.
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Migración
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
Fotografía
Cartones
CineGuía
Suplementos
Perfiles
La Jornada en tu PALM
La Jornada sin Fronteras
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
Librería
Correo electrónico
Búsquedas
Suscripciones
Obituario   - NUEVO -

M U N D O
..

México D.F. Miércoles 7 de julio de 2004

Robin Cook

La deuda de GB con el pueblo afgano

Puede que el tema Irak haya dominado la cobertura de los medios de información durante la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de la semana pasada, pero es Afganistán el reto más inmediato para esa alianza. Pese a la muy publicitada rencilla sobre si el organismo debía proporcionar entrenamiento militar a los iraquíes, la organización tiene un papel formal muy pequeño en el país invadido. Pero si el esfuerzo internacional en Afganistán se cae, la credibilidad de la OTAN se irá al fondo con él.

La decisión, reportada por The Independent, en el sentido de que Gran Bretaña enviará a Afganistán a algunas de sus tropas estacionadas en Irak, fue recibida, por tanto, con beneplácito. Sin embargo, los afganos obtendrán sólo una fracción de los recursos que se destinan a Irak. Las naciones de la alianza han enviado ocho veces más tropas a la nación ocupada de las que han llegado a Afganistán con el fin de contribuir a su estabilización. Las donaciones para la reconstrucción de Afganistán son muy pobres, en comparación con las enormes cantidades que se apartan para Irak.

La explicación de este desequilibrio es puramente político. No tiene ninguna base racional ni relacionada con la riqueza en ambos países. Irak flota sobre la segunda mayor reserva de petróleo del mundo y es, al menos potencialmente, una nación rica que podría ser autosuficiente. Afganistán es una de las naciones más pobres sobre la faz de la Tierra, que no ha podido exportar sus minerales de manera significativa desde que proveía de lapislázuli a los monjes que con esa piedra iluminaban manuscritos medievales. Con la injusticia que hace que la naturaleza visite más a los pobres, Afganistán también se ha visto afectado por cinco años de sequía, la cual ha ocasionado que algunas de sus provincias mantengan la ya de por si miserable agricultura de subsistencia, que mantiene alejada a la hambruna de sus familias.

La seguridad es una gran pesadilla en el país. Quizás es aún peor que eso. Hay al menos tantas milicias como en Irak, y en Afganistán están equipadas con artillería pesada y capacidades para batallas de gran intensidad. La mayor parte de su población nació después de la invasión soviética de 1979, y no recuerdan a su país más que enfrascado en un conflicto o al borde de caer en él.

También está el comercio de heroína. La amapola es el único cultivo rentable y el paralelo que tendría con las reservas petroleras de Irak. Se prevé que la cosecha de este año será de una magnitud sin precedente y dos tercios de los campesinos encuestados a principios de este año afirmaron que planean cultivar aún más en 2005. Dependiendo de en cuál cálculo se crea, el valor de la cosecha de opio es de aproximadamente la cuarta parte o la mitad del total del producto interno bruto del país. No es injusto decir que Afganistán tiene una economía adicta a los narcóticos.

El tráfico de drogas y el caudillismo son dos elementos malignos que se refuerzan mutuamente. El control sobre el comercio de narcóticos provee a los comandantes regionales de ganancias con las que arman y pagan los salarios de sus milicias, las cuales, a su vez, hacen todavía más difícil que las débiles autoridades centrales supriman el cultivo de opio. En una era de comunicaciones globales, las terribles consecuencias de esto se hacen presentes en nuestras ciudades. Más de 80 por ciento de la heroína que se vende en callejones de Liverpool, Glasgow y Lambeth comenzó siendo amapola en las montañas y valles afganos.

De manera adecuada, dado el impacto directo en nuestra sociedad, Gran Bretaña es el país del Grupo de los Ocho a cuyo cargo está la responsabilidad de encontrar una cura para la adicción a la heroína en Afganistán. Sabiamente, la Oficina del Exterior y el Departamento para el Desarrollo Internacional concluyeron que no hay una perspectiva realista para erradicar los cultivos de opio, a menos que a los campesinos se les ofrezca una alternativa viable. Estas instancias han creado un programa, a cumplirse en 10 años, para remplazar la producción de heroína, en el que se trata de equilibrar su eliminación con la promoción del desarrollo económico. Un enfoque semejante funcionó bien al otro lado de la frontera, en Pakistán, donde la inversión en nuevos caminos rurales permitió a los agricultores remplazar las amapolas por cebollas para los mercados de Islamabad.

