Miguel
Ángel Muñoz
Chema
Madoz:
El
misterio de los objetos
A
la memoria de Joan Brossa,
poeta
visual insuperable
En
su crónica del salón de arte de 1859, Charles Baudelaire
describía la aparición de la fotografía como una fantasía
sensible e insensible al mismo tiempo. Dice Baudelaire: "La fotografía
debe ser la servidora de las artes y las ciencias, pero la humilde servidora,
como la imprenta y la estereografía, que no sustituyen a la literatura
Le agradecemos que sea la secretaria y el archivo de todos aquellos que,
por su profesión, necesitan de una absoluta exactitud material
"
Quizá el poeta francés nunca llegó a imaginar la gran
influencia que ha tenido la fotografía en el arte moderno del siglo
xx.
Detrás
de la fotografía hay un ojo, una sensibilidad, un discurso pictórico
y desde luego, un lenguaje poético. Al contrario de Baudelaire que
se escandalizó, Emerson se llenó de asombro: "La fotografía
es el verdadero estilo republicano de la pintura. El artista se hace a
un lado y deja que uno se pinte a sí mismo." En realidad, ambos
aciertan en sus juicios, pues creían que la fotografía sustituiría
a la pintura. La fotografía nace de la unión de pintura y
ciencia, en un sentido más histórico que definitivo. La pintura
es la expresión poética del mundo, la ciencia el descubrimiento
del universo. Es ahí donde la foto aprisiona el tiempo, lo detiene.
Pienso en Man Ray, creador de abstracciones y sueños, poeta de la
imagen y científico con el uso renovador de la cámara fotográfica,
o en Robert Frank y Helmut Newton. Con Ray, Frank, Newton, Nan Goldin,
Joel-Peter Wilkin e Irving Penn descubrí el uso de la foto como
arte, el enigma en blanco y negro, la evocación de una imagen que
lleva a otra. Así las fotografías de Ray fueron una confirmación
visual no sólo de las artes plásticas, sino también
de la literatura. Lo impalpable y lo imaginario. La foto, lo mismo que
la poesía, tiene dos o más lecturas; la poesía convoca
realidades distintas. La fotografía congela esa realidad.
El
arte fotográfico de Chema Madoz ( Madrid, 1958), concentra múltiples
imágenes, en apariencia simples, pero que producen otras realidades.
Lenguaje poético y visual que nos ayuda a descubrir otras dimensiones
de nuestra corta realidad: crear es generar un estado de disponibilidad,
en el que el primer objeto creado es el vacío, un espacio vacío.
En momentos las imágenes creadas por Madoz se bastan y se sobreponen
a sí mismas; otras nos ayudan a pasar a su realidad, a adentrarnos
en ese espacio de vacío que sólo el artista reconoce. El
artista invita constantemente al espectador a cuestionar la función
del objeto; por ejemplo, un bastón sirve de pasamanos, un libro
de columpio, un recipiente de cristal flota sobre el agua, una carta que
sirve de mapa: el objeto provoca el disparo y hace crear una imagen que
nos comunicará con otro, tal vez lo implícito, ante nosotros
invisible. En otros instantes, la simple imagen nos traslada a dos o tres
símbolos diversos, pero que comunican entre sí en una misma
dimensión estética. En otros momentos, Madoz hace hincapié
en las cualidades inherentes del objeto al acentuarlas sobremanera.
Una de las fotografías más
sorprendentes de Madoz muchas no tienen título, ni narrativa
es donde confronta el vacío de un espejo con el reflejo y detención
de una escalera. La imagen es ya una respuesta visual. Una parece que sostiene
al espejo, éste a la escalera, y ambos al tiempo. Complicidad poética
que nos obliga a pensar en nuestro vacío, en nuestra experiencia
cotidiana. Y de ese esfuerzo, de esa radical aventura, nacen el rigor y
la tensión espiritual de tantas composiciones suyas. En ello radica,
quizás, la manera más importante en que Madoz se acerca al
objeto: inventándose y construyéndose él mismo sus
sujetos y escenarios. Es decir, fabrica sus propios modelos empleando instrumentos
que también convierte en sujetos de sus composiciones.
El
sobrejuego de las imágenes poéticas y visuales se repite,
por ejemplo, en otra excelente fotografía: un ataúd de pie
que sostiene un reloj; o mejor dicho, los dos objetos descansan en un mismo
espacio. Pero lo que une a estas dos imágenes es el sentido de la
vida, del tiempo: un instante que se detiene en un mismo sentido: tiempo.
No tiene sentido en el arte de Madoz hablar de abstracción o figuración.
La forma no figura: es. La forma es la fotografía. El objeto es
la poesía visual que desprende cada imagen. Quizá en el arte
moderno ningún otro fotógrafo haya llevado a tal extremo
ese proceso de unificación entre la fotografía y la poesía
que sería a la vez un proceso de unión con el arte mismo.
Pero regresando a la imagen interior, al observar detenidamente, se percibe
el parpadeo del tiempo, su paso indetenible, invisible, pero que ayuda
a descubrir el paso de la vida y el camino acelerado y lento del tiempo.
Entre sus fotografías sorprendentes
hay una que muestra un guante de box con una pluma sobre un libro. La poesía
visual que encierra esta imagen es sobrecogedora, roza el lado mítico
de la imagen y lo sagrado de su contenido. El guante caído detiene
una pluma y esa pluma es silenciosa. Imagen que suscita múltiples
imágenes. Debajo, un libro que compone un epitafio verdadero de
la devoción por la escritura, por la palabra. Juego de simetrías
y oposiciones, trampa visual que se transforma mediante la imaginación.
En
el discurso estético-poético que se pudo ver en su exposición
retrospectiva en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en
2000, y antes en la Galería ppow de Nueva York de Chema Madoz,
la aparición de objetos y su relación con la fotografía
es una tentativa por penetrar profundamente, con los recursos que son suyos,
en la realidad, de la misma manera que el poeta transforma el lugar común
en una imagen más allá de su esfera cotidiana.
Cada foto de Chema Madoz está cargada
de secretos poderes que nos guían hacia mundos desconocidos e impenetrables.
Perfecta correspondencia: los dos se reflejan en sus fotografías.
No dicen palabras, dibujan objetos, crean poesía. La foto es una
metáfora: el objeto es un mito y la composición visual es
su respuesta. Creo que la fotografía al igual que la poesía
no existe si no se oye antes que su palabra, su silencio. La auténtica
simplicidad está en el concepto. Cuanto más clara es la idea
más simple puede ser el resultado. La idea de simplicidad puede
ser relativa en el arte, pues cosas muy complicadas pueden ser en el fondo
simples, porque hay una exacta relación entre expresión y
concepto. Retener, ver, iluminar, iluminarse, en eso consiste la fotografía.
Por supuesto, Chema Madoz cuenta y muestra la historia: instantes momentáneos,
realidades aparentes, poemas visuales. Todo se enlaza y desenlaza, como
bien dice Octavio Paz, para que el espectador de estas fotografías
tenga la fortuna de ser parte de un universo visual que pretende extraer
de sí mismo su significación poética.
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