   domingo 25 de julio  de 2004        núm. 490
 Neruda claro y oscuro

Iván Quezada

Las penas y las furias es seguramente la biografía más documentada acerca de Pablo Neruda. Su autor, el catedrático chileno-alemán David Schidlowsky, recorrió toda América y Europa en busca de información, que finalmente sintetizó en 1,337 páginas de apretada escritura. Sin embargo, el libro no encontró una editorial hispana dispuesta al riesgo y Schidlowsky acabó "pagando con sus deudas" –como él mismo dice– una edición de ochenta ejemplares. ¿Un caso insólito o predecible en el tiempo actual? El periodista y narrador chileno Iván Quezada comparte con nosotros su privilegiada lectura de ese libro.

Vaya lío escribir sobre Pablo Neruda. Uno tiene la sensación de que todo está dicho. Pero no es verdad, porque Neruda siempre está cambiando. Todos quieren dejar un testimonio. ¿Se trata de una deuda, como dice Sara Vial, autora de Neruda en Valparaíso? Es comprensible entre quienes lo conocieron. Algunos afirman que fue como un cacique mapuche, rodeado por un séquito de día y de noche. No es extraño que varíen las versiones de su personalidad. Él mismo le decía a Margarita Aguirre, su primera biógrafa, que inventara cuando tenía una duda sobre su vida. En sus recuerdos tampoco fue muy riguroso, en especial si estaba en juego su reputación de seductor.

Sin ir más lejos, existen dos variaciones acerca de su encuentro con la escritora uruguaya Luz Brum, en Buenos Aires, hacia 1933. Ella era toda una belleza, "alta, rubia y vaporosa". Los presentaron en casa del magnate argentino Natalio Botana, durante un banquete. Otro de los invitados era Federico García Lorca, con quien salieron a pasear por el jardín, hasta subir a una torre que había allí. Según Neruda, tomó en sus brazos a la joven poetisa y se tendieron en el suelo del mirador, para sorpresa de García Lorca. "¡Largo de aquí! ¡Ándate y cuida de que no suba nadie por la escalera!", le gritó el vate chileno, pero en su huida Lorca rodó hasta el jardín y los amantes tuvieron que socorrerlo. Luz Brum, sin embargo, aseguró que todo fue distinto: Neruda se le habría arrojado completamente borracho y al interponerse Lorca hubo un forcejeo y ambos cayeron por la escalinata. Al final, el anfitrión habría salvado al poeta andaluz de la paliza nerudiana.

La historia la cuenta David Schidlowsky en su monumental biografía Las furias y las penas. A su juicio, la evocación de Neruda fue una venganza contra Luz Brum y Lorca por frustrarle su aventura erótica. Aunque después vendrían otras de ese tipo, la mayoría sumidas para siempre en el silencio. La obra, en dos tomos, se compone nada menos que de 1,337 páginas y fue publicada a fines del 2003 por la editorial alemana Wissenschaftlicher Verlag Berlin. Se trata, en verdad, de una edición privada de ochenta ejemplares, la mitad fuera de circuito comercial. Casi es una autoedición, como le suele ocurrir a los escritores latinoamericanos, y por razones similares: fue "amablemente" rechazada por su extensión.

Vale la pena reproducir la respuesta de una "renombrada editorial de Barcelona", que el autor incluye en una nota al comienzo de su libro: "Su biografía de Neruda me parece espléndida e innovadora, no obstante las circunstancias por las que atraviesa el mercado editorial español y la inevitable necesidad de asumir proyectos con el menor riesgo posible han obligado a los grandes grupos editoriales a reducir drásticamente sus proyectos de futuro. Esta es la razón por la que lamentablemente no podremos publicar un libro con las características del suyo, tan extenso y tan caro de producir, para una expectativa de venta que por muy buena que sea nunca llegaría a cubrir los costos."

En otras palabras, los buenos libros son un riesgo, sobre todo si ocupan muchas hojas. Las calles están colmadas de volantes, envoltorios y envases de papel, pero si se utiliza en obras literarias se convierte en una pérdida. ¿Gajes del mercado? Debemos acostumbrarnos a leer poco y escribir muy breve, no vaya a ser que originemos "malas expectativas". ¡A quién se le ocurre que los libros están dirigidos a los lectores! El que manda es el contador. Pero, como sea, los latinoamericanos no podremos acceder al caudal de conocimiento que supone la obra de Schidlowsky. Mala suerte, dirán los neoliberales.

