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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Domingo 25 de julio de 2004

Guillermo Almeyra

IMSS: dos concepciones opuestas

Tiene plena razón Néstor de Buen cuando sostiene que, si hubiese que reducir a la principal las causas de la agonía del sistema de seguro social, la misma sería el neoliberalismo. O sea, los cambios en el capitalismo que han reintroducido las concepciones propias del siglo XIX, según las cuales la caridad debería sustituir al derecho a la asistencia social, el problema de la inseguridad y la cuestión social misma corresponderían sólo al ámbito policial y represivo, y todos los derechos humanos establecidos por la misma carta de las Naciones Unidas (a la sanidad, a la educación, a la vivienda...) dejarían de ser tales y se convertirían en campos de libre caza del capital, de modo que quienes puedan pagarse esos servicios contarán con ellos, mientras los demás mortales deberán conformarse con los restos del presupuesto, una vez alimentados con hartazgo los banqueros trasnacionales y una vez sustraídos (en todos los sentidos de la palabra) los fondos de la corrupción.

En la fase anterior del capitalismo, cuando éste creía que la expansión de la demanda era infinita, la asistencia social, así como la educación, la sanidad, las obras públicas, la vivienda, eran una inversión para desarrollar el mercado interno. Un trabajador más sano, más preparado y culto, mejor alojado y que, culminada su fase productiva, pudiese seguir siendo consumidor de bienes y servicios con un nivel digno, era un buen productor-consumidor. Incluso con salarios reales superiores a los actuales, el aumento de productividad y la idea de que el crecimiento del mercado era constante, daban seguridad y perspectivas a las inversiones productivas. Las conquistas sociales fueron así resultantes de las luchas de los trabajadores, pero también de la conciencia de un sector de los capitalistas de que, desde el punto de vista político y social, pero también desde el económico, resultaba conveniente ceder esas conquistas, que se transformaban en salarios indirectos, para lograr paz social, seguridad y tener clientes.

Hoy, en la fase del dominio del capital financiero especulativo sobre el productivo, cuando de los mil 400 millones de millones de dólares que circulan diariamente en el comercio mundial menos de 10 por ciento se invierten en la producción, el capital financiero dominante busca, en cambio, aumentar la tasa de ganancias depredando los recursos -entre los cuales está fundamentalmente el recurso humano- y reduciendo los costos salariales directos e indirectos (todas las obligaciones patronales y pagos diferidos). Concentrar la riqueza, aumentar el polo de pobreza al máximo (en vez de buscar reducirlo), aumentar la intensidad de la explotación, así como la duración de la jornada laboral, "flexibilizar" la mano de obra reduciendo la protección laboral y los límites al trabajo infantil y femenino, lanzar a la mayoría de la población al desempleo o al llamado autoempleo, donde se carece de cualquier protección social, son también los medios para reducir la resistencia sindical y, sobre todo, hacer marchar para atrás el reloj de la historia de modo que los que hoy viven hasta los 70 años, y por tanto deban ser sostenidos porque son ciudadanos, dejen de ser ciudadanos y de tener derechos y se mueran lo antes posible. O de modo que los jóvenes sean ignorantes, para que no se organicen ni politicen ni conozcan la historia y sus derechos. O de reducir a las mujeres al papel de presas para todo tipo de opresión o de explotación y de mano de obra subpagada que, además, debe cargar con los costos de reproducción de los trabajadores, asistiendo gratuitamente a niños y ancianos, haciendo de enfermera, de cocinera, de jefa de familia sin medios ni instrumentos técnicos ni culturales.

De esta vuelta al siglo XIX forman parte el actual intento de reforma del Instituto Mexicano del Seguro Social y el simultáneo ataque contra la educación y los derechos democráticos que se lleva a cabo dando toda clase de poderes a la policía en nombre de la supuesta reducción de la inseguridad (que el neoliberalismo fomenta con todas sus políticas). El capital (y sus representantes en el gobierno) sostiene que dar dinero a los hospitales públicos o a la escuela pública es un gasto, un despilfarro de recursos que deberían ir, en cambio, a los grandes capitalistas (mediante el pago de la deuda o reducciones de impuestos o subvenciones), porque -dicen falseando la verdad- si el capitalista tiene más fondos invertirá más y se producirá un círculo virtuoso que estimulará el crecimiento del empleo y del consumo. Por eso quieren acabar con la idea de los servicios como derechos y con la del desarrollo del mercado interno y de un pacto de ciudadanía; desciudadanizar a las mayorías anulándoles los derechos elementales y rebajando su nivel de instrucción, de salud, de resistencia; eliminar los sindicatos de trabajadores públicos, que podrían contrarrestar su acción en el mismo aparato estatal y, al mismo tiempo, establecer una alianza con los trabajadores, en su condición de consumidores de esos servicios y de personas que se niegan a perder derechos y dignidad. Pero no pasarán, el intento no prosperará porque en la cuestión de la sanidad y de las jubilaciones se condensa la solidaridad entre las generaciones y se plantea cuál proyecto de país queremos.

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