Pero esto no fue bien aceptado por nuestros socios en Washington. Fiel a su estereotipo, la administración Bush exige una solución más punitiva y menos compleja. Robert Charles, secretario adjunto en el Departamento de Estado, reapareció de manera reciente en el Subcomité de Narcóticos del Congreso para refutar a Gran Bretaña por "volverse titubeante" y abrigar "una especie de compasión mal dirigida por alguien que tendrá que trabajar un poco más" sembrando cultivos de subsistencia. Aun bajo los estándares de la administración Bush, esto demuestra una sorprendente incomprensión por los retos que implica la supervivencia económica de un país tan pobre como Afganistán.

Lo cierto es que el estilo combativo de la Casa Blanca es parte del problema en Afganistán. El grueso de los soldados estadunidenses en el país no está en labores de mantenimiento de paz ni desarrollando un plan de desmovilización de milicias, sino en las montañas cazando a miembros de Al Qaeda o el talibán.

Al igual que en Irak, los intentos de ganarse corazones y mentes de los pueblos locales se ven saboteados por la confusión que existe respecto a si el ejército occidental está ahí para mantener la paz o provocar la guerra.

Esta confusión ha afectado ya los esfuerzos humanitarios. Esta semana la OTAN autorizó la formación de más equipos provinciales de reconstrucción, en los que se une a militares con trabajadores humanitarios. Como lo ha señalado la organización Christian Aid, con esto sólo se consigue que los esfuerzos humanitarios sean identificados con una operación militar. Desafortunadamente el trabajo humanitario de estas organizaciones no compensa a los pueblos de las acciones del ejército estadunidense, que han destruido sus poblados y aplastado sus cultivos en busca de Bin Laden.

Una maligna consecuencia de esto ha sido el incremento agudo, este año, de asesinatos contra personal de organizaciones no gubernamentales, con el perverso resultado de que las zonas de Afganistán abiertas al trabajo humanitario se han estado encogiendo.

No es sorpresa que sea todo un reto pacificar Afganistán. Durante siglos ha mantenido la tradición de sostener una muy débil autoridad central y muy fuertes bases de poder en las provincias. Recientemente, Occidente infló aún más el poder de los comandantes locales al inundar el país con armas para aumentar las bajas y el costo de la ocupación soviética. No será fácil ni rápido lograr que esta nación fracturada que invadimos se convierta en un Estado cohesionado y pacífico.

Todo esto hace que sea aún más desalentador que la atención de Occidente haya migrado tan rápidamente de Afganistán a Irak. Richard Clarke, el antiguo jefe antiterrorista en Washington, ha dado fe en un libro de la obsesión de la administración Bush por Irak, al grado de que, desde un principio, reservó la mayor parte de sus fuerzas para conquistar Irak, incluso retirando fuerzas especiales entrenadas para el territorio árabe de Afganistán.

Es muy famosa la promesa de Tony Blair al final del conflicto afgano, cuando afirmó: "esta vez no nos alejaremos de ustedes". El pasado miércoles el primer ministro se lamentaba diciendo que hubiera preferido enviar desde un principio mayor número de tropas. La razón principal por la que no se disponía de más soldados para Afganistán es porque Irak era la prioridad militar, política y financiera de Washington.

Al hablar ante la OTAN esta semana, Hamid Karzai, el presidente de Afganistán, informó que la mitad de los 10 millones de adultos habilitados para votar se han empadronado. Esto es realmente impresionante, considerando que en el pasado los habitantes eran baleados por registrarse en el padrón. Los trabajadores electorales fueron volados en pedazos por llevar las listas de sufragantes. Debería darle vergüenza a países como el nuestro, donde con frecuencia menos de la mitad de la población vota, aun en una situación de total seguridad. A un pueblo que demuestra la valentía de votar por el futuro de su país le debemos ofrecer algo más que estar en segundo lugar, después de Irak.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm
La Jornada
Coordinación de Sistemas
Av. Cuauhtémoc 1236
Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez
México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Email
La Jornada
Coordinación de Publicidad
Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
México D.F. C.P. 03310

Informes y Ventas:
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Extensiones 4329 y 4110
Email