Taciturno en Oriente

El relato de Schidlowsky, de origen judío alemán, se suma a la ola de publicaciones conmemorativas del centenario de Neruda, tratando de revelar todas las dimensiones del poeta, buenas y malas, con el apoyo de los más ocultos documentos repartidos por América y Europa. Probablemente a los nerudianos acérrimos, que los hay y por centenares, les incite más de una molestia. La premisa es simple: "Pablo Neruda es sin duda uno de los poetas más importantes de la literatura del siglo xx, siglo de luces y sombras", dice Schidlowsky en la Introducción. El comentario sobre el siglo pasado es clave, ya que el libro pretende ser una biografía política y, por tanto, plantea a su protagonista sumido en los desmanes de su época. No le interesa el héroe de los panegíricos habituales, o el hombre bonachón de sus últimas fotografías, sino el hábil superviviente de una generación de poetas chilenos marcados por la indigencia y la tuberculosis. Neruda mismo, en su juventud y vida adulta, bebió en exceso y fue un perfecto nihilista. Y la política sólo lo atrajo con el estallido de la Guerra civil española. ¿Cómo hizo entonces para no sucumbir al alcohol o el desaliento?

Las conclusiones del biógrafo aspiran a duplicar las discordancias que ve en el poeta: "Neruda no fue un gran hombre ni pretendió ser un gran poeta –afirma al término del libro–; la vida lo transformó en un hombre simple, buscador de intereses y un poeta sobresaliente en un mar de soledades." Y luego añade: "No dudó en la búsqueda ni del amor, ni de la fama. Ni el epígono ni el creador dejaron de flecharlo en la frente. Vagó por el mundo con un signo en su mano. Como un oso se deslizaba, lento con cordial sonrisa. Con sus enemigos era implacable en su mortal polémica, con los jerarcas jugaba la carta de la poesía pura usando los medios y giros más impuros de la injusticia humana."

Pero, para concordar o estar en desacuerdo con Schidlowsky, es necesario sumergirse antes en la azarosa existencia de Neruda. El niño prontamente huérfano de madre, nacido en Parral en 1904, vino al mundo después de varias correrías sentimentales de su padre ferroviario. Ambos progenitores ya eran personas maduras al concebirlo; José del Carmen Reyes tenía treinta y dos años y Rosa Neftalí Basoalto, treinta y ocho. Al hijo lo bautizaron como Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto. Era gente modesta, pero con los suficientes recursos para alimentarse y vivir bajo un techo. La atracción de Neruda por la poesía surgió cuando muy niño, al descubrir su facilidad para rimar frases, y, como suele suceder, su primer poema lo escribió en una noche de desvelo. Sin embargo, antes que poeta fue cronista de temas íntimos, publicando sus textos en el diario La Mañana de Temuco, a los trece años. Empezó a intrigar a sus contemporáneos en ese mismo momento, incluso a grandes distancias, en Valparaíso y Santiago, debido a la buena recepción de sus escritos en diversas revistas de la zona central. No olvidemos, además, que Gabriela Mistral fue su madrina literaria en el Liceo de Temuco, celebrándole sus letras infantiles con un entusiasmo poco común en ella.

Todos esos arrestos pudieron terminar en simples locuras de juventud, de no mediar la fuerza de voluntad del imberbe Ricardo Neftalí. Tenía claras dos cosas: la condena a ejercer un oficio que no era el suyo (herrero, abogado o profesor) y la necesidad urgente de huir de Temuco. Toda su vida buscó el centro del mundo, pero precisamente ese impulso lo condujo muchas veces a la periferia de los continentes. Sus amistades fueron cruciales a la hora de procurarse la fuga, en especial a partir de su primera estadía en Santiago, como estudiante de francés en el antiguo Instituto Pedagógico. Su talento para entablar relaciones influyentes lo acompañará hasta la muerte, jugando un papel decisivo en su ascenso lírico. A fin de cuentas, muy poca gente sabe de poesía, pero todos le creen a las recomendaciones.

