Jornada Semanal, domingo 25 de julio de 2004        núm. 490

HUGO GUTIÉRREZ VEGA

BICENTENARIO DE GEORGE SAND

En el grabado aparecen, sentados a la mesa del banquete, Théophile Gautier, Sainte-Beuve, Alejandro Dumas hijo, Gustave Flaubert y Charles Edmond. Preside la mesa una dama entrada en años, Aurore Dupin de Francueil, mejor conocida como George Sand.

Para esta gran mujer los amores y la literatura fueron los motivos esenciales de su vida. Alfred de Musset, el romántico sin mácula y Frédéric Chopin, el compositor épico e íntimo, tuvieron la suerte de vivir con ella y de aprender sus cotidianas lecciones de vida, ternura, pasión y expresión literaria. George Sand, afirma Perrot, era una "mestiza social" y esta condición la mantuvo alejada de la aristocracia (aunque su primer hombre fue el barón Casimir Dudevant, del cual tuvo dos hijos) y de la burguesía y siempre inmersa en el mundo del arte. Al dejar la respetable casa del barón Dudevant, Aurora se dedica a vivir con el novelista Jules Sandeau, adopta la primera parte de su apellido, escoge el nombre de George, se viste de hombre, fuma cigarros puros y práctica el periodismo que le da lo suficiente para sobrevivir. Por esa época escribe sus primeras novelas: Indiana, Lelia, Valentina, Jacques y Mauprat, obras maestras de una prosa elegante y precozmente madura e inteligentes alegatos en defensa del amor y de la sensualidad asediados por los prejuicios de la sociedad tartufesca y enemiga de la vida y de la alegría. Sus personajes femeninos van más allá de la audacia y son capaces de arriesgarlo todo por afirmar su libertad y su derecho a la felicidad. George Sand se vestía de hombre para defender a la mujer. Su feminismo era claro y decidido y enfrentó al escándalo (y lo provocó) para llamar la atención sobre las condiciones desfavorables en las cuales vivían (o sobrevivían) las mujeres de su tiempo. Su travestismo era, por lo tanto, un desafío a la moral social en uso, una divertida burla y una actitud irónica. Siempre escribió como mujer y de todos eran conocidas sus tendencias heterosexuales. Vestirse de hombre y salir a la calle con la chistera puesta fue un manifiesto sociopolítico y una sacada de lengua a los puritanos y a los defensores del orden establecido.

Republicana y socialista, George Sand escribió una serie de novelas de crítica social y de defensa de las clases oprimidas: Compañero de la vuelta a Francia, Horacio, Consuelo y El molinero de Angibault. Larrennais y Pierre Leroux son las fuentes principales de su proyecto de una revolución social y política que tuviera como base un intento de "revolución moral". Por esa época pública artículos en el Boletín de la República y en La causa del Pueblo, festeja la caída del rey Louis Philippe y defiende la postura republicana basada, en buena medida, en las ideas de Rousseau.

Fracasada la revolución, George Sand escoge el exilio de París y se va a vivir al campo. Ahí se convierte en "la bondadosa dama de Nohan" y empieza a escribir sus novelas sobre la vida campesina que son, como todo lo suyo, un claro compromiso con la existencia campestre y la situación del campesinado. Los maestros sanadores, François el Champi y El pantano del diablo son buenos ejemplos de esta nueva faceta de una escritora caracterizada por su versatilidad temática y estilística.

Uno de los textos principales de George Sand es su apasionada autobiografía que tituló Historia de mi vida. Encerrada en Nohan, rodeada de sus campesinos, visitada por sus amigos Honoré de Balzac, Théophile Gautier, Gustave Flaubert, Franz Liszt, Eugéne Delacroix y Eugéne Fromentin, dedicó gran parte de su tiempo a escribir su autobiografía. En el Segundo Imperio de Napoleón iii el pequeño, Sand vivió un asumido exilio interior y salió rara vez de su casa en el campo. Todo llamaba su atención: la música, el dibujo, la botánica, la química, la medicina, el folclore, el teatro de marionetas, el bordado y la cocina (eran famosas sus mermeladas de fresa y de frambuesa). Además paseaba a caballo y practicaba el tiro al blanco (no la cacería como afirma algún biógrafo despistado). En esos años de calma y retiro escribió tres bellas novelas: Los caballeros de Bois Doré, El Marqués de Villemer y La señorita de la Quintinie y organizó su interesantísima correspondencia. Murió en Nohan en 1876.

Su influencia está presente en las obras de Henry James, las Brontë y George Eliot; su defensa de la mujer y su crítica del "sexo bárbaro" conservan toda su vigencia. Dedicó su vida al amor en todas sus formas, a la literatura y a las causas nobles y justas. La recordamos con fervor en este su bicentenario.