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Obituario   - NUEVO -
S O C I E D A D    Y   J U S T I C I A
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México D.F. Viernes 9 de julio de 2004

Fernando del Paso/ I

La SEP y la educación

No tenemos, en México, el monopolio de la estulticia. Cuando yo vivía en Londres, el zoológico de Regent's Park sufría serias dificultades económicas. El boleto de entrada costaba el equivalente a lo que hoy serían 200 pesos, y el de niños 150. Claro, iban muy pocas personas. Entonces el director del zoológico -que no había oído hablar de la ley de la oferta y la demanda- decidió, ya que tenían escasos ingresos, aumentarlos aumentando el precio de las entradas. Una lógica parecida es la que al parecer quiere hoy aplicar este gobierno en la educación: en vista de que los alumnos aprenden cada vez menos, hay que enseñarles cada vez menos.

Los nuevos planes de la SEP para secundaria, no son "la barbaridad más grande que he escuchado en mi vida", tal como declaré cuando me enteré de ellos. Esta respuesta atrabancada y furibunda respondió, sin embargo, a la manera en que dichos planes me fueron presentados en forma verbal, por teléfono, porque se daba a entender que toda la historia anterior al siglo XV, incluyendo la historia prehispánica de nuestro continente, iba a desaparecer por completo de la enseñanza que se imparte en nuestro país. No fui el único en entenderlo así: también le sucedió nada menos que al ilustre historiador alemán Friedrich Katz.

No, esos planes no son la mayor barbaridad que jamás haya yo escuchado, pero de bárbaros sí que tienen algo y, quizás, algo también de precipitación. Al menos ésa es mi opinión. Opinar es muy fácil, por supuesto. Por eso opino. Y porque es no sólo lo único que puedo hacer, sino lo que me corresponde, diría yo casi como una obligación, en mi calidad de ciudadano y escritor.

La historia no desaparece de la enseñanza. No totalmente. Pero sí corre el peligro de sufrir una pérdida cuantitativa y cualitativa de grandes dimensiones. Eso, en secundaria. La SEP apenas si se ha referido a sus nuevos planes para la reforma de la enseñanza primaria, que, si se siguen los criterios actuales, podrían ser catastróficos. Por lo pronto los libros de historia actuales de primaria, según entiendo vigentes desde hace más de una década, nos enseñan algo de lo que hoy día se aprende en las escuelas públicas. En cuarto grado de primaria, entre otros temas, se habla de los primeros pobladores del continente, se le dedica una página al Popol Vuh y varias a la historia de los pueblos de Mesoamérica, entre ellos a los toltecas y a los mexica, así como al legado de las culturas prehispánicas. Siguen la llegada de Colón, la Conquista, y con ella la consecuente conquista espiritual. Apenas si en él se habla, en un breve informe de los informantes de Sahagún sobre los caballos y las armaduras, de los puntos de vista de los vencidos y hay una sola mención de la Malinche, la cual ya no aparecerá en el libro de sexto grado. Continúa la historia social, política y económica del virreinato, y la herencia religiosa y cultural del mismo. Después, naturalmente, la lucha de Independencia -no se olvidan sus vínculos con el Siglo de las Luces-, y su consumación. Se sigue con el México independiente, la guerra con Estados Unidos, Juárez y la Reforma, la Intervención y el Segundo Imperio, el porfiriato, el maderismo, el movimiento constitucionalista, la Revolución, en fin, y el periodo posrevolucionario hasta llegar a la expropiación petrolera.

En el libro de historia de quinto de primaria las primeras páginas están dedicadas a la evolución de las especies. Se menciona a Lucy -el Australopiteco-, pero el nombre de Darwin brilla por su ausencia. Aparecen el homo sapiens y las pinturas rupestres, y se narra la forma de vida de los hombres prehistóricos nómadas. Figura asimismo la supuesta migración de Asia hacia América, a través del estrecho de Bering. Siguen el nacimiento de la agricultura y la ganadería, así como de las primeras ciudades. El nacimiento, también, de la ciencia, en particular de las matemáticas. Se menciona a Uruk, erigida en Mesopotamia -hoy Irak- como, probablemente, la más antigua de todas las urbes. Se pasa después de las ciudades a los imperios. Se incluye a la civilización asiria y egipcia, la civilización del Indo.