Lo raro en Neruda es la unanimidad que indujo entre sus amigos, quienes tras probar su magia se consagraban a encumbrarlo por todos los medios. Sin embargo, nada de eso impidió que pasara hambre después de renunciar a sus estudios de francés. El padre lo abandonó a su suerte y el joven Neruda tuvo que alimentarse de alcohol, bohemia, romances platónicos y otros más terrenales. En más de alguna vieja cervecería de esos años, la década de los veinte, debe estar estampado su nombre en un mesón. Con todo, la gran deuda de Neruda es con el crítico Hernán Díaz Arrieta, Alone, quien hasta vendió su máquina de escribir (la misma que utilizaba al elogiarlo por la prensa) para financiar la primera edición de Crepusculario, en 1923. Otro pilar en su difusión es la revista Claridad, de la Federación de Estudiantes de Chile, donde le publican todo cuanto escribe y lo ensalzan como el gran poeta joven chileno, contagiándolo de paso con su credo anarquista.

Aquí es necesario subrayar, una vez más, la condición humana de Neruda. Es fácil caer en el mito. Su tendencia principal es el individualismo. Rara vez en esos años expresa una opinión social. Se desplaza por la ciudad de un modo instintivo, envuelto en un hedonismo insatisfecho ante las duras condiciones que le imponía su pobreza. En busca de consuelo le hace grandes promesas a Albertina Azócar, la inspiradora de buena parte de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, sin convencerla. La sigue a Puerto Saavedra en dos ocasiones o más, para luego volver derrotado. Nada de eso le impide ganarse los favores de otras musas, más aún cuando su trabajo comienza a estar en boca de todos. Un amigo cuenta que por las calles solía golpear en algunas ventanas misteriosas, para ponerse de acuerdo con jovencitas "de largos suspiros". Pero su obsesión es salir de Chile; la estrecha provincia le queda chica. Sueña con viajar a México, concibe planes que terminan en nada, y entretanto se embarca en relaciones epistolares con escritores de otros países.

Hasta que nuevamente un amigo va en su auxilio y le consigue un puesto de cónsul honorario en Rangoon, en el extremo Oriente. Para su desgracia, no sería el inicio de su fortuna, sino lo contrario: fueron cinco años de soledad, miseria, discriminación y abundante whisky. Pero lo importante era la aventura. Se dice que un día antes de partir se gastó el dinero del viaje con un grupo de poetas "sedientos" y tuvo que postergar la marcha. Allá en Oriente pasó por los consulados chilenos de Rangoon, Ceilán y Singapur, siempre con apuros de plata, en una ocasión incluso subsistió cinco meses sin sueldo. Fue un auténtico destierro que profundizó su carácter taciturno, como lo reflejan los poemas de Residencia en la tierra. Padeció constantes peleas con los nativos, por las visitas de sus amantes en las casas que lo albergaron, y se ganó la antipatía de los ingleses, para quienes un diplomático debía preservar la superioridad de los extranjeros. Su situación se tornó angustiosa.

La Casa de las flores

Las mayores polémicas del libro radican en torno de María Antonieta Hagenaar, la primera esposa del poeta, una muchacha de casi 1.80 de estatura que Neruda conoció en Batavia, mientras jugaba tenis, y en su evolución política que con los años lo impulsó a adherirse al estalinismo. La figura de Maruca Reyes, como la llamaba su marido, siempre ha sido un enigma. Hasta ahora no había tenido un desarrollo cabal en las biografías de Neruda. Según Schidlowsky, contrajo matrimonio con ella para demostrarle a Albertina Azócar que era capaz de unirse con otra. Se la trajo consigo a Chile, cuando la Cancillería decidió eliminar su cargo diplomático en Oriente –dejándolo prácticamente en la calle–, y la presentó formalmente a su familia en Temuco. De ahí pasaron a Santiago, a vivir en una humilde pensión, mientras Neruda procuraba ganarse el sustento. Pero su fama ya era incontrarrestable.

Las disputas de la pareja comenzaron con el retorno de Neruda a sus costumbres bohemias. Los amigos lo perseguían a todos lados, en la misma casa que luego ocupó organizaban largas fiestas que alteraban los nervios de Maruca. Fue un periodo de transición, ya que muy pronto el poeta se consiguió un puesto consular en Buenos Aires. En la metrópolis bonaerense trabó amistad con Federico García Lorca, quien ya había leído sus versos de Residencia en la tierra en revistas españolas. Según el libro, el prestigio poético de Neruda habría motivado a su jefe directo, el cónsul general de Chile, Sócrates Aguirre, a proponerle que sólo se dedicara a sus labores literarias. Tiempo después, en España, le habría sucedido algo parecido al asumir el consulado de Barcelona, que en todo caso de un comienzo intercambió por el de Madrid con Gabriela Mistral. Fue su gran época de consagración en el "centro del mundo", justo antes de la Guerra civil hispana. Y, sin embargo, su matrimonio se hundía rápidamente en la desidia y los reproches mutuos.

