La Jornada Semanal,  domingo 11 de julio  de 2004         488

UN MITO Y SUS VARIANTES
HERIBERTO YÉPEZ
Javier Perucho (compilador),
Estéticas de los confines, expresiones
culturales de la frontera norte,
Verdehalago,
México, 2004.

Lévi-Strauss acotaba que un mito se compone de todas sus variantes. No se puede analizar sus discursos si no se comprende previamente que la frontera se compone de una serie de mitografías en sincronía. En Estéticas de los confines. Expresiones culturales en la frontera norte, compilado por Javier Perucho, se almacenan textos sobre la dramaturgia y la narrativa del noroeste, el cine y la música fronterizas, la cultura chicana y la migraña de la migración, una desterritorialización que deviene territorio gaseoso donde se define quién sojuzga, qué negociamos, ya que si la frontera tiene una cultura distintiva, uno de sus rasgos definitivamente es ser una cultura de desencuentros y dialéctica sin síntesis. Los años noventa terminaron y no fueron hegelianos. Adiós "hibridación".

Estéticas de los confines documenta la transición desde una variante dominante del mito hacia otra. La versión dominante en los años noventa y la que sigue reclamando su hegemonía discursiva –por los beneficios que otorga a intereses transnacionales y a la mera pereza académica– argumentaba que la frontera es una polis intermedia, post-mexicana y para-norteamericana, una zona sui generis, "algo nuevo, que no tiene que ver totalmente con México o con Estados Unidos, que más bien tiene que ver con algo local y de carácter propio, y en todo caso, tiene que ver con los nuevos tiempos", escribe Giovanni Troconi en el texto más discutible del libro; un texto invaluable porque sedimenta –con toda la idiosincrasia del género de crónica fronteriza entusiasta y sociológicamente abstracta– los clichés y chicles cool del mito de Tijuana como Ciudad Post-Todo, Canclinilandia (de Dieta), Asstlántida y "Tercera Nación". La compilación, a la vez, contiene los registros de las contradicciones que muestran que el show de la "fusión" es el velo poptimista de una hegemonía. Escribe Julio Ortega:

Todos hemos visto con júbilo a Pedro Almodóvar recibir el Oscar… Pero, hay que aceptarlo, ese reconocimiento propicio del español terminó como otro episodio de la saga de nuestros desencuentros. El maestro de ceremonias, el comediante Billy Crystal, hizo una broma de pésimo gusto sobre el inglés de Almodóvar cuando dijo que a su lado el italiano Roberto Benigni "era un profesor de ingles"…
Páginas antes se dio con otra clave del remix sobre la frontera. Luis Tovar observa que "la gran mayoría acude al mundo fronterizo siempre en busca de un beneficio para sí mismo, no para la sociedad a la que dicen comprender". Lo valioso del libro es exactamente que se trata de un libro y su antilibro; alberga varias versiones del mito fronterizo.

Por una parte, Manuel Ramos analiza la literatura policiaca chicana privilegiando una visión, a mi juicio, condescendiente y folclorizante, en donde las metáforas culinarias, por supuesto, son las más favoritas para describir lo chicano. (Lo chicano tradicionalmente siempre será enganchado a lo familiar, lo cariñoso, lo sexual, la comida, lo maternal, lo guadalupano, es decir, los estereotipos sobre lo mexicano.) Para Ramos la "evolución" del género policial mexicoamericano puede describirse como un paso "de los huevos cocidos a los huevos rancheros". En otro ensayo, sin embargo, Armando González Torres pugna por el diseño de "categorías críticas" que "evadan los extremos del discurso multiculturalista", que combatan "las verdades intemporales" o "la creación de clásicos instantáneos en base a cuotas políticas". Una obra que vale por su vaivén. Multiplicidad de voces que asegura la autocrítica y la polémica.

Estéticas de los confines congrega las propias contradicciones de la frontera, en tanto es un libro que se combate a sí mismo desde sus distintos colaboradores. Es un libro que hacía falta y que apareció estratégicamente, cuando los discursos sobre la frontera están transformándose en proyectos urbanos para influir en la vida concreta y la autoconcepción de los habitantes de una región divisoria y confluyente.

Al mismo tiempo que aparece Estéticas de los confines y otro estupendo libro de H. F. Berumen (Tijuana, la horrible, El Colef-El Día, 2004), proyectos de arte público como Tijuana, Tercera Nación e Insite redefinen el espacio urbano de la frontera, y grupos de poder –como el dirigido por el tristemente célebre empresario José Gallicot– buscan fijar su definición de la frontera, eligiendo a Tijuana como centro semántico de operaciones simbólicas y políticas.

No es casual que el Ayuntamiento de Tijuana haya decidido en los años noventa establecer un copyright sobre la palabra "Tijuana" y que en este mismo 2004 se le haya declarado "Heroica" como parte del reforzamiento de un mito bastante equívoco. ("Heroica" por la defensa en 1911 de las fuerzas porfiristas contra los magonistas, entre ellos extranjeros que, según esta postura, buscaban anexar la región a eu). Desde Yahoo News hasta Coca Cola, varios proyectos en marcha intentan controlar la "imagen" de Tijuana. El uso del arte público ha sido una de sus estrategias predilectas.

En este sentido, las mitografías retrospectivas o actuales son recursos inmejorables para comprender qué está sucediendo, para qué está siendo controlado el discurso sobre la frontera. Una de las claves, creo, es privilegiar la mirada estética por encima de la política o la social. Definir la frontera estéticamente conviene al proyecto hegemónico; sobreestetizando el análisis se despolitiza el discurso.

Buena parte de las variantes del mito sobre la frontera, ya sea considerándola pornopasquín para gringos (la frontera como weekend sexo-etílico), narcocorrido o road movie coinciden estructuralmente en este enunciado clandestino: la frontera de modo esencial debe ser comprendida estéticamente. He ahí la trampa sustantiva.

Adorno nos dice en la mejor de sus paradojas que si percibimos de manera puramente estética ya no percibimos estéticamente. Hay una truculencia secreta operando en la mayoría de los paradigmas para comprender la frontera, hay un ludismo asesino, una contracultura transnacional que saca provecho de estas visiones, que las está usando. Es por eso que para recuperar la mirada fiel a la frontera, primero tienen que ser desconstruidos, identificados, la serie de discursos estéticos que la definen, las versiones en juego, para que detrás de tales mitos, sea redescubierta la realidad política que los erige •