China, la invención de la escritura y el desarrollo de la escritura alfabética por los fenicios, pueblos de navegantes
y comerciantes. El nacimiento de Cristo y los dos mil años de Nuestra Era se mencionan de pasadita. Se continúa con los griegos, antecedidos por la cultura cretense, la invención de la moneda, las ciudades-Estado como Esparta y Atenas, la invasión de los persas, la democracia y la esclavitud, los dioses y la mitología, Alejandro Magno y el helenismo, los primeros filósofos y la idea que, del mundo, tenían los griegos. Se habla de Sócrates, Platón y Aristóteles. De Pitágoras y su teorema. Se habla de las primeras olimpiadas, de la escultura y también del teatro -si bien no figuran los nombres de los grande autores griegos, como Esquilo, Sófocles o Eurípides. Este libro de historia de quinto grado de primaria continúa con los romanos, la Edad Media -comprendido Bizancio en este capítulo- y el Islam y el Oriente durante la Edad Media. Se salta después el charco para hablarnos del esplendor de Mesoamérica, de Teotihuacan a Tenochtitlan y las civilizaciones de los Andes, regresa al otro hemisferio para tratar el Renacimiento y la era de los descubrimientos, y vuelve a nuestro continente en las naves de Colón y Cortés para recontar la conquista de América, y enseguida la colonización y el nacimiento y la vida de la Nueva España. Los dos últimos capítulos -de un total de 15- se dedican a la América y la Europa del siglo XVIII. Se menciona al Africa sólo cuando se habla del feroz comercio esclavista.

A pesar de las omisiones mencionadas, son libros muy bien hechos, y no carecen de virtudes pedagógicas. En ellos las ilustraciones son abundantes y bien elegidas. También las tablas sinópticas y los recuadros con diversas acotaciones. Se extraña, sin embargo, la ausencia, al final, de un vocabulario de las palabras poco usuales que figuran en ellos, así como de un breve diccionario biográfico de lugares y personajes allí historiados. Pero se antoja, también, que se trata de libros densos con un contenido demasiado amplio para los niños de nueve y 10 años de edad que los estudian. Lo que no quiere decir que haya que adelgazar el contenido sino dosificarlo con más sabiduría a lo largo de toda la primaria. Y a lo largo y ancho de toda la secundaria.

Y es que, aparte de esas pequeñas omisiones, se dejan a un lado, se ignoran, algunos temas de enorme importancia, en particular en lo que concierne a la historia mundial, temas cuyo conocimiento ayudaría a los alumnos a entender lo que hoy día sucede en nuestro planeta.

Para esto vale la pena detenerse un poco en las páginas dedicadas a la Edad Media y el Islam. En ellas se menciona la enorme importancia de la civilización árabe como transmisora de conocimientos preciosos originados algunos, como los números dígitos y el sistema decimal, en la India. No se olvida el libro de hablar sobre la gloria de la España musulmana, de la ocupación árabe de gran parte de la península durante ocho siglos, así como de su enorme influencia cultural, de tanta trascendencia en todos los pueblos de habla hispana. Pero, aunque se menciona que más de 800 millones de seres humanos profesan hoy día el Islam en numerosos países, nada se dice de la influencia presente del mundo islámico y de los conflictos actuales entre una buena parte del Oriente musulmán y otra buena parte del mundo Occidental. Podemos afirmar que tampoco a los nueve o 10 años están los niños capacitados para entender esas consecuencias, ni estamos nosotros los adultos preparados para -y dispuestos a- enseñarles el lado más oscuro de la historia. Y aunque se supone -al menos supongo yo- que esto será retomado en secundaria, para entonces el alumno, de acuerdo con los nuevos planes de la SEP, habrá pasado dos años -y dos años a esa edad, o edades, es una eternidad-, sin estudiar una sola palabra de historia mundial, ya que en sexto de primaria volverá -y se limitará- a la historia de México y en primero de secundaria la materia estará ausente.

Veamos algunos ejemplos de los aspectos ignorados. Es en cuarto grado que se habla de la Santa Inquisición con referencias escasas y tímidas a los castigos que la siniestra organización aplicaba "a quienes tenían creencias religiosas diferentes a las oficialmente admitidas". Es en quinto grado que se menciona la Reforma protestante y las Guerras de Religión. Pero en ninguno de los dos casos aparecen las palabras tortura o muerte. Es de suponer que, como la Santa Inquisición y las Guerras de Religión ocurrieron ambas después del siglo XV, se enseñarán en segundo de secundaria. Pero es también de suponerse que un gobierno como el que tenemos -en un país en donde la Iglesia tiene cada vez más peso- no se atreverá a entrar en los detalles más sórdidos de una, la Inquisición, y de otras, las Guerras de Religión. Es también en quinto que se le dedica una página a las Cruzadas. En ella no se menciona en absoluto, por ejemplo, las espantosas matanzas de judíos que, en nombre de Jesús y su infinito amor llevaron a cabo los cruzados que viajaron por tierra a Palestina a su paso por Europa central y oriental.

Sin el conocimiento de estos horrores, no es posible comprender el mundo contemporáneo y los fundamentalismos que lo agobian, entre ellos el fundamentalismo de millones de cristianos estadunidenses -en el que se incluye a George W. Bush y sus secuaces-, mismos que nos hacen pensar que, en efecto, hay un choque de civilizaciones -o de incivilizaciones-. Aunque afirmar esto no le otorga ningún crédito a Samuel Huntington, y sí al ex primer ministro canadiense, Lester B. Pearson, premio Nobel de la Paz en 1957, quien fue el primero en predicar esta teoría, 40 años antes de que la retomara el estadunidense.

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