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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Martes 13 de julio de 2004

José Blanco

El Presidente y la Presidenta

La expresión tiene alguna legitimidad, al menos de expresión, si recordamos que Vicente Fox fue quien designó a su matrimonio pareja presidencial. Y, aunque no la tiene política ni jurídica, Marta Sahagún ha defendido sin parar -la última vez en Asunción- su "derecho" a participar en las decisiones políticas. Lo hizo siempre en ese espacio de ambigüedad en lo que lo mismo parece hablar de su "derecho" de Presidenta -en el que ahora es claro lo que para Sahagún significa "no estoy atrás, estoy al lado de mi marido"-, que de los efectivos derechos políticos generales de la mujer (ya existentes en todas las constituciones latinoamericanas, iguales a los del varón).

Por otra parte, Sahagún pergeña la defensa de sus supuestos derechos, atacando -generalizándolo- el carácter machista y misógino del espacio de la política. Paradójicamente ella misma es una prueba de que tal generalización es inválida, porque ejerce esos derechos y aun otros "derechos" de presidenta que no le corresponden, porque tales "derechos" no están incluidos en ningún derecho positivo referido a la inexistente figura jurídica de primera dama.

La defensa de su "derecho", como todo mundo sabe, ha incluido el de la pretendida legitimidad para aspirar a la primera magistratura, y lo ha hecho del mismo modo: atacando el supuesto carácter misógino y machista de quienes se han expresado en contra de tales aspiraciones. Pero como han expresado con claridad distintas voces -entre ellas Beatriz Pare-des-, la oposición a esa aspiración es de carácter moral y político, obviamente no por ser mujer, sino por ser la mujer del Presidente. Como ha dicho con precisión Alfonso Durazo: "todo objetivo reclama un Presidente de la República neutral respecto al proceso de sucesión; sin embargo, hoy no se le acepta como un árbitro político imparcial, porque se asume que es parte interesada en la contienda, circunstancia que se usa como razón o pretexto para justificar la baja institucionalidad de otros actores políticos que se resisten a la legalidad. En ese contexto, no puedo hacer abstracción de las implicaciones de la incursión de la primera dama en el inventario de eventuales aspirantes a la candidatura presidencial de Acción Nacional",

De acuerdo con Durazo, el PAN tiene posibilidades de conservar el poder, pero "no existen, en cambio, condiciones propicias para la candidatura presidencial de la primera dama. Ciertamente el país ha avanzado políticamente; tanto, que está preparado para que una mujer llegue a la Presidencia de la República, sin embargo, no está preparado para que el Presidente deje a su esposa de presidenta. Obsesio-nado con su popularidad, no percibimos las eventuales consecuencias. De ese coqueteo político derivan muchos de los desencuentros que hoy conoce el país. De hecho, las reacciones más agudas contra el gobierno están conectadas con lo que muchos consideran una actitud permisiva del Presidente a las eventuales aspiraciones presidenciales de su esposa, cuyos apoyos al titular del Ejecutivo vulneran contradictoriamente su autoridad. La equidad es una condición de los sistemas democráticos que, evidentemente en este caso, no quedaría satisfecha. No obstante la gravedad del señalamiento, ése no sería un problema mayor: por razones históricas es nula la tolerancia de los mexicanos a tentaciones dinásticas".

Se diría que Durazo se queda corto al hablar de una actitud "permisiva" del Presidente; del mismo texto se desprende que ha habido un apoyar e inclusive un espolear esa posibilidad, captado por amplios sectores de la ciudadanía y por todo el medio político.

Al escribir esta nota, Marta Sahagún no había expresado aún su toma de posición, que cancelara en Sudamérica. Pero en esto Fox lleva toda la razón: el de Sahagún será (o fue) un discurso sin credibilidad; ello debido al absurdo coqueteo con la pretensión de la herencia de la silla durante cuatro años. El daño está hecho, diría Carmen Aristegui.

Aunque se trata de una candidatura imposible, el Presidente no podrá abandonar ya su papel de actor no imparcial y algún acuerdo significativo entre el jefe del Ejecutivo y los demás actores políticos seguirá siendo también imposible. La administración de Fox è morta.

La política se ha vuelto inanidad, en buena medida por causa de una señora con aspiraciones fuera de toda realidad y de un señor, su marido, que jamás lo comprendió.

La incomprensión o la ignorancia del Presidente acerca de lo que ocurre en el país y la incomprensión o la ignorancia, más las apasionadas, descomunales y quiméricas ambiciones de la Presidenta, de las que han hablado los medios de comunicación durante años, dejaban de todos modos un velo de duda para los observadores de la política mexicana sobre el tamaño del asunto. La renuncia de Durazo desveló lo que la diversidad de los intereses de los medios podía en alguna medida opacar. Nunca como hoy Los Pinos cumple con la Ley de (total) Transparencia.

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