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México D.F. Miércoles 7 de julio de 2004

Impedir la relección del presidente, objetivo

Comienza reunión en defensa de libertades en Estados Unidos

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

San Francisco, 6 de julio. Esta tarde comenzó aquí la conferencia nacional de la Organización Estadunidense por las Libertad Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), en la que participarán importantes figuras de la actual oposición política: Richard Clarke, hasta ha-ce poco zar antiterrorista de la Casa Blanca y hoy acérrimo crítico del gobierno de George W. Bush; el célebre juez Kenneth Starr, quien casi liquida al presidente Bill Clinton durante el affaire Monica Lewinsky; Ho-ward Dean, ex gobernador de Vermont y ex precandidato demócrata a la presidencia; Co-leen Rowley, quien denunció a sus superiores de la FBI, y los periodistas Daniel Elsberg (el de los Papeles del Pentágono) y Seymour M. Hirsh (quien destapó en New Yorker las torturas en Abu Ghraib, así como en tiempos de la guerra de Vietnam hizo pública la matanza de My Lay).

También se presentarán la dramaturga y actriz Eve Ensler, autora de Diálogos de la vagina, y Joan Blades, representante de MoveOn, la cada día más influyente organización internáutica que está involucrando en la lucha contra la relección del presidente Bush a sectores importantes de Hollywood y la industria musical (los cineastas Rob Reiner y Earl Morris, los actores Danny Glover, Alicia Silverstone, Scarlett Johanson, Kevin Bacon y Woody Harrelson, y músicos como Laura Dawn y Moby).

El cineasta John Sayles mostrará un adelanto de su nueva película, Silver City, donde hace escarnio de las prácticas políticas en Estados Unidos. El rabioso y popular cantante de folk-rock Steve Earle hará una presentación, seguido por los grupos raperos Youth Speaks, Calligraphy of Tought (que se presentan como musulmanes) y Kiwi of Native Guns.

Habrá un gala especial del controvertido documental Farenheit 9/11, de Michael Mo-ore, y están programados debates sobre el matrimonio gay, la invasión de la vida privada, el racismo ("los sospechosos comunes"), genética y libertades civiles, la libertad en tiempo de inseguridad y miedo, los migrantes y políticas de seguridad nacional.

La ACLU se caracteriza por su defensa de las libertades civiles en general, y en particular de la Primera Enmienda constitucional que garantiza la libertad de expresión, hoy amenazada por el Acta Patriótica (de la que ya se anuncia una segunda parte), la creación de la Homeland Security y la nueva "legalidad" de los arrestos secretos, la deportación arbitraria y la tortura.

En este año de elecciones, que serán cruciales para el futuro de Estados Unidos y el resto del mundo, la movilización de los sectores convocados por ACLU puede ser clave, sobre todo porque el tibio candidato demócrata, John Kerry, no parece antídoto suficiente para cambiar las cosas.

Más allá del considerable poder militar, político e ideológico que actualmente posee y ejerce el gobierno de Estados Unidos so-bre sus propios ciudadanos, sectores quizá no masivos pero sí influyentes se han movilizado para impedir, literalmente, la relección del presidente George W. Bush y la permanencia en sus cargos de Donald Rumsfeld, Dick Cheney, Paul Wolfowitz, Condoleeza Rice, John Ashcroft y los demás halcones de la Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de Justicia.

El extraordinario éxito (y escándalo) de Michael Moore con su película Farenheit 9/11 es sólo el signo más aparatoso de que la oleada opositora ya alcanzó a la industria del entretenimiento, cierta prensa liberal, la academia y el medio cultural.

Esto implica un desgajamiento de los aparatos ideológicos de Estado que sustentan la política antiterrorista de Bush, la invasión de Irak y el recorte de las libertades civiles de los estadunidenses.

En tonos distintos, la certeza de que es-tos cuatro años han sido los de un "golpe de Estado" ha sido compartida por analistas tan diversos como el reportero y cineasta Michael Moore, el poeta y escritor Elliot Weinberger, el economista André Gunder Frank, el lingüista Noam Chomsky, el historiador Immanuel Wallerstein y el actor Tim Robbins.

No obstante, los intelectuales no bastan para movilizar a un pueblo, y menos al estadunidense, educado en la televisión y el patriotismo acrítico y consumista. Por eso resulta interesante el activismo de la industria del entetenimiento, pues combate al ac-tual gobierno con sus propias armas de distracción masiva, sólo dirigidas contra esa distracción, precisamente.

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