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M U N D O
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México D.F. Domingo 25 de julio de 2004

Robin Cook *

ƑPor qué tenemos un premier que usa la palabra "liberal" como insulto?

En el tiempo que le queda libre luego de defender una guerra innecesaria, impopular y posiblemente ilegal, Tony Blair ha encontrado ocasión para anunciar "el fin de los años 60". Al menos merece ganarse puntos por consistencia. Todo lo que se ha-bló sobre la paz y el amor en esa década parece pasado de moda en esta era de la guerra global de Blair-Bush.

Entre líneas, se distinguió cierto elogio forzado a las ganancias de los 60, pero no hay forma de disfrazar la intención fundamental de su discurso. El primer ministro no vino a honrar a los años 60, sino a se-pultarlos. Específicamente, le impartió los santos óleos a algo que él llamó el "consenso social, liberal", de los 60.

Es revelador que Gran Bretaña tenga un primer ministro que utiliza "liberal" como insulto y calumnia, de la misma forma en que lo haría un político estadunidense. No-sotros no elegimos esta batalla, pero quienes atesoramos las libertades de una sociedad liberal debemos ponernos de pie y ser tomados en cuenta antes de que triunfe esta moda de arrumbar en un clóset nuestros valores liberales.

Sí, los años 60 fueron una década de avance para las causas liberales, y para parafrasear el discurso de hace unos días de nuestro primer ministro, eso debe ser motivo de júbilo. Fue la década que vio el fin del chantaje hacia los homosexuales que obligaba a millones a negar su sexualidad, que terminó con los abortos clandestinos que mataban a 2 millones de mujeres al año. Dio la posibilidad de quedar libre de matrimonios fallidos en todas las clases sociales, no sólo en aquellas lo suficientemente ricas para para pagar un abogado, o los de aquellos que eran tan duros de piel que toleraban de las leyes de divorcio que existían entonces. También liberó a la literatura de una censura represiva.

La característica que definió a los años 60 fue la liberación. Esto confunde a muchos, como el primer ministro, debido a la erupción de los estilos de vida alternativos que acompañaron a la cultura juvenil. Pero la realidad es que todos los grandes avances de las legislaciones sociales fueron un acto innovador de políticos mayores que fueron parte de una generación de guerra, y que ingresaron a la política colocándose a la izquierda del centro porque querían cambiar una sociedad represiva, injusta y autoritaria.

Uno de los principales fue Roy Jenkins, quien inventó el término "sociedad permisiva" y defendió una serie de propuestas legislativas independientes que dieron sentido legal a ese concepto. Solían decirnos que Jenkins sirvió de inspiración al primer ministro laborista, pero Blair hubiera necesitado su valor moral para desafiar los prejuicios de su tiempo. No hay nadie, hoy en día, en Downing Street con la valentía su-ficiente para expresar una opinión social más progresista que la de un editorial en el periódico Daily Mail.

Esto nos lleva a otra extraña característica de lo que Tony Blair llamó "el consenso social liberal". No hubo consenso en los años 60. El gobierno de Wilson, tanto en esa década como en los 70, se quedaría pasmado de envidia al ver la pulverización de las mayorías que Tony Blair ha disfrutado. Todos los avances clave en materia de divorcio, homosexualidad y aborto fueron, en su momento, cuestionados y rechazados con furia.

Ninguno de los que vivimos esa década reconoce la descripción que hizo el primer ministro de los 60, como la década del surgimiento de una sociedad "sin un sentido de responsabilidad hacia los otros". Por el contrario, esos años fueron testigo de un impactante éxito en la formación de organizaciones como Shelter (Refugio), y el Grupo de Acción por la Pobreza del Niño, impulsadas por el compromiso social de esa era. Fue el sentido de responsabilidad hacia otros el que eliminó la plaga que era el sistema de selección en escuelas secundarias y produjo niveles récord en la construcción de hogares para los sin techo. Ambas políticas están actualmente en re-troceso gracias al nuevo laborismo.

Aunque siempre se ha caracterizado por su precisión, el primer ministro merece la peor de las calificaciones por esta visión monográfica. ƑPor qué lo dijo? Seamos realistas y reconozcamos que su discurso no se originó en un concienzudo análisis de los años 60, sino en un astuto cálculo en torno a la reacción de la prensa de derecha actual. Fue creado para agradar a aquellos columnistas reaccionarios que no se divirtieron durante esos años, y desde entonces están decididos a vengarse de quienes sí los disfrutaron. Downing Street debe haber estado muy complacido cuando, al día siguiente, el diario The Sun repitió como un coro: "No podríamos estar más de acuerdo".

Este es el corazón de la incógnita del laborismo con su líder. El estilo político de Tony Blair es primordialmente concesionario. Detecta de dónde podría venir el próximo ataque de la izquierda, y golpea primero. Este es el centro del dilema del Partido Conservador. No encuentra ningún territorio virgen qué colonizar dentro de la agenda de derecha porque el primer ministro siempre llega primero. La renovada angustia de los Tories de que Michael Ho-ward parece estar fracasando al igual que William Hague e Ian Duncan Smith, simplemente refleja la incómoda realidad de que los laboristas tienen al mejor líder conservador de nuestro tiempo.

Como táctica electoral a corto plazo, el estilo del primer ministro ha sido todo un éxito. No hay nada qué discutir después de dos victorias aplastantes y un mandato de longitud sin precedentes en la historia laborista. Pero como medio de cambiar los valores políticos de la sociedad, está condenada al fracaso. Pese a una mayoría ré-cord en el Parlamento y la longitud de su periodo de gobierno, Blair no ha cambiado los parámetros del debate político establecidos por la señora Margaret Thatcher, pero ha conseguido que los laboristas aprendan a vivir con ellos.

Es posible que ahora haya llegado a un punto en su carrera donde la táctica ya no funciona para fines electorales. Blair tendrá toda la razón en argumentar que para ganar los laboristas necesitan una coalición entre sus simpatizantes tradicionales y los nuevos adherentes, provenientes de las clases con aspiraciones que leen el Daily Mail. Su error es que insiste en dirigir todos sus mensajes a la nueva coalición de centroderecha. Nunca dice nada que apele a los prejuicios de la base electoral laborista, aunque ésta sea el ala de la coalición que se está desmoronando.

Parte del problema es que Blair no comparte ninguno de estos prejuicios, co-mo deja claro una y otra vez. No ve nada de malo en la cada vez mayor inequidad del salario. Apoya cada vez más acuerdos comerciales que favorezcan la privatización de la salud. Apoya las políticas de educación pública que amplían la selectividad. Se resiste a que la clase trabajadora tenga los mismos derechos laborales que en el resto de Europa.

Y ahora sabemos que no aprueba la década de los años 60. Como alguien que fue, en los 70, el principal defensor de que las reformas británicas sobre el divorcio y la homosexualidad se extendieran a Escocia, resiento fuertemente la noción de que fui parte de un consenso que de alguna forma pavimentó el camino hacia las bo-rracheras, 30 años más tarde. Si existe al-guna explicación política de la desintegración de la sociedad, será más fácil encontrarla en la apoteosis del individualismo materialista de los 80, bajo una primera ministra que declaró que realmente no existe algo así como la sociedad.

Es un comentario notable sobre la perspectiva política de Blair que, instintivamente, prefiere achacar nuestros actuales problemas sociales en un periodo en que gobernaba el viejo laborismo, en vez de señalar los excesos del thatcherismo.

Queda menos de un año para las elecciones generales. Si Tony Blair en verdad quiere un tercer triunfo, sería hora de que apelara a quienes apoyan la política progresista y dejara de hacer causa común con sus enemigos.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 

* Robin Cook fue ministro del Exterior de Gran Bretaña y el año anterior renunció a su puesto de presidente de la Cámara de los Comunes en protesta por el apo-yo que el gobierno de su país dio a la guerra contra Irak

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