A juicio de Schidlowsky, María Antonieta Hagenaar es la víctima más notoria del derrotero nerudiano. Se desprende del texto que, más allá de las diferencias de temperamento entre los cónyuges, el factor determinante del quiebre fue Malva Marina, la tan ansiada hija, quien nació con una enfermedad congénita. Al respecto, existe un testimonio dramático del poeta español Vicente Aleixandre, de su visita a la residencia madrileña de Neruda, también conocida como "Casa de las flores": "¡Ven, Vicente, ven! Mira qué maravilla. Mi niña. Lo más bonito del mundo –le llama Neruda. [...] Llegué. Él se irguió radiante, mientras me espiaba. ¡Mira, mira! Yo me acerqué del todo y entonces el hondón de los encajes ofreció lo que contenía. Una enorme cabeza, una implacable cabeza que hubiese devorado las facciones." Como se ve, era un dolor que superaba las ansias vitales del vate chileno.

No extraña entonces que al poco tiempo tuviese un romance con la argentina Delia del Carril, veinte años mayor que él –¿será verdad que Neruda buscaba una madre, como aseguraba María Luisa Bombal?–, a quien llevó a su casa mientras aún convivía con Maruca. Vino después la separación y el abandono de su familia en la Holanda ocupada por las tropas nazis, casi no cumpliendo con su promesa de una mensualidad. En esa época ya se encuentra en México, de cónsul general de Chile, periodo calificado por Schidlowsky como el más lamentable en términos humanos. "Al morir la hija en marzo de 1943, Neruda interfiere la proposición de la Cancillería chilena de repatriar a su mujer a Chile. Llega a amenazar con suspender el pago de las remesas correspondientes. Y sólo en ese momento la mujer de Neruda llega a saber que él en realidad ya en mayo de 1942 se había divorciado de ella, según edicto de divorcio dictado en Cuernavaca", puntualiza el biógrafo.

En el plano político, el dardo más significativo apunta a sus esfuerzos por liberar a 2 mil refugiados españoles desde campos de concentración franceses, en 1939. Schidlowsky afirma que el poeta cónsul cometió "graves discriminaciones al excluir a anarquistas de la selección". Pero a su vez se le puede refutar con el testimonio del ingeniero Víctor Pey, quien viajó en el Winnipeg a Chile: según él, nadie les preguntaba su filiación ideológica al abordar la nave. No cabe duda que efectivamente se adhirió a posiciones estalinistas, como más tarde se verificó en México con su participación en homenajes a la Unión Soviética. Otra prueba es su artículo "Zweig y Petrov", donde criticó el suicidio de Stefan Zweig como un acto de cobardía y lo contrapone a la muerte heroica de Jewgeni Petrov, muerto en batalla como corresponsal de guerra. Asimismo, firma una carta contra el intelectual alemán Gustav Regler, por el rechazo de éste al pacto Ribbentrop-Molotov. Sin embargo, el periodo mexicano es uno de los más fructíferos en la vida de Neruda: fue en ese momento cuando descubrió su americanismo, bajo el influjo de las diversas culturas (presentes y pasadas) que confluyen en México. Así, fue en tierras aztecas donde decidió ampliar su proyecto de Canto de Chile a Canto general.

Ya es evidente que la pregunta no es quién fue el vate chileno, sino ¿cómo será el Neruda de las biografías que aún no se escriben?

IVÁN QUEZADA: escritor y periodista nacido en Valparaíso, en 1969. Desde 1988 practica el periodismo cultural en diversos medios: en las revistas Qué Pasa, Hoy y Rocinante, y en los diarios El Mercurio de Valparaíso, La Época, La Tercera y La Nación. El 2003 publicó su primera novela Elefantes y cisnes y en los meses venideros llevará a la imprenta su libro de cuentos Los extraños. En la actualidad imparte clases de literatura contemporánea en la Universidad del Desarrollo y colabora con la Embajada de México en Santiago de Chile.